Discriminación religiosa en hospitales

Por Humberto Musacchio

Del 7 al 15 de agosto, la Iglesia La Luz del Mundo realiza en la ciudad de Guadalajara la Santa Convocación, conjunto de ceremonias que culminan con la Santa Cena, el momento más importante para los fieles de esta institución religiosa y motivo de una reunión a la que asisten miles de creyentes llegados de más de treinta países.

Como es explicable, en la propia capital tapatía hay fieles que por algún padecimiento no pueden asistir. Para ellos, La Luz del Mundo avisó a los hospitales en tiempo y forma que algunos de sus ministros religiosos se disponían a visitar a los enfermos de su credo, por supuesto con cabal respeto por toda prescripción médica. Lamentablemente, en la Guadalajara panista reinan la intolerencia y la mochería —tan combatidas por Benito Juárez y otros próceres de la Reforma— y una decisión arbitraria privó a los fieles enfermos de asistencia espiritual, pues se impidió el paso de sus ministros.

El 22 de julio, el doctor Rigoberto Navarro Ibarra, director del Antiguo Hospital Civil de Guadalajara Fray Antonio Alcalde, respondió que dicho nosocomio “es un recinto fundado por Franciscanos (y que) si se solicitan prácticas de otra religión, éstas deberán dirigirse al Arzobispado de Guadalajara” (la feria de mayúsculases por cuenta del doctor Navarro).

Tres días después, en otro oficio, el también doctor Benjamín Gálvez Gálvez, director del Antiguo Hospital Civil de Guadalajara Dr. Juan I. Menchaca, contestó a la solicitud de la siguiente manera: “Hago de su conocimiento que de acuerdo con el reglamento interno de esta unidad hospitalaria no se permite el paso a ninguna persona ajena a esta H. Institución, por lo cual no se podrá permitir su entrada”.

Pero ocurre que ambas instituciones tienen carácter público y dependen del gobierno, por lo que están plenamente obligadas a acatar la Constitución y las leyes de la república. El arzobispado tapatío no tiene por qué decidir quién puede ingresar al Hospital Civil Antonio Alcalde como dice el cretinazo “doctor” Rigoberto Navarro, quien ignora que desde hace siglo y medio se separaron la Iglesia y el Estado y que hoy todas las religiones tienen los mismos derechos y deberes.

Igualmente, si de ambos hospitales entran y salen libremente sacerdotes y monjas del culto romano, Gálvez y Gálvez no puede ni debe prohibir el paso a ministros de otros credos, pues eso implica bailarse un jarabe sobre nuestra legislación.

El caso está en manos del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación. Estaremos pendientes de lo que resuelva.