No bastará la detención de responsables materiales
Por José Fonseca
La tragedia del casino Royale de Monterrey subraya que más allá de las estadísticas y los diagnósticos sobre la inseguridad, repetidos hasta la saciedad, la muerte de 52 personas es el aviso de que algo está mal en la lucha contra el crimen organizado.
En la jerga de la comunicación política existe la táctica del spin, el darle vuelta a una información negativa para convertirse en favorable.
Eso han hecho el gobierno federal y el gobierno de Nuevo León con la tragedia del pasado 25 de agosto.
Han convertido en el centro de la atención la ilegalidad de la operación de los casinos y cómo esos establecimientos se convierten en lugares propicios para el lavado del dinero del crimen organizado.
Este espacio piensa que la tragedia de Monterrey no ocurrió porque existan casinos, ni por su eventual ilegalidad, sino por la incapacidad de las políticas federal y estatal para contener a las bandas criminales que operan cada vez con más agresividad en Nuevo León y otras entidades de la república.
Las redes de venta de protección —extorsiones a todo tipo de negocios— constituyen la implantación de un sistema de recaudación de impuestos paralelo al sistema de recaudación del Estado.
Muchos de los recientes incidentes en Monterrey, como la matanza en un bar, se originan en el endurecimiento de dicha política de recaudación por parte de los criminales.
“O pagas o sufres las consecuencias”. Ese es el mensaje que a diario reciben miles de empresarios, pequeños, medianos y grandes, en muchas ciudades de la república.
La incapacidad de las fuerzas de la ley para combatir esa variante de las actividades de las bandas criminales del crimen organizado es el origen de la tragedia de Monterrey.
Podrán cerrar los casinos, pero ¿van a cerrar comercios, factorías, maquiladoras y tantas pequeñas empresas que para poder operar deben pagar protección?
¿Bastará la eventual detención de los responsables materiales del atentado contra el casino Royale? Claro que no.
El spin a la tragedia de Monterrey sólo abrió la cloaca de la corrupción en la expedición de permisos y en lo que debiera ser riguroso control gubernamental de las casas de apuestas.
En Monterrey, como en tantas comunidades de la república agobiadas por la violencia, se repite el ¡ya basta!, pero no hay cambios en las políticas públicas paralizadas por aquéllos que confunden la democracia liberal con un Estado donde no se puede utilizar la fuerza para defenderla.
Son días de discursos, de declaraciones, de foros de consulta con expertos, de propuestas utópicas, de manotazos en la mesa, pero debieran ser días de acciones eficientes y eficaces.
Esta semana, pensamos en este espacio, adquiere vigencia aquel viejo proverbio alemán: “¿Qué sentido tiene correr si vamos en la carretera equivocada?”
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