Patricia Gutiérrez-Otero
“Este silencio grita que nuestra Independencia está traicionada, está humillada, y los gritos de
independencia que los poderes gritan hoy en plazas vacías es una mentira que humilla
a todos los mexicanos”, Javier Sicilia (El Universal.mx, 17 de septiembre).
Cuánto sufrimiento ha debido encontrar la Caravana de la Paz a lo largo de su recorrido por el Norte y por el Sur, para que Javier Sicilia opine que si esta movilización civil que exige una solución integral al drama de la violencia no es escuchada por los políticos y los moviliza a trabajar con los ciudadanos para detener la “guerra” que estremece a la República Mexicana, lo que “va a venir por la indignación va a ser terrible hasta perder el país” (El Universal.mx, 18 de septiembre). Sicilia no quiere ni promueve ese estallido, lo predice como algo lamentablemente posible.
Escribo esta nota un día antes de que termine el recorrido de la Caravana por la Paz en la Plaza de las Tres Culturas en el D.F.: lugar emblemático de cómo la fuerza telúrica puede destruir grandes edificios hechos por mano del hombre, y también, en aquel momento dramático, testigo de la solidaridad humana; pero Tlaltelolco ha sido igualmente testigo de cómo el gran Leviatán que es el Estado puede, como Cronos, devorar a sus propios hijos para seguir subsistiendo.
Destrucción natural en el primer caso, que muestra la pequeñez y ceguera del ser humano parapetado detrás de sus logros; destrucción política en el segundo, apertrechado tras los intereses del concepto abstracto de Nación contra la insurgencia de muchos civiles que son lo concreto del país. La solidaridad humana es una ventana por donde entra la esperanza. Solidaridad que en el momento actual debe transformarse en acción aún por parte de aquellos que, demos gracias, aún no forman parte del gran contingente de víctimas que ha conllevado esta “guerra”.
Somos un pueblo poco politizado. Los más desposeídos, que tienen poco que perder o ya lo han perdido, enarbolan la idea de que es posible otro modo de vivir. Gran parte de las clases medias venidas a menos aún no asumen que el prometedor modelo de la economía liberal se terminó, que llegamos a un callejón sin salida y tratan de aferrarse a él, prefieren ignorar la realidad, en vez de sumarse con los hermanos de abajo y a la izquierda, como el corazón. Las clases pudientes del país, en el menos grave de los casos, ni ven ni oyen; en el peor, se alían con sectores gubernamentales y/o del crimen organizado para mantener su poder y estatus.
Es grave que tras el paso de la Caravana haya sido arrestado Fray Tomás González, protector de migrantes en Tenosique, aparentemente ya liberado, quién había hospedado a los caravaneros; que los doce guardaespaldas que el Estado proporcionó a Sicilia, y que él aceptó en nombre de sus acompañantes, hayan tenido que hacer un operativo extraordinario en la carretera de Villahermosa a Coatzacoalcos por una posible amenaza, y que, al parecer, hayan intentado entrar en la casa de Álvarez Icaza. ¿Estrategia para sembrar miedo en los defensores?: eliminando al líder, se elimina el problema; sin embargo, Sicilia recalcó algo que en nuestro país caciquista es difícil de entender: él no es el Movimiento por la Paz, lo son todas las víctimas y sus simpatizantes; tampoco Marcos es el ezln: “no se equivoquen, no es Marcos, es la gente; no se equivoquen, no es Javier Sicilia, lo verdaderamente importante es la gente” (El Universal.mx 18 de septiembre). Por eso, mañana terminará la Caravana, pero no el Movimiento.
Sumemos, no restemos.
Además, opinamos que se respeten los Acuerdos de San Andrés, se libere a los prisioneros políticos, se limite a las transnacionales en México, se investigue los crímenes impunes, se detenga la guerra de baja intensidad contra indígenas, se frenen las campañas televisivas del miedo, se salve a Wirikuta y que nos activemos como sociedad civil porque estamos hasta la madre.
www.movimientoporlapaz.mx
pgutierrez_otero@hotmail.com
