Entrevista a Sergio Vázquez Licona/Analista político

Por Nora Rodríguez Aceves

 
Un gobierno de coalición no resolverá el problema de los gobiernos divididos, porque en la iniciativa del senador Manlio Fabio Beltrones no se obliga al presidente de la república a coaligarse cuando no tenga la mayoría en el Congreso de la Unión, es si quiere y seguramente nadie querrá; pero hay una coalición más sencilla, más simple y con la que le cerramos la puerta al fantasma de los gobiernos divididos: un “sistema presidencial-parlamentario; si el presidente no cuenta en el Congreso con la mayoría parlamentaria que apoye sus proyectos, entonces que la mayoría opositora se haga cargo del ejercicio de gobierno y asuma las consecuencias de su desempeño, con el fin de evitar un enfrentamiento sistemático entre poderes”, explica Sergio Vázquez Licona, autor del libro Ingeniería básica para el cambio de régimen político. Paradigmas, sistemas y mayorías, editado por Amigos de las Letras Impresas.

Aunque “cualquier reforma política que vaya en sentido democrático, la que sea, atenta directamente contra los intereses de la clase política, y nadie se hará harakiri; por eso, cuando queramos llevar a buen puerto una reforma que transforme realmente el régimen político, debe participar la sociedad, pero en México no hay sociedad  porque si la hubiera ya estaría organizada para atender temas específicos. Yo no veo cómo las podemos empujar, salvo que hubiera una crisis que pusiera en riesgo la estabilidad y la viabilidad del país, a lo mejor diría: no podemos seguir así, ahora sí reformamos en este sentido”.

El pasado 14 de septiembre el coordinador del grupo parlamentario del PRI en el Senado de la República, Manlio Fabio Beltrones, presentó la iniciativa de reforma constitucional en materia de gobierno de coalición, con el fin “de transitar hacia un sistema político presidencialista renovado con un gobierno de coalición que permita la construcción de un sisma estable de alianza entre fuerzas políticas y entre poderes, con el objetivo de fortalecer y darle eficacia al funcionamiento del Estado, de procesar diferencias y las discrepancias naturales que implica la pluralidad, así como dotar tanto al Ejecutivo como al Legislativo de una nueva capacidad de conducción de las innovaciones y transformaciones que México requiere”.
Vázquez Licona asegura a Siempre! que “si la coalición está bien pensada,  bien diseñada, y si los términos  en los que se pretende institucionalizar están bien hechos, las coaliciones son positivas; pero si el diseño no es el correcto, tal vez su futuro o los problemas que pretende solucionar no se lograrán, a lo mejor no se logrará el objetivo si el diseño de la institución es malo”.

La esencia de la propuesta

En este sentido, señala el analista político que en la iniciativa presentada por el legislador priísta hay dos párrafos que son la esencia de la propuesta, el primero dice: “El mecanismo propuesto para la apertura del régimen presidencial se traduce en fortalecimiento institucional. Es un motor de dos tiempos que hace funcionar al presidencialismo en la democracia. En esta concepción, única y específica para el sistema político mexicano, si en un primer momento el titular del Ejecutivo no considera necesario formar un gobierno de coalición, ya sea porque cuenta con la mayoría suficiente para gobernar o porque la alcance al momento de las elecciones federales intermedias, siempre tendrá las facultades para nombrar y remover libremente a los integrantes de su gabinete y gobernar conforme al mandato conferido, sin requerir del proceso de ratificación”.

“Llanamente lo que está puesto en este párrafo, es que hay la intención de formar gobiernos de coalición, pero no hay obligaciones para coaligarse; por ejemplo, si esta norma o párrafo hubiera estado vigente cuando Vicente Fox asumió la Presidencia de la República, así como está la redacción, no lo obliga a coaligarse, seguramente hubiera hecho lo mismo que hizo: esperar la elección intermedia para obtener mayoría y de ahí tratar de relanzar su programa de gobierno, o sea, como no los obliga, si se quieren coaligar, bien, y si no, también; entonces el problema de los gobiernos divididos sigue latente, no lo soluciona”.

