Camilo José Cela Conde

Madrid.-Científicos del Instituto Yerkes, Emory University en Atlanta (Estados Unidos) han publicado hace unos días un trabajo experimental acerca del comportamiento de los chimpancés que ha tenido de inmediato un eco muy amplio. El artículo, aparecido en los Proceedings of the National Academy of Sciences, tiene como primera firmante a Victoria Horner, miembro del equipo que dirige, desde hace muchos años y con notable éxito, Frans de Waal.

La razón del interés por los resultados de ese trabajo, al margen de la curiosidad que pueda cualquiera sentir por la ciencia bien hecha, tiene que ver con que los experimentos realizados indican un grado muy alto de conducta cooperativa a cargo de las siete hembras utilizadas, que se mostraron a favor de elecciones que implicasen beneficio para otros miembros de su grupo.

Ese resultado contrasta con lo obtenido en otro tipo diferente de test experimental llevado a cabo en el Instituto Max Planck de Leipzig, bajo la dirección de Tomasello y Josep Call, en el que los chimpancés —Pan troglodytes— se mostraban como “preferidores racionales”, es decir, sujetos que buscan en particular su propio beneficio.

¿Son, pues, altruistas o egoístas los chimpancés?
En realidad la pregunta pertinente es otra. ¿Cómo es posible que dos instituciones tan prestigiosas y dos equipos de excelencia como son los de De Waal y Tomasello lleguen a resultados tan dispares? En principio cabe decir que los experimentos llevados a cabo en uno y otro laboratorio no son fácilmente comparables y mucho menos todavía equiparables. En realidad, cualquier trabajo de ese tipo tropieza con la dificultad metodológica irresoluble de que los experimentadores introducen en mayor o menor medida una cierta distorsión respecto de lo que sería la conducta “natural”.

Ese principio, conocido ya desde la fundamentación de los sucesos cuánticos —es decir, omnipresente— fue uno de los temores que la Etología, desde su nacimiento, puso de manifiesto.

Observar sin influir en lo observado fue un objetivo que los etólogos de la talla de Konrad Lorenz, Niko Tinbergen y Eibl-Eibesfeldt se impusieron de manera rígida, por más que su cumplimiento absoluto resulte imposible. Pero de los años aquellos en que se observaba la conducta animal en la naturaleza sin intervenir en ella se ha pasado a los trabajos en el laboratorio, donde la intervención es, de hecho, una parte esencial del diseño investigador. Poco puede sorprendernos que los resultados sean dependientes de quien los obtiene.

Y, a todo esto, ¿son o no son altruistas los chimpancés? Tal vez la conclusión mejor que cabe sacar es que son como son, es decir, que mantienen fuertes pautas de interacción social, como casi todos los primates, pero de un tipo que tiene poco sentido comparar con nuestras propias conductas y valores. Así, “altruista” tal vez sea una expresión poco afortunada para calificar la manera de actuar de nuestros primos hermanos.