La acidez del mar le provoca stress o sordera
Francisco G. Navarro
Si algún realizador de animados a finales de este siglo pretendiera filmar el remake del oscarizado dibujo Buscando a Nemo, muy probable que en quinta o quizás sexta dimensión, a la minusvalía locomotiva del colorido pececillo protagonista de la historia concebida por Andrew Stanton tendría que añadirle la auditiva.
Y Marlin, el padre sobreprotector, conseguirle un audífono al pobre huérfano de aleta mutilada, empeñado en ser el chico aventurero del arrecife. Porque tal como avanza la barbarie ecológica en el único planeta que tenemos, dentro de 90 años el pez payaso será sordo de cañón y presa mucho más fácil de las descendientes de la barracuda que se engulló a Coral, la madre de Nemo, y a todos sus hermanitos.
A medida que crecen las emisiones de dióxido de carbono aumenta el nivel de acidez del océano mundial y disminuye la capacidad auditiva del Amphiprioninae, nombre científico del clown de los mares.
Un reciente experimento de la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad de Bristol, en el Reino Unido, demostró la importancia de los sonidos para el animalito que alegra miles de acuarios con sus tonos chillones en rojo, rosa o naranja.
En primer lugar hace las veces de radar que alerta de la presencia de otros habitantes del acantilado, depredadores para cualquier organismo superior al centímetro de largo, pero también cumple funciones en el apareamiento, la caza grupal y la obtención de forraje.
El ensayo científico crió a los parientes de Nemo en varios estanques cuyas aguas se diferenciaban por sus grados de acidez, desde la actual con una atmósfera que contiene cerca de 390 partes por millón (ppm) hasta los previsibles para fines de la centuria, elevados de manera artificial a niveles de 600, 700 y 900 ppm.
Un altavoz bajo el agua reprodujo los sonidos grabados en un arrecife a camarones y otros peces que podrían hacer su festín a costa del payaso, con la idea de comprobar si la presunta víctima nadaba hacia “la boca del lobo” o se alejaba de ella.
En el estanque diseñado en correspondencia con la calidad de las aguas contemporáneas, el objeto de estudio pasó tres cuartas parte del tiempo en el extremo del depósito opuesto al megáfono.
Pero, en el líquido con mayores concentraciones de acidez, no hubo preferencia espacial, indicativo de que el pececito no podía oír, incapaz de descifrar las ondas sonoras y por tanto no actuó ante las señales de advertencia del peligro.
Lo que hemos hecho aquí es poner al pez en el medio ambiente de mañana, y sus efectos son potencialmente devastadores, explicó el doctor Steve Simpson, investigador jefe del proyecto académico británico.
Y describió al arrecife como una muralla de bocas prestas a recibir al pez payaso.
Stress y arrecifes en apuros
A favor de la fílmica criatura pudiera obrar el factor evolución, pues si a los océanos le tomara décadas para alcanzar estos puntos rojos de acidez, existe una posibilidad de que el pez se pueda adaptar a la nuevas condiciones, sostienen los oceanógrafos de Bristol.
También apuntaron que el daño comprobado no parece radicar en el aparato auditivo, sino en el sistema neurológico del animalito o el stress causado por un agente agresivo como resulta la acidez.
A diferencia de la alarma provocada por el calentamiento global los desvelos respecto a la acidificación del océano son relativamente recientes, pero ya las evidencias indican que pueden provocar significativos cambios a la vida marina.
Entre los organismos afectados de forma más directa pueden estar los corales y aquellos dotados de caparazón como los caracoles. Ante el continuo crecimiento de las emisiones de carbono, los científicos vaticinan que la mayoría de los arrecifes del mundo estaría en graves problemas antes del fin del presente siglo.
De manera que la hipotética versión finisecular de Buscando a Nemo, el pececillo hipoacúsico intentaría escapar de la sobreprotección paterna a través del ecosistema de praderas marinas, que para entonces habrán ocupado el sitio una vez perteneciente a las formaciones coralinas.