Por Marco Antonio Flota
La pertinencia de que exista en México un gobierno de coalición ha sido planteada una vez más por un grupo de notables: intelectuales, académicos, artistas y, aunque usted no lo crea, políticos de distintos matices: PAN, PRI, PRD.
La idea es que si el próximo presidente de la República no es electo por un porcentaje tal que le dé mayoría absoluta pueda aliarse con fuerzas políticas distintas a las de su partido para formar un gobierno que saque adelante al país.
¿Pero realmente se necesita una reforma constitucional para que el presidente llame a colaborar a personajes de la oposición?
Una minicoalición, diríamos, la intentó Ernesto Zedillo cuando designó procurador general de la República a un panista: Antonio Lozano Gracia, cuya labor se limitó a armar el expediente contra Raúl Salinas de Gortari, incluido el jocoso episodio de “La Paca”, aquella vidente que iba a resolver el crimen o desaparición del diputado Muñoz Rocha con su varita de membrillo pero que resultó más mentirosa que Pinocho (lógico, dijeron los chistosos, porque “La Paca” tenía una varita de membrillo y Pinocho de miembrillo una varita).
Algo similar hizo Vicente Fox al designar en Hacienda al priísta Paco Gil Díaz e integraron presidente y secretario un equipo español: Gil y pollas. Quizá Felipe Calderón pensó ir más allá: pudo haber sopesado la posibilidad de ofrecer la Secretaría de Gobernación a doña Beatriz, pero como ésta difícilmente hubiera aceptado nombró en Hacienda a Agustín Carstens, también priísta y de la misma talla (política, se entiende).
De algún modo, esos gobiernos fueron de coalición. Pero también tuvimos un gobierno de colusión con Carlos Salinas de Gortari en la Presidencia y Diego Fernández de Cevallos, como su primer operador político. Y, además, el gobierno de Salinas fue de colisión: chocó con don Fernando Gutiérrez Barrios, su secretario de Gobernación, en vísperas de la sucesión presidencial.
(Llamó entonces Salinas a la Segob, usted lo recuerda, al doctor Jorge Carpizo, quien proclamaba que no era hombre de partido. Y hasta la fecha no es miembro. De ningún partido).
Pero esas fueron coaliciones, colusiones y colisiones de facto, no constitucionales. Ahora los notables proponen que tengamos un presidente elegido por mayoría relativa y un jefe del gabinete, que podría ser el candidato segundo en votación, suponemos.
Pero eso está bien para los países civilizados, como Inglaterra, donde la reina es simplemente decorativa y gobierna un primer ministro. Aunque también ha ocurrido en México cuando el presidente era Fox y doña Martita gobernaba con más poder que la Thatcher.
¿Pero se imagina usted a Enrique Peña Nieto de presidente con Ernesto Cordero como jefe de gabinete? ¿O a Santiago Creel en Los Pinos, cogobernando con Marcelo Ebrard? ¿O a Manlio Beltrones con Andrés Manuel López Obrador como segundo de a bordo?
La que definitivamente, desde ahora, queda descartada para un gobierno de coalición es Josefina Vázquez Mota: la Gaviota de Peña o la Bueso de Ebrard le harían la vida imposible.
Epidramas
Procedimiento aprobado:
será una elección abierta
la del PRI. Verdad muy cierta:
Manlio no está desolado,
solamente desollado.
Y no es que a Beltrones
pique, pero preside el Consejo
priísta un grillo viejo:
Jackson y de nombre ¡Enrique!
Ya la Fundación Colosio
al priísmo ha convocado
para formular, mi socio,
el programa. Has acertado:
les va quedar copeteado.
No habrá beso de Luzbel,
además una obviedad:
si se rompe la unidad
pueden pegarla con gel.
No va a influir ningún ex
y se aclara: en este caso
está prohibido el dedazo
¡pues ya hubo d’ Edomex!