Del otro lado, casi toda la población es latina
Silvio González
En la frontera entre México y Estados Unidos, justo donde el Río Bravo separa el lado mexicano de Tamaulipas del estadounidense de Texas, existe un mundo desconcertante y poco conocido.
Se trata de una ciudad que ha quedado dividida entre dos países, producto de la codicia de los más fuertes y donde del lado estadounidense un 94.3 por ciento de su población es de origen latino, según el último Censo de Población.
Nuevo Laredo en Tamaulipas y Laredo en Texas son ciudades gemelas por obra y gracia del Tratado de Guadalupe-Hidalgo, que en febrero de 1848 partió en dos una urbe debido a que Estados Unidos arrebató de un plumazo esas tierras al país vecino.
La fundación formal de la Villa de Laredo ocurrió el 15 de mayo de 1755 en la margen izquierda del Río Bravo y para 1767 su territorio ya abarcaba ambas márgenes de esa vía acuática.
Los primeros pobladores fueron atacados por las tribus comanches y apaches que originalmente vivían en aquellos territorios. Las sequías, inundaciones, el frío, o el intenso calor hacían cotidiana la lucha por la vida hasta 1818, cuando comienza una etapa de revoluciones y guerras que se extendió durante 55 años para cambiar tradiciones, cultura y hasta el propio idioma.
La ciudad lleva ese nombre en recordación de una villa española llamada Laredo cercana a la Bahía de Vizcaya en la provincia de Santander en España.
La agricultura hizo que el asentamiento poblacional mexicano ganara fama por sus cebollas, tomates y otros vegetales y frutas y los habitantes además emprendieron otras actividades como la cría de ganado y el curtido de
pieles.
Permaneció como una ciudad mexicana hasta que se suscitó la guerra de 1847 finalizada con el Tratado de Guadalupe-Hidalgo y resultó dividida en dos.
Cuentan los historiadores que en aquel momento un grupo de familias muy patrióticas decidieron quedarse en la parte sur o mexicana del río, a la que llamaron Nuevo Laredo.
Según la leyenda, esas familias incluso desenterraron a sus difuntos (que habían sido sepultados al norte del Río Bravo) para trasladarlos a Nuevo Laredo, de forma que siguieran siendo mexicanos.
En la década de 1870 la norteña Laredo transportó ganado por ferrocarril para venderlo en otras ciudades estadounidenses y los grandes cercados de alambre de púas propiciaron el desarrollo de un entorno de florecientes ranchos en los años de 1880.
Varias minas de carbón fueron descubiertas al norte de Laredo y su explotación plena comienza en 1873. Ya el año 1881 marcó la transformación de la estadounidense Laredo de una casi desconocida villa a una ciudad importante y se consideró un punto fronterizo de los más prósperos entre Estados Unidos y México.
El Directorio de Laredo, publicado en 1889, señala la acelerada prosperidad que ganaba el asentamiento urbano donde en su época dorada tenía electricidad, un amplio mercado, una refinería, una cárcel, tres fabricas de ladrillos y hasta un teatro de la Ópera.
La población de origen europeo en 1890 estaba compuesta por inmigrantes y gente de otros estados llegados a Laredo en busca de empleos y por las atractivas oportunidades de negocios.
Todos eran tolerantes y cosmopolitas
Las empresas ferrocarrileras Texas-Mexican Railway y Great Northern Railway, unieron a Laredo con urbes de otros estados norteños y especialmente con el importante puerto de aguas profundas de la ciudad de Corpus-Christi en el corazón del Golfo de México.
En el año 1900 las minas de carbón enviaban 23 millones de libras de mineral a Laredo y esto mantuvo un flujo muy activo del ferrocarril para el traslado de todo tipo de mercancías y pasajeros.
Durante la Primera Guerra Mundial los estadounidenses abrieron un campamento militar que llegó a albergar 10 mil soldados lo que también trajo una etapa de bonanza a los citadinos.
En 1935, con la apertura de la Carretera Panamericana, la zona recibió una avalancha de turistas interesados en las atracciones y el contraste de la frontera.
Importancia económica
En la actualidad, más del 36 por ciento del total de la actividad comercial internacional de México hacia el exterior cruza por Nuevo Laredo.
Es por ello que la economía de esa ciudad mexicana gira en torno a la importación y la exportación, según la Cámara de Comercio local.
Diariamente cruzan esa frontera más de tres mil rastras y decenas de miles de otros vehículos. Anualmente también se calcula un tráfico de más de mil 500 vagones de ferrocarril por ese punto fronterizo, según la misma fuente.
Revisar a todos resulta totalmente imposible, ya que por ejemplo los agentes del servicio de aduanas estadounidense cuentan solamente con 11 segundos para verificar a cada uno de los vehículos que cruzan la frontera.
Para inspeccionar a los miles de peatones de ambas nacionalidades que transitan diariamente por los puentes internacionales (que unen Laredo con Nuevo Laredo) el tiempo que tienen estos funcionarios se reduce a cuatro segundos, según apunta el diario New York Times.
La cantidad de drogas, armas y dinero sucio que pueden cruzar constantemente esa frontera binacional es incalculable.
Es por esa razón que a ambos lados de ese punto fronterizo operen grupos delictivos que siembran el terror en la población de estas ciudades hermanadas en su origen y a la vez divididas.
(*) El autor es jefe del Departamento de Difusión de Prensa Latina.