El 20 de septiembre, fecha prevista para la decisión
Por Bernardo González Solano
In memoriam de Sergio Nudelstejer Befeler
Una vez más, como ha sucedido varias ocasiones en sus cortos 63 años de existencia en la época moderna, Eretz Israel vive otro momento decisivo de su historia. No hay de qué asombrarse, pues la zozobra parece ser el sino de la nación judía, aunque sus simpatizantes no olvidan las palabras de la ex primer ministra que había nacido en Rusia, Golda Meir (su apellido original era Mabovitch, de casada Meyerson): “Israel no puede darse el lujo de perder una sola guerra, podría ser la última”.
¿Radical?, puede ser, pero crudamente realista. Estudios recientes indican que el antisemitismo ha aumentado en todo el mundo, a la par de los “negacionistas”, incluyendo sacerdotes católicos que el propio Vaticano ha tenido que sancionar; ni se diga de líderes islámicos como el de Irán que simple y llanamente pide la inexistencia de Israel, amén de negar el Holocausto (Shoah) durante la Segunda Guerra Mundial.
No por casualidad todos los momentos cruciales de la historia israelí han tenido correlación con momentos capitales de la historia mundial: el gran viraje de la posguerra en 1947-1948 cuando venció a los ejércitos árabes por la valentía de los colonos judíos que apenas contaban con armamento viejo; el gran balanceo del equilibrio planetario en 1967 que inició la larga época del “tiempo de los problemas” de la década de 1970, y el fracaso del proceso de paz con los palestinos en el año 2000 que algunos analistas califican como premonitorio del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.
Israel perdió las esperanzas
Ahora, el anuncio del voto, casi unánime, de la Asamblea General de la ONU a favor del reconocimiento inmediato de un Estado palestino que encaja bien en el proceso de la revolución árabe iniciada en diciembre de 2010 y con el anuncio de otra crisis (sin precedentes) en las finanzas y economía de Occidente, en Estados Unidos y en la Unión Europea.
Pese a las gestiones diplomáticas de los enviados de Tel Aviv —con la bendición de Jerusalén—, los pesimistas (pragmáticos) afirman que Israel perdió ya las esperanzas de impedir a los palestinos hacer realidad su sueño: un Estado palestino ratificado ya sea por el Consejo de Seguridad de la ONU o por la mayoría de la Asamblea General de la propia organización internacional.
De acuerdo a fuentes diplomáticas israelíes, los palestinos podrían recibir el apoyo, por lo menos, de 130 de los 193 países miembros de la ONU. Saëb Erakat, colaborador incondicional de Mahmud Abbas, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, estima que se podría salvar la barrera de los 150 países.
En el momento de escribir este reportaje, por ejemplo, el gobierno de China anunció que votaría a favor del Estado palestino, siendo que, hasta hace poco, las fuentes diplomáticas de Naciones Unidas excluían el voto de Pekín.
Otros países centroamericanos, como El Salvador y Honduras también votarán por la petición de la Autoridad Nacional Palestina. Así, la batalla de la ONU parece perdida de antemano para Tel Aviv.
Ron Prossor, embajador de Israel ante el organismo internacional, admitió, en un mensaje dirigido a Jerusalén y divulgado el domingo 28 de agosto último por el periódico israelí Haaretz, que “lo máximo que Israel puede esperar es que un pequeño grupo de países vote en contra, se abstenga o no tome parte de la votación “. Otro diplomático israelí prevé que “cuando más, diez o quince países se atrevan a desafiar la ley del mayor número y el lobby de los países árabes en el seno de la ONU al pronunciarse contra la iniciativa palestina”.
El primer ministro israelí, Benjamín (Bibi) Netanyahu, tiró la toalla y renunció a pronunciar un discurso en la ONU para tratar de convencer, de último momento, a posibles países indecisos.
Israel aborda esta prueba, inevitable, sin duda, en diferentes condiciones a como se encontraba en 1947 con el liderazgo del primer ministro David Ben Gurión, o en 1967 bajo una dirección colectiva de la que surgieron varios personajes judíos de gran renombre. Ahora, nada de esto. Israel está gobernado por epígonos cuya experiencia no impresiona casi a nadie.
