Ultimo mohicano

Por Bernardo González Solano

Desde hace muchos años, después de haber sido quizás el país más admirado del planeta, especialmente cuando los Aliados derrotaron a las potencias del Eje encabezadas por la Alemania nazi en la Segunda Guerra mundial, Estados Unidos pasó a ser el blanco preferido de los ataques de muchas partes del mundo —incluso de aquéllas que le debían la supervivencia económica tanto en Europa como en Asia y en otras regiones— que lo señalaban y señalan como la insaciable punta de lanza del capitalismo: el ultimo gran “imperio”. Parodiando la consigna imperial: “el indio bueno sólo es el indio muerto”, “el único estadounidense bueno es el estadounidense muerto”.

Pérdida nacional

Así las cosas, el fallecimiento de Steve Jobs, indudablemente uno de los grandes genios de la informática, a los 56 años, víctima de un cáncer de páncreas, es una pérdida nacional superior al asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy, por la emoción que generó y por su trascendencia universal.

Antes de morir, Jobs era un estadounidense querido, reconocido y respetado mundialmente; Jobs representó la otra cara del capitalismo. Fue un visionario de la era digital, cuya influencia se dejará sentir durante décadas. Jobs muere como un héroe popular. Recuperó el respeto para un estadounidense. El último mohicano.

Fue un personaje fuera de serie en distintas formas: como diseñador, innovador y líder. Pero su principal cualidad fue su destreza para articular una singular forma de esperanza. Nada lo ejemplifica mejor que su primerizo logo de la manzana mordida, que se convierte en un arcoíris sobre el arquetipo de la inmoralidad y caída del ser humano —el fruto prohibido— cambiándolo por un signo de promesa y progreso. La manzana de Adán y Eva, el símbolo de la caída del hombre, por un icono de los verdaderos creyentes de la tecnología, suposiciones, quizás, pero la “manzana mordida” forma parte de la historia moderna de la humanidad, para siempre.

Empresario no depredador

Mas allá de filosofías y suposiciones, la muerte de Jobs sorprende a la “aldea global” en medio de una de tantas crisis económicas que el planeta ha sufrido en los últimos tiempos. Crisis que han convertido a los banqueros y multimillonarios —incluyendo los chinos riquísimos que ya forman parte del Comité Central del Partido Comunista, como absurda señal de que el escenario mundial nada tiene que ver con los sucedido en el fenecido siglo XX— en blanco del repudio general, no sólo fuera de las fronteras de la Unión Americana, sino dentro, en muchísimas ciudades, “los indignados” juveniles del Tío Sam han acaparado la atención de los turbulentos sindicatos de Estados Unidos y otros grupos sociales.

Parte del “sueño americano” es ganar mucho dinero con gran naturalidad. Y, lo curioso del caso es que Jobs también era un multimillonario y un empresario —no depredador, como los banqueros y los jugadores de la bolsa— que también triunfó en Wall Street, donde llevó las acciones de Apple de los 10 a 400 dólares cada una.

Sin duda, Jobs creó una empresa global a partir de una sencilla idea: vender el “mejor” producto, combinando arte y tecnología. Así, logró una compañía que revolucionó la electrónica de consumo. Al grado de que hizo posible fabricar aparatos que no necesitaban manuales de operación (cualquier ignaro de todas las edades y condición social podía utilizarlas, y bien.)

El valor de una empresa

Al momento de morir Jobs, Apple tiene un valor de mercado de 350 mil millones de dólares, y su ritmo de crecimiento hacer prever que podría ser la primera empresa de Estados Unidos en llegar al billón de dólares, algo que sólo consiguió, de forma efímera, Petrochina.

En un lapso de diez años, sus acciones han revalorizado un 3 mil 500%; un 11 mil 300% si se toma como referencia el retorno de Jobs a la empresa —en 1985 fue brutalmente expulsado de la presidencia de la compañía por John Sculley, a quien había traído de Pepsi-Cola— en 1997, es el reflejo de un incremento sostenido de casi tres dígitos en la venta de sus innovaciones.

En pocas palabras, la firma de Cupertino, California, es una autentica máquina de hacer dinero capaz de haber acumulado 76 mil millones de dólares en efectivo.