En el segundo párrafo, se indica que “el segundo motor democrático operaría en caso de que el titular del Ejecutivo Federal optara por la integración de un gobierno de coalición, ya sea para fortalecer institucionalmente su mandato o para construir una mayoría gobernante. En esta eventualidad, los integrantes del gabinete presidencial serán ratificados por el Senado y las políticas públicas que se convinieran por la coalición se registrarán en las Cámaras del Congreso para su seguimiento”.

“Siendo muy mal pensado, con la ratificación del Senado, ¿qué habrá previamente?; un reparto de posiciones: yo quiero éste, yo quiero éste y a mí me tocan tantos y a mí tantos; ah, bueno, la propuesta es ésta. Siendo así, un presidente que vea la posibilidad de que le arrebaten el gabinete completo no querrá coaligarse,  nadie lo querrá, dirá: no, ni madres, para qué me meto en problemas”.

Además, advierte Vázquez Licona, cuando el Congreso está por encima de los otros dos poderes —Ejecutivo y Judicial— se dice que hay congresionalismo y éste es tan malo como el presidencialismo, a lo mejor estamos pensando en que vamos por buen camino, avanzando y consolidando nuestra democracia, pero a lo mejor estamos repitiendo errores del pasado”, porque el equilibrio de poderes no se daría con esta propuesta.
Presidencialismo débil y sin herramientas
“En las condiciones actuales hay supremacía del Congreso por encima del Ejecutivo y si le añadimos la ratificación del gabinete, lo que le quitamos al presidente lo cargamos del otro lado, es decir, estamos incurriendo en otro extremo, igual, pero en el Congreso. En estos momentos, el presidente es muy débil,  ya no tiene nada que ver con los presidentes todopoderosos de la posrevolución, ya no es nada, lo que sí tiene es que administra montones de recursos económicos, y pues a mí ponme, no me des, ponme donde hay;  entonces le das el mayor atractivo del Ejecutivo Federal al Congreso, pero herramientas ya no tiene el primer mandatario, si las tuviera ya hubiera quitado a Rodrigo Medina en Nuevo León, ya hubiera quitado al presidente municipal de Monterrey. La institución presidencial es más débil de lo que hemos podido analizar  porque la gente ha quedado inconforme con los últimos presidentes porque en el imaginario del mexicano construimos un presidente todopoderoso; ahora, cómo le explicas a los mexicanos en general que el Ejecutivo ya no tiene las herramientas para hacer lo que hacía antes”.

Sergio Vázquez explica que por lo fragmentado que están las representaciones de los partidos en las cámaras es difícil que algún partido por sí solo pueda obtener una mayoría simple; un partido que esté en las condiciones actuale,s a cinco, a 10 o a 15 posiciones de tener esa mayoría, ¿se querrá coaligar? No lo creo, más bien, tratará de pagar los menos costos posibles, es decir, se coaligará con el partido más pequeño que le dé esa mayoría, porque entre más grande es el partido, más concesiones pedirá; es un juego de costo-beneficio. Si quiero sacar adelante algo y me sale más barato el más pequeño y con él alcanzo la mayoría, con él me coaligo, pero en las iniciativas que requieren aprobación de las dos cámaras, y si este partido pequeño no tiene representación en la Cámara Alta, ¿cómo actuarán los partidos que no fueron incluidos en la coalición en la Cámara Baja y que tiene representación en el Senado? ¿Cómo actuarán ante esta coalición? Le pasarán los costos de haberlos excluido, y se pueden elevar bastante para el partido que promueva la coalición. Entonces, a la hora de medir estos pros y estos contras, a lo mejor resulta que no les conviene a los presidentes promover con su partido una coalición que le pueda acarrear altos costo o por lo menos que no están bien identificados en la propuesta para medirlos.

En ese mismo tenor, el autor de Ingeniería básica para el cambio de régimen político expone otro riesgo en la construcción de un gobierno de coalición: “Si el partido de un presidente de la república, el que sea, está en condición de minoría en la Cámara Baja la primera mitad de su administración, la desarrolla en condición de minoría apostándole a tener una mayoría simple, o más bien una mayoría absoluta en la elección intermedia; no lo logra y queda igual, en las mismas condiciones de gobierno dividido, ¿qué pasará si este presidente no promueve una coalición con un partido, el que sea? Pues será señalado, el hecho de no coaligarse será capitalizado electoralmente por los partidos de oposición para desacreditar al primer mandatario y a su partido, argumentando:  aunque tenemos la figura, no quisiste coaligar, y esa falta de voluntad para gobernar la capitalizarán electoralmente”.

