Patricia Gutiérrez-Otero

Abraham creyó contra toda esperanza, Génesis.

Escuchar, acompañar, hacer visible a las víctimas de la violencia; abrazar, llorar y reír juntos; decir no estamos solos: ustedes están con nosotros, son nosotros, por eso venimos a visitarlos. Crear conciencia de que otro México, otra manera de vivir, incluso de producir y de relacionarnos no es sólo posible, sino urgente. Romper el imaginario, que nos ha vendido la modernidad y su consecuente sistema de producción neoliberal y de mercado, en el que, como dijo Hobbes, “el hombre es el lobo del hombre”; vencer la idea de que no hay otra relación entre humanos más que la basada en la competencia donde gana el más fuerte, el más inteligente, el más bello… Creer que nuestra identidad proviene de nuestras posesiones, nuestra imagen o nuestro poder.

Rescatarnos a nosotros mismos, recobrar nuestra dignidad y nuestra capacidad de decisión sobre cómo queremos vivir. Exigir ser escuchados y tomados en cuenta por aquellos a quienes elegimos como representantes a nuestro servicio. Esto es lo que mueve a hombres y mujeres; jóvenes y viejos; víctimas y no víctimas; de muchos estados de México; a estar en movimiento, no sólo cuando salen en Caravana, sino en sus propias localidades, en la organización de eventos, en implicarse en la difusión, a través de muchos medios, entre ellos las redes sociales, de las actividades y del pensamiento a fondo que subyace en el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.

Es digno de reconocimiento el esfuerzo de estas personas que, dándose, suscitan y crean esperanza. Aquéllos y aquéllas que trabajan a favor de la polis, que, a pesar del cansancio causado por la difícil vida cotidiana, sacan fuerza de flaqueza para hacer más. Este gran esfuerzo se hizo visible en la jornada cultural “A mover el bote”, en Cuernavaca, Morelos, cuyo objetivo era conmemorar el asesinato de Juan Sicilia y sus amigos, ser “una alternativa de educación y cultura, contra la política de seguridad pública que ha tenido como eje central la militarización del país”, y recaudar fondos que, conmovedoramente, ascendieron a 5,831.60 pesos M/N.

Ir en la Caravana no es un viaje de placer en el sentido en que lo entiende la sociedad actual, pues las condiciones son precarias (se come lo que se puede, se duerme en el piso, muchas veces a la intemperie), sin embargo, la convivencia y los encuentros suscitan profundo gozo, un sentimiento de fraternidad.

La Caravana saldrá ahora a visitar a los hermanos y hermanas del Sur. Desde Ciudad de México, el 9 de septiembre, pasará por Cuernavaca, para dirigirse luego a Guerrero, Oaxaca, Chiapas, la frontera con Guatemala, Tabasco, Veracruz, Puebla y, el 19, regresar al Distrito Federal, en la significativa plaza de las Tres Culturas, lugar de encuentro y divisiones, y, esperemos contra toda esperanza, de reconciliación y cambio.

Pueden entrar en http://movimientoporlapaz.mx/caravana-del-sur/ para inscribirse o conocer otras formas de apoyar.
Además, opinamos que se respeten los Acuerdos de San Andrés, se libere a los prisioneros políticos, se limite a las transnacionales en México, se investigue los crímenes impunes, se detenga la guerra de baja intensidad contra indígenas, se frenen las campañas televisivas del miedo, se salve a Wirikuta y que nos activemos como sociedad civil porque estamos hasta la madre.

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