Nuestra casa de estudios

Martín Tavira Urióstegui
(Segunda parte)

El 15 de octubre de 1917, el gobernador Pascual Ortiz Rubio promulgó el decreto que creaba la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. El titular del Ejecutivo michoacano tuvo fuertes choques con el Congreso del Estado, cuyos diputados consideraban que era un lujo crear una institución de esta naturaleza en una entidad pobre, llena de analfabetismo; una especie de “florón en la cabeza de un mendigo”, según la grotesca expresión de los autores del dictamen. Tuvo que concurrir Ortiz Rubio a la sesión de la Cámara de Diputados para defender su proyecto. Quiso crearla independiente —con cierta autonomía— para preservarla de la política militante. Como se ve, esta posición es opuesta a las concepciones de Luis Cabrera. Y es que la universidad no puede amurallarse frente a las contradicciones sociales y políticas.

Andando el tiempo, quienes dirigían la Universidad Nicolaíta —la primera surgida al triunfo de la Revolución—, se fueron deslizando hacia la derecha, sellándose un maridaje con instituciones confesionales. Los egresados del Colegio Italiano, dirigido por corporaciones religiosas, tenían las puertas abiertas de la universidad para realizar sus exámenes recepcionales con las mayores facilidades.

Ante tal situación, el gobernador Francisco J. Múgica, de un plumazo —decreto del 26 de octubre de 1920— suprimió el autogobierno, dejando sólo la autonomía técnica. En adelante el rector y los directores de los planteles universitarios podían ser removidos libremente por el gobernador. La Universidad Michoa­cana volvió a ser autónoma a partir de la Ley Orgánica de 1963. Hoy la autonomía universitaria ha adquirido rango constitucional, con la reforma de 1980.

Desde que llegamos al Colegio de San Nicolás en 1952, para estudiar el bachillerato, vivimos le efervescencia de la reforma universitaria. En ese año estalló el movimiento reformista para derrocar al rector Gregorio Torres Fraga, quien tenía enemigos en el gobierno del Estado. Tiempo después salió este jurista de la Rectoría. La “reforma universitaria” se esfumó como por encanto.

El rector Eli de Gortari —1961-1963— realizó algunos cambios importantes: con base en la Ley Orgánica de 1961, creó la Facultad de Altos Estudios “Melchor Ocampo”, estableciendo las licenciaturas de filosofía, historia y ciencias físico-matemáticas; dictó un reglamento de profesores y se organizó el Consejo de la Investigación Científica; la disciplina en el trabajo académico se elevó; en fin, las actividades culturales se dinamizaron más.

La reforma universitaria debiera tomar en cuenta las necesidades de la nación y de las particulares de Michoacán. Sin tomar en cuenta esos objetivos, todo intento de reformas irá a ciegas.

Hay que preguntarse: ¿qué cuadros profesionales requiere el estado y la nación para su desarrollo en los diversos órdenes? ¿Se deben seguir incrementando las carreras tradicionales? ¿Qué científicos y humanistas se necesitan? ¿Qué debe hacerse con la difusión de la cultura para intensificarla cuantitativa y cualitativamente?

El gobernador Leonel Godoy Rangel prometió crear nuevos campus universitarios y lo está cumpliendo. Toca a la Universidad darles contenido.

A nuestro sencillo juicio, el desarrollo de la Universidad Nicolaíta debe realizarse sobre la base de necesidades reales y no de momentos coyunturales.