Promesas al viento

Por Martín Tavira Urióstegui

La campaña electoral de Michoacán para renovar los poderes del estado, no ha emprendido el vuelo —¿quedará tiempo para hacerlo?— del espíritu creador, a fin de proponer cambios progresivos, sino que sigue en los aleteos de las descalificaciones mutuas, de las frases huecas y de mal gusto; así como de las generalidades.

Los candidatos a la gubernatura siguen lanzando promesas al viento, sin “aterrizar” en el campo firme de lo concreto.

Hablan de crear empleos, sin señalar los renglones en donde se van a abrir; se refieren a la educación como un aspecto de primerísima importancia, sin presentar un programa sobre su desarrollo en los diversos niveles; señalan la atención a la salud, sin precisar las dolencias y sus remedios; insisten en la atención al campo, sin decir qué y cómo; y así podríamos seguir sus “propuestas” en los terrenos grises de la abstracción.

Algún candidato por ahí cae en franca demagogia prometiendo cosas que sabe bien que no puede cumplir, diciendo que llevará la plena felicidad al campo, en donde la abundancia llene los graneros y colme de alegría los corazones de los campesinos.

Todos hablan de atacar la pobreza sin concretar los cómos o los caminos para cumplir tal grandioso objetivo.

Pero por lo que leemos en la prensa o las declaraciones en la televisión, los candidatos no hacen pronunciamientos sobre la cultura. Parece que hay una alergia para ese quehacer humano. Olvidan el derecho a la cultura.

Nadie ha hablado de continuar la tarea de hacer el censo del patrimonio de la cultura material perteneciente a Michoacán, catalogarlo y difundirlo. Nadie ha hecho pronunciamientos sobre el patrimonio cultural intangible del que es tan rico el estado: hacer el recuento de lo que tenemos, las obras de arte y sus creadores, en la música, en las artes plásticas, en la danza, en el teatro, en la literatura.

Si bien es cierto que la ciencia es la base de la cultura, el incremento de los conocimientos en este terreno —la investigación científica— corresponde a otras instancias, a la universidad y a los institutos tecnológicos. Sin embargo, la política cultural tendría que ver con la difusión de los hallazgos científicos hacia la sociedad, con publicaciones que dieran cuenta del conocimiento científico, en forma sencilla, accesible a amplias capas de la población.

Conservar, enriquecer y difundir la cultura creada por el pueblo michoacano sería tarea primordial de gobierno. Estimular e impulsar la creación artística debiera ser una preocupación tan importante como el desarrollo agrícola e industrial.
Sembrar de talleres todo el territorio michoacano en las diferentes expresiones del arte, contribuiría a elevar el espíritu del pueblo y a alejarlo de la delincuencia. Con esta enorme actividad se podrían descubrir los talentos y los genios —¿por qué no?— que están escondidos o perdidos en lugares remotos.

Recordemos cómo Federico García Lorca, durante la República, llevó el teatro volante a diferentes lugares de España. Su “barraca” dejó una huella profunda en tierras del Quijote. Sin afán de simple imitación ¿podrían llevarse grupos artísticos a toda la geografía michoacana?

En suma, como decían los románticos alemanes: “configurar la vida en general como una obra de arte”. O como proclamaba Schiller: llenar el arte de vida y llenar la vida de arte, una especie de ludus vitalis. Para este genio del teatro y la poesía, el hombre llega a ser tal cuando juega. Pero este “juego de la vida”, ha de ser el que la eleve y la ennoblezca.