Antonio Rivero Taravillo/Autor de Luis Cernuda. Años de exilio
Por Eve Gil
Investigador, traductor y poeta —interesante mezcla—, Antonio Rivero Taravillo (Melilla, España, 1963) ha dedicado los últimos años a hurgar en la existencia y la psique de una de las más grandiosas figuras de la literatura española de todos los tiempos: el poeta Luis Cernuda (1902-1963).
Producto de ese trabajo nos entrega Luis Cernuda. Años de exilio (1938-1963) (Tusquets, 2011), donde a través de testimonios de terceros y de la correspondencia del poeta con destinatarios diversos, recrea su azarosa existencia que habría de concluir en México.
Dos tomos biográficos
En conjunto, nos explica el autor, se trata de dos volúmenes. El primero, titulado Luis Cernuda. Años españoles (1902-1938), que cubre los años españoles de Cernuda, hasta que él parte al exilio, recibió el Premio Comillas de Biografía, pero no se publicó en México.
Esta segunda parte (que puede leerse perfectamente por separado) fue, en cambio, presentado en México antes que en España porque fue aquí donde el poeta pasó sus últimos años. “Empecé a leerlo —dice— y me di cuenta de que era un poeta de gran talla; por otra parte, la gran coincidencia de que somos de la misma ciudad [Sevilla]. Conforme pasaron los años lo fui leyendo, también su prosa crítica, sus ensayos, y cuando llegó el 2002, en que se celebró el centenario de su nacimiento, brotaron un montón de biografías suyas, pero aunque hubo alguna aproximación relativamente amplia que, en mi opinión, no alcanzaban a tener el nivel de detalle que considero justo para Cernuda, entonces decidí escribirla yo.”
La depresión del poeta
Rivero Taravillo reconoce que no fue un trabajo nada fácil, porque debía mantener distancia con un personaje por el que siente verdadera devoción, para poner en tela de juicio algunas verdades consignadas.
“Mi interés por él —dice Rivero Taravillo— tiene ya más de veinte años. En estas dos últimas décadas he publicado artículos sobre Cernuda, un volumen que recoge una colección de ensayos sobre su relación con las letras inglesas, a partir de su exilio en Gran Bretaña, y la preparación de los dos tomos que, en su conjunto, me ha llevado seis o siete años de una gran intensidad, pues el trabajo no solo abarca la consulta en archivos, sino también en entrevistas con personas que me aportaran información más directa, demás de desplazarme hasta todos los lugares donde estuvo Cernuda. Necesitaba encontrar nuevos datos que me hubieran pasado desapercibidos en los archivos universitarios y empaparme de las atmósferas de los lugares donde él estuvo, como Coyoacán, donde pasó los últimos años de su vida.”
Si bien el autor no menciona en forma directa la depresión de Cernuda, es un hecho, a juzgar por el comportamiento del poeta, que padecía lo que, se sabe hoy, es una enfermedad, la cual se agudizó durante su estancia en Inglaterra.
Sin embargo, el poeta poseía un carisma que seducía pronto a las personas, aunque él cortara esas relaciones a posteriori.
“En ocasiones la soledad —dice— es algo que acaece como una realidad no buscada, pero en el caso de Cernuda él asumía las consecuencias de un carácter que tendía a apartarse y a chocar con el mundo. Creo que el único lugar donde más o menos pudo establecerse fue México.”
Reencuentro con el idioma y el clima
Cosa curiosa: en México, Cernuda tuvo los amigos que no tuvo ni siquiera cuando vivía en su país de origen, según explica el autor: “Tuvo una radical diferencia con respecto a sus compañeros de la Generación del 27 que, como él, salieron al exilio. Algunos se quedaron en España, pero la mayoría partió, muchos de ellos a México. Cernuda permanece en una especie de Limbo, primero británico, luego norteamericano, hasta que llega aquí en el 49. En México recupera algo esencial, y lo recoge muy bien en el libro Variaciones sobre temas mexicanos, que es la lengua española. El ha estado una década en países donde se habla Inglés —lengua que le cuesta trabajo aprender— y para un poeta cuya herramienta es la lengua, eso produce un gran impacto, de ahí el tono elegiaco de parte de su poesía.”
“En México —agrega— se reencuentra con el idioma, pero también con el clima. El era del sur de Andalucía, donde hay calor, luz, playas, y estuvo en Glasgow, una ciudad con clima horrible, en una Inglaterra nevada la gran parte del año, mientras que aquí, aunque sea solamente por la piel y las sensaciones, queda prendado. Además, en el 51, se enamora de un joven mexicano.”
Monsiváis y Paz
Entre los personajes que Cernuda se relaciona amistosamente en México, destacan Octavio Paz y Carlos Monsiváis.
“Monsiváis —dice Rivero Taravillo— era homosexual como Cernuda, y eso produjo una asociación de identidades. Cernuda, por su asunción sin complejos de su identidad, fue un ejemplo para otros en su misma condición, y creo que ahí radicó su principal fuente de engarce. Monsiváis siempre fue muy crítico con México, y en ese sentido hay un correlato respecto la crítica feroz de Cernuda hacia España. Una crítica que viene casi siempre motivada por el amor: si no nos importara permaneceríamos indiferentes, no ejerciendo la crítica como elemento revulsivo, y creo que esa actitud moral-ético une a Cernuda con Carlos Monsiváis.”
Cernuda, agrega Rivero Taravillo, tuvo pequeño trato con la mayoría del grupo de Contemporáneos, y mucho con Paz.
Paz fue muy generoso con el poeta español a la hora de prestarle facilidades para publicar en México, cosa que en España no podía hacer porque tras la República vino el régimen de Franco.
“Comienza a publicar en México en El Hijo Pródigo y a través de Paz se le empiezan a abrir las puertas y su amistad se mantuvo hasta la muerte de Cernuda, si bien Paz está bastante tiempo fuera de México. La admiración fue mutua y Paz escribe el que será el ensayo más certero sobre Cernuda titulado “La palabra edificante”.