Opiniones
Tal y como expone Lluís Bassets en su artículo “Un tsunami llamado Bibi”: “Aseguran quienes han vivido un tsunami que poco antes de que el mar se levante se produce un extraño silencio, fruto del silencio de los pájaros que han huido del escenario de la catástrofe inminente. No es el caso del tsunami diplomático que va a sufrir Israel este mes de septiembre, según anunció de forma muy temprana su ministro de Defensa, Ehud Barak, hace casi medio año. Cuando quedan apenas 15 días para la fecha en que se prevé el golpe de mar, se multiplican los signos de su llegada dentro de Israel, en los territorios ocupados, en sus fronteras y en la escena internacional…”
“El tsunami anunciado por Barak —agrega Bassets— llegará con la votación en Nueva York, en la Asamblea General de la ONU, en la que se prevé que como mínimo 140 Estados apoyen el reconocimiento de Palestina, que marcará el punto más bajo en la historia diplomática de Israel. Es evidente que su advertencia sobre «la parálisis, la retórica y la inacción (que) profundizarán el aislamiento de Israel» ha caído en saco roto. Nada de lo que ha hecho el Gobierno al que pertenece Barak y que encabeza Benjamín Netanyahu ha servido para mejorar la posición de Israel en la escena internacional, al contrario. El estallido de la primavera árabe aportó una bocanada de aire fresco que Netanyahu no quiso aprovechar: nadie quemaba banderas israelíes en las calles árabes donde se desarrollaban las protestas, algo que está cambiando ahora a toda velocidad, con la aparición de unas opiniones públicas democráticas que se expresan con la libertad y la desenvoltura que las dictaduras constreñían”.
Por su parte, Dore Gold, ex embajador de Israel en la ONU, presidente de Jerusalem Center for Public Affairs, en su comentario “Palestina, apuesta para Europa”, explica: “El 20 de septiembre, la Autoridad Palestina (AP) prevé que Naciones Unidas reconozcan su derecho a ser un Estado cuyas fronteras correspondan a las establecidas antes de junio de 1967. La AP pedirá, sin duda, al Consejo de Seguridad (CDS) convertirse en miembro «de pleno derecho» de la ONU, requiriendo el reconocimiento de su Estado en la Asamblea General”.
Continua Gold: “Según los acuerdos de Oslo de 1993, las fronteras entre Israel y la AP deberían negociarse. Por otra parte, la resolución 242 del CDS de la ONU adoptada después de la Guerra de los Seis Días no pedía a Israel retirarse a las líneas anteriores de junio de 1967 —lo que la AP exige sin reservas— aunque sí garantizaba “fronteras seguras y reconocidas” aceptadas por las partes”.
“Al rechazar la vía de la negociación en la cual la AP está totalmente obligada —abunda Gold—, su presidente Mahmud Abbas espera imponer a Israel, con el apoyo de Naciones Unidas, los límites territoriales que descuenta. Las experiencias anteriores demuestran que la delegación palestina en la ONU podrá obtener una amplia mayoría gracias al apoyo del bloque de los no alineados. Pero Abbas no quiere que esta mayoría descanse solamente sobre países como Zimbabwe y Pakistán: busca también el apoyo de los miembros de la Unión Europea que agregarían un «peso moral» a este nuevo consenso internacional”.
Europa, dividida
Sin embargo, el domingo 4 de septiembre, los Veintisiete fracasaron en su intento por romper la división que ocasiona en sus filas el reconocimiento del Estado palestino, que a no dudarlo se debatirá desde el martes 20 del presente. Lo cierto es que la tarea no es fácil. Varias naciones, como Italia, Holanda, República Checa y Alemania, han decidido alinearse con la posición de Israel, cuya cancillería asegura que un apoyo internacional al propósito palestino podría provocar otro estallido de violencia en la región, lo que no sería nada raro; en tanto, otros países como Portugal, Irlanda, Suecia, Bélgica y España, dicen que deben votar por el proyecto del presidente Mahmud Abbas, lo que evitaría una nueva frustración en la franja de Gaza y Cisjordania.
Así las cosas, en la reunión de Unión Europea, en lo único que estuvieron de acuerdo fue instar a las partes a volver cuando antes a la mesa de negociación.
Asimismo, la perspectiva de que Palestina se presente en la ONU para lograr el reconocimiento formal de su Estado es un difícil rompecabezas diplomático para el presidente Barack Husein Obama. Si el mandatario mulato estadounidense no logra convencer a Abbas de no presentar su demanda el 20 de septiembre, siendo el huésped de la Casa Blanca más propalestino de los últimos decenios, se encontrará en una paradójica situación de tener que oponer su veto a una eventual resolución a favor de Palestina en el Consejo de Seguridad para proteger los interés de su aliado estratégico israelí.
Escenario que todos quisieran salvar, pero que nadie tiene la fórmula para hacerlo. Ojalá que Israel y Palestina lleguen a convivir en paz algún día. Eso es lo ideal.