Se trata del químico mexicano José Alvaro Pérez Bautista

Guillermo García Oropeza

Tiene por nombre José Alvaro Pérez Bautista y es originario de Puebla. Químico de profesión, Pérez Bautista vive en Madrid y alcanzó una fugaz celebridad cuando la policía española lo detuvo, porque amenazó a través de las redes sociales de atacar con gases mortales a los manifestantes españoles laicos que protestaban contra la visita del papa Ratzinger y en particular en contra de los homosexuales, a los que Pérez Bautista odia en forma obsesiva y patológica, esos homosexuales a los que el terrorista considera verdaderos “errores de Dios” y que junto con las prostitutas y los laicos no merecen vivir.

De haberse llevado a cabo el atentado, las consecuencias hubieran sido dramáticas no sólo por la muerte de muchas personas inocentes sino por el agudizamiento de la polaridad en la muy peculiar sociedad española, donde la memoria de los crímenes del nacional-catolicismo, encabezado por el  dictador Francisco Franco Bahamonde, aquel asesino de comunión diaria está todavía muy reciente en la historia.

Y es que Franco es uno de los peores sanguinarios del siglo XX aunque las democracias occidentales lo hayan exonerado de sus crímenes, a cambio del permiso de poner bases militares en territorio español, uno de los arreglos más cínicos en la lamentable historia reciente.

España sufrió desde el fin de la guerra civil hasta la muerte de Franco, en 1975, uno de los gobiernos más opresivos y oscurantistas del mundo moderno, todo con la total complicidad del pavoroso clero español, quizá el más abominable y retardatario del mundo, ese clero que dio a luz al siniestro Opus Dei, que tan poderoso se ha hecho en este pobre México de Calderón.

Pero tras de una larga lucha política, encabezada por una izquierda que pagó con incontables víctimas su valentía, vino por fin una transición a España hacia una democracia que ha transformado la sociedad peninsular. Y esta democracia ha traido una legislación muy liberal que gobierna a una sociedad que se ha transformado espectacularmente y donde un número mayoritario de españoles ya no es practicante de la fe romana, donde se ha reducido drásticamente el viejo natalismo católico y donde se proclama la tolerancia hacia esas minorías eróticas que tanto odia  nuestro aprendiz de terrorista poblano.

Quizá por esa declinación de la iglesia en España, pese a la supervivencia de católicos de buena fe y de católicos ultras y fascistas de corazón, es que Ratzinger quiso montar su espectáculo carísimo en España. Lástima que el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero no haya tenido la decisión de negar su hospitalidad al Vaticano, aunque se encuentra en medio de una severa crisis económica que no permite ningún derroche inútil.

Para nosotros, en México, el caso de Pérez Bautista nos debe prevenir contra la capacidad criminal de la extrema derecha. Cuidado con ella.