Violencia en egipto

 

Carlos Guevara Meza

El pasado 9 de octubre se registró un enfrentamiento brutal en el contexto de una manifestación de cristianos coptos en El Cairo. El saldo fue de 25 muertos y más de 200 heridos, sin que al momento de escribir estas líneas se conozca cuántos de ellos fueron militares y cuántos civiles. La manifestación se realizaba frente a las instalaciones de la televisión pública en protesta por el tratamiento sectario que, al decir de los manifestantes, se da en ese medio ante los continuos acosos por parte de musulmanes radicales en contra de la comunidad cristiana, y por el ataque a una iglesia copta en la región de Asuán.

El choque es el más sangriento desde los enfrentamientos realizados durante la revolución que derrocó al dictador Hosni Mubarak, y ha causado alarma en el país. El gobierno provisional ha declarado que iniciará una investigación sobre los hechos, al tiempo de desmentir que se trate de una pugna entre cristianos y musulmanes. Al igual que la jerarquía de la Iglesia copta, culpa a provocadores pro-Mubarak del estallido de la violencia.

Al parecer, civiles armados comenzaron el ataque a la manifestación que, en medio del caos, fue interpretado por las fuerzas militares con presencia permanente en la estación de televisión como un ataque en su contra por lo que respondieron embistiendo a los manifestantes. Según algunos testimonios el ataque de los provocadores hirió o mató a varios miembros de las fuerzas del orden, lo que explica la ferocidad con la que respondieron, lanzando las tanquetas a alta velocidad en medio de la multitud (como puede apreciarse en varios videos que se encuentran en la red), marchando en formación para golpear a los manifestantes y quizá abriendo fuego. Sin embargo, otros informes señalan que las fuerzas del gobierno utilizaron balas de goma, por lo que los muertos y heridos por arma de fuego debieron ser causados por los provocadores.

Pese a las declaraciones tanto del gobierno como de la Iglesia copta, y los llamados a la calma, no puede omitirse el hecho de que hace décadas que los cristianos egipcios sufren el acoso por parte de grupos musulmanes radicalizados por el fundamentalismo y el milenarismo, sin que el gobierno de Mubarak hubiese tomado medidas más serias para impedirlo. El propio gobierno de transición ha sido por lo menos tibio en su respuesta a actos de violencia como el de Asuán o los enfrentamientos que se sucedieron en la famosa plaza Tahir en marzo pasado donde perdieron la vida 13 personas, o en mayo cuando ataques a diversos templos se saldaron con 12 muertos. Aun ahora, la cartilla de identidad de los egipcios incluye el dato sobre la religión que profesan los ciudadanos, y ha sido tradicional limitar o de plano excluir a los coptos de los altos puestos públicos y privados. Durante al menos 50 años se ha producido una importante migración cristiana de Egipto y otros países del Medio Oriente ante el crecimiento del fundamentalismo islámico.

El enfrentamiento sucede cuando faltan sólo unas cuantas semanas para las primeras elecciones presidenciales que Egipto ve en décadas, y podría enturbiar un proceso electoral ya de por sí complicado.