EU eleva el techo de su deuda
Por supuesto que el mundo respiró después de que la votación, primero en la Cámara de Representantes y después en el Senado, diera luz verde al presidente Obama para elevar el techo de la deuda de Estados Unidos y de esta manera evitar que ese país, por primera vez en su historia, tuviera que entrar en suspensión de pagos.
No obstante, el acuerdo, como todo mundo sabe, es un triunfo para los derechistas republicanos, que operaron un verdadero chantaje, pues se negaron a aprobar nuevos endeudamientos, mientras no se eliminara del plan de Obama la elevación de los impuestos para los ricos y se estableciera en la ley la obligación de realizar magnos recortes presupuestales que serán en una primera etapa de 900 mil millones de dólares en una década, y en otra etapa de recorte, que deberá ser aprobada por el Congreso antes del 23 de diciembre de este año, por 1.5 billones de dólares.
Tanto la discusión como el acuerdo final implican varios asuntos. Desde una perspectiva política, los republicanos buscan, tanto con el chantaje de que el Presidente tuviera que declarar la suspensión de pagos, como con los recortes presupuestales que sin duda afectarán a los ciudadanos y dificultan la recuperación de la economía, impedir la reelección de Barack Obama, y en este campo hay que registrar que en efecto la popularidad del Presidente ha disminuido en las encuestas.
Desde un punto de vista teórico, se enfrentan una escuela ortodoxa o monetarista, que considera como objetivo primordial el equilibrio del presupuesto, esto es que los gastos no superen a los ingresos públicos, y una perspectiva keynesiana que considera que el gasto público debe utilizarse como poderosa palanca para impulsar el crecimiento de la economía, aunque para ello tenga que recurrirse a la deuda o, como proponía Obama, al aumento de impuestos a los ricos.
El asunto de fondo, sin embargo, como en todo enfrentamiento político o ideológico, está la lucha de clases y la correlación de fuerzas sociales. En el caso de Estados Unidos, hace ya muchos años que la fracción hegemónica de la burguesía es la fracción financiera, que impone a troche moche sus intereses sobre los de otros sectores, como el manufacturero de la propia burguesía, y no digamos sobre los de los trabajadores.
Así, por sólo mencionar un ejemplo, cuando la fracción financiera estaba en peligro, durante 2008 y 2009, entonces no les pareció importante mantener el equilibrio presupuestal y prácticamente exigieron la mayor intervención del Estado en la historia del capitalismo, ya que el salvamento del sector financiero significó un gasto del gobierno por nada menos que 800 mil millones de dólares.
Para proteger sus intereses, la fracción financiera tiene a su favor precisamente su hegemonía, ya que, por ser el sector más poderoso, ningún gobierno puede permitirse una quiebra del sector en su conjunto, pues eso arrastraría a toda la economía a un desastre de enormes proporciones.
La principal consecuencia del acuerdo que se considera un triunfo de los republicanos, que por supuesto son la facción que más claramente representa a la fracción financiera, es que el menor gasto del gobierno significa un menor impulso a la economía y por lo tanto o la recuperación será más difícil o de plano quedará en el estancamiento.
Desde luego, esa realidad afecta de manera inmediata a México y como la administración panista sigue sin apartarse un milímetro la ortodoxia monetarista, aquí se seguirá sosteniendo el equilibrio presupuestal y la economía seguirá dando tumbos, de los que sólo se protegerá a la fracción financiera, mientras los trabajadores seguirán sufriendo el deterioro de sus condiciones de vida y los pobres aumentando por millones.



