Carlos Guevara Meza
La situación en Siria se desborda. El régimen sigue haciendo promesas de cambio que no cumple, mientras continúa con una represión que no reconoce y ha dejado alrededor de 2 mil muertos en pocos meses, de los cuales más de mil 600 son civiles. El gobierno de Bashar el Assad afirma que se combate a “bandidos” armados vinculados con fundamentalistas islámicos y potencias extranjeras. La oposición (y los pocos extranjeros que han podido ser testigos) insisten en que las manifestaciones son pacíficas y que el régimen actúa desproporcionadamente.
Por lo pronto, los cuerpos de seguridad, incluyendo el ejército y milicias alauies han puesto bajo sitio tres de las cinco ciudades más importantes (Homs, Hama y Deir al Zor) mientras sólo Damasco y Alepo permanecen en relativa calma, aunque también ahí se han visto manifestaciones. El cerco, según las informaciones de los medios internacionales, ha sido brutal en Hama causando más de un centenar de muertos en sólo unos pocos días. Una ciudad que ya antes ha padecido la brutalidad del clan Assad: en 1982 el padre del actual presidente sofocó una rebelión orquestada por los hermanos musulmanes matando a 10 mil personas. Según testimonios y algunas escenas transmitidas por la televisión oficial, Bashar el Assad ha puesto tanques a disparar sobre zonas residenciales y ha apostado francotiradores que abren fuego contra cualquier persona que ose salir a la calle. También se cortó el agua, la electricidad y el servicio telefónico.
Ante esta situación la presidencia del Consejo de Seguridad emitió el pasado 4 de agosto una condena al régimen y un llamado al diálogo entre las partes. La declaración del presidente del Consejo no vale como resolución (que sería vinculante), pero Estados Unidos, que la promovió intensamente, se dio por satisfecho tomando en cuenta la oposición de China y sobre todo Rusia (país con un fuerte vínculo con Siria desde los tiempos de la Unión Soviética; de hecho en Siria, Rusia tiene la única base naval externa a su propio territorio).
La declaración no deja traslucir ninguna intención de intervenir en el conflicto sirio, como se hizo en Libia, lo que era de esperarse considerando la crisis de la deuda en Estados Unidos y Europa (que ha puesto a temblar los mercados en todo el mundo) y los magros resultados en el caso libio (con una oposición que pierde credibilidad después de la muerte del encargado de la guerra por el lado rebelde, el general Abdel Fatah Yunes, quien pudo haber sido asesinado por sus propios compañeros del gobierno de transición). Pero la situación podría cambiar en Siria, pues a raíz del sitio a Hama y a Deir al Zor, el rey de Arabia Saudita retiró a su embajador y exigió el cese de la represión. La Liga Árabe, por primera vez en el conflicto, condenó la violencia y el presidente Medvedev de Rusia declaró: “La situación está cambiando y nuestra posición también”.
El Ramadán, el mes sagrado de los musulmanes, comenzó este año el 1 de agosto, el mismo día que el sitio de Hama. Durante ese mes, los creyentes practican el ayuno y la abstinencia, pero no sólo física, también espiritual: se busca la paz y la conciencia y por ello deben evitarse las malas palabras, los malos actos y los malos pensamientos. Es un triste Ramadán en Siria.