El próximo martes 18 de octubre, Apple presentará sus cuentas de 2011. En su tercer trimestre fiscal se anotó un beneficio neto de 7 mil 310 millones de dólares, tras registrar unos ingresos de 28 mil 750 millones de dólares, dos cifras récord en la historia de la compañía.

Los analistas informan que el 62% de las ventas de Apple se originan actualmente en el extranjero, de acuerdo con las últimas cifras registradas en Wall Street.

Y en el rubro internacional, Asia es el “paraíso recobrado”, con un crecimiento de 250% en sólo un año. La República Popular China es clave. En el país gobernado por el Partido Comunista —con un comunismo sui generis que en no muy largo plazo tendrá que cambiar, “ideológicamente” hablando—, los ingresos de Apple se multiplicaron por seis en ese periodo, hasta los 3 mil 800 millones de dólares en el trimestre o un acumulado de 8 mil 800 en los nueve meses del ejercicio fiscal que acaba de cerrar.

El principal motor de este crecimiento está precisamente en los dispositivos móviles. En total, Apple vendió, en el último trimestre, 203 millones de unidades del teléfono interactivo iPhone, un 142% más que un año antes.

En el caso de su popular tableta electrónica iPad —que ha convencido a gente adulta que se resistía a utilizar cualquier tipo de computadora—, las ventas rondaron los 9.25 millones de unidades, casi cuatro veces más que en 2010.

En fin, para el cuarto trimestre, la previsión es que los ingresos de Apple ronden los 25 mil millones de dólares, de acuerdo con Peter Oppenheimer, su director financiero.

Asimismo los inversores también se basan en el hecho de que hace apenas cinco años no hubiera un solo iPhone en el mercado. Ahora controla el 5% de las ventas mundiales.

Pocos seres humanos tienen la oportunidad de preparar con tanto cuidado la idea de su desaparición física. Jobs lo hizo no sólo con sus familiares, sino con sus compañeros de trabajo y con el resto del mundo. En el momento de su fallecimiento, Apple contaba con 46 mil 600 asalariados en todo el planeta, los cuales 30 mil 600 laboran en las tiendas de la propia marca.

El niño Steve

El niño Steve, que nació en 1955 de madre soltera, tenía que ser adoptado (por decisión de su propia madre biológica) por una familia que se comprometiera a enviarlo a la universidad. La primera pareja en la lista de adopción no lo hizo porque prefería una niña a un varón. Poco después del 24 de febrero de 1955, fue adoptado por Paul y Clara Jobs, que no eran precisamente los elegidos de su madre, porque él no había cursado high school, y ella no fue a la universidad.

Sin embargo, se comprometieron a que cursara estudios superiores. Al final, los deseos de su progenitora no se cumplieron, pues el cofundador de Apple abandonó la universidad por razones económicas.

Al cumplir 20 años, Steve se casó con Laurene con la que procreó cuatro hijos —también una hija, Lisa Brennan-Jobs, cuya paternidad negó durante dos años, celoso de los secretos de su vida como de los nuevos productos de Apple—.

Como es natural, la vida de Jobs está marcada por las apuestas que ganó y las que perdió. Los fracasos suelen borrarse rápidamente de las biografías. Steve creó Apple. Hecho rarísimo en la historia empresarial, pudo ufanarse, de ser, al mismo tiempo, creador de su empresa y ser su salvador.

En 1976 fundó Apple con otro Steve, Wozniak. Convertido en su propio patrón, escogió sus horarios de trabajo y amasó su primer millón de dólares a los 23 años. Los Apple II se vendieron como pan caliente; los dos Steve fueron los primeros en hacer publicidad para un ordenador en las revistas de gran tirada. Hasta ese momento, la informática no interesaba más que a los especialistas.

Después de su episodio negro en 1985, cuando salió de Apple, en 1996 Steve regresó. Un año más tarde tomó nuevamente las riendas de la empresa. Estaba moribunda. No controlaba más que el 7% del mercado mundial de las PC después de haber tenido en las manos el segundo lugar. No fueron pocos los que pensaron entonces que el patrón había regresado para cerrar la fábrica, que sumaba tres ejercicios consecutivos de déficit. Jobs fijó su salario en un dólar, suma que permanecería inalterable.

La historia que sigue todo el mundo la conoce.