El Partido Acción Nacional tiene problemas para darle cierto orden a las aspiraciones presidenciales de sus militantes: dos legisladores, dos miembros del gabinete y un gobernador.
En carrera parejera puntean en las encuestas Josefina Vázquez Mota y Santiago Creel, mientras Ernesto Cordero, Alonso Lujambio y Emilio González Márquez se mantienen en índices de un dígito en las preferencias entre los panistas.
El gen panista los lleva a rechazar la imposición de una autoridad, como quedó probado en 2005.
El reto es monumental, pues el PAN debe luchar contra su tendencia a rezongar y la necesidad de cohesionarse para compensar el natural desgaste sufrido tras once años de ocupar la Presidencia de la República. Tiene problemas, pues.
En las izquierdas no está mejor la situación.
Andrés Manuel López Obrador, con su habitual agudeza, ha conseguido mantener a raya a cualquiera que intente disputarle la candidatura presidencial de la izquierda.
Ladino, como siempre, asegura que está dispuesto a sujetarse a la voluntad de los militantes en una encuesta, “siempre y cuando no esté cuchareada”, un eufemismo para advertir que no va a echar a perder tantos años de buscar la Presidencia.
Marcelo Ebrard intenta construir una candidatura de izquierda que sea viable, que sea opción electoral para los votantes desencantados con el PAN y para aquellos cuyo antipriísmo raya en el fundamentalismo. Tarea difícil, pues en las filas de la izquierda hay una suerte de veneración por López Obrador. Tanta, que no quiere ver que sería el candidato con mayor rechazo entre los ciudadanos.
Así, se podría decir que los astros se han alineado para que el PRI recupere la Presidencia.
Tiene en el gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto una figura carismática, con influencia entre los votantes jóvenes que pueden decidir una elección y con el respaldo de un gobierno eficiente en las difíciles circunstancias de una casi crónica recesión económica.
Tiene liderazgos talentosos, de probada capacidad, como lo ha demostrado la gestión parlamentaria del senador Manlio Fabio Beltrones, quien sin que el PRI sea mayoría en el Congreso, ha conseguido maniobrar para ejercer influencia determinante.
Tiene gobernadores jóvenes, con lo cual aseguran los relevos generacionales que necesita el PRI y que los votantes exigen.
Los priístas son el partido con menos rechazo en las encuestas más recientes. Líderes sociales, empresariales y religiosos han visto el alineamiento de los astros y consideran que será difícil que el PRI pierda la elección presidencial de 2012.
Será temerario prever las circunstancias en las cuales transcurriría dicha elección, circunstancias que pueden modificar el resultado que tantos consideran inevitable.
Sin embargo, en las filas del PRI los grupos han vuelto a mostrar la vieja tendencia a pelear a muerte cualquier posición, dispuestos a todo con tal de impedir que sus correligionarios tengan mejores posiciones que los suyos.
Muchos dirigentes parecen dispuestos a pelear desde ahora por las parcelas de poder. A veces azuzados por los adversarios, los únicos que ganan si el PRI se divide.
Alineados los astros como hasta ahora, bien se puede concluir que al priísmo nadie le puede ganar la Presidencia de la República, pero que ellos sí la pueden perder.
Algo así como el deja vú de 2000 y 2006.
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