En contra parte, “¿qué sucede si el presidente y su partido deciden coaligarse en la segunda mitad de su mandato? Que el Presidente y su partido sentirán que lo que harán con la coalición es generarle las condiciones al partido coaligado para posicionarlo electoralmente. El partido con el que van a coligarse crecerá sobre las cenizas del partido que propuso la coalición, entonces le verán más contras que pros”.

Coalición electoral o de gobierno: cosas diferentes

En estos momentos, dice Sergio Vázquez, el PAN y el PRD apoyan la iniciativa de Beltrones, “porque no han leído bien la propuesta”, y aquí tendríamos también que diferenciar una coalición electoral como las que se han dado entre el PAN y el PRD para contender en los estados, y una coalición de gobierno, que no sería lo mismo. “Son cosas diferentes, actualmente nuestra legislación permite la cuestión electoral que no nos sirve para nada,  nada más para que los partidos pequeños en muchas ocasiones conserven su registro, pero efectivamente las coaliciones deben ser de gobierno, pero hay una coalición más sencilla más simple y con la que le cerramos la puerta al fantasma de los gobiernos divididos.”

“Veamos lo que ha sucedido de 1997 a la fecha, cuando el PRI perdió por primera vez la mayoría. Si tuviéramos una figura constitucional que permitiera a la oposición coaligarse para gobernar cuando concentre la mayoría absoluta —esto es, la mitad más uno—, que se coaliguen para gobernar, pero que asuman las funciones de gobierno. Me explico: en nuestro Congreso, la Cámara de Diputados se compone de 500 diputados; si el partido en este contexto que señalo en la 57 Legislatura con el presidente Zedillo, en  la segunda mitad de su mandato, es claro que el PRI  no obtuvo la mayoría, ¿si él no la tiene, dónde está esa mayoría? Pues está en la suma de las fuerzas de los partidos de oposición, entonces lo que tenemos que posibilitar es que constitucionalmente si el partido del presidente no tiene la mayoría en el Congreso, no tiene la mayoría para gobernar, no tiene gobierno unificado, que se faculte a la oposición para que se coaligue y forme una comisión adicional en el Congreso que sea la Comisión Ejecutiva y que esa comisión asuma las funciones de gobierno  como sucede en los sistemas parlamentarios”.

Ahí, continúa el analista egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales  de la Universidad Nacional Autónoma de México, “el jefe de Gobierno sería el líder de la bancada de oposición más grande y se repartirían el gabinete de acuerdo a su fuerza, y en lugar de que estén molestando toda la vida al presidente porque gobierna mal, que ellos asuman esa función y que asuman también los costos de gobernar. En este escenario que planteo, el presidente quedaría únicamente con funciones de jefe de estado: no lo puedes desaparecer porque fue elegido constitucionalmente, pero sí puedes dividirle las funciones de jefe de Estado y de jefe de Gobierno. Siendo así, que el presidente quede como jefe de Estado únicamente, y la oposición en el Congreso que gobierne, y si lo hace mal, el presidente tendrá oportunidad de apelar al electorado en la elección intermedia para que le dé los votos suficientes para que asuma las dos funciones, la de jefe de Estado y la de jefe de Gobierno. ¿Qué pasaría si echamos a andar un sistema de gobierno de esta naturaleza?, tendríamos un sistema presidencial potencialmente con posibilidades de alternarse con un sistema parlamentario, dicho de otra forma, tendríamos un sistema de gobierno con dos motores: un motor presidencial y uno parlamentario; si el partido del presidente tiene la mitad más uno en el Congreso, funcionaría el motor presidencial, y si la mitad más uno está en la oposición, que funcione el motor parlamentario,  así de sencillo”.

Por lo tanto, y regresando a la propuesta del senador Beltrones, “si el diseño institucional, la reforma propiamente —una vez que esté en el texto constitucional o en la ley— está bien pensada, bien diseñada, los beneficios serían grandes, porque tendríamos gobiernos con mejor desempeño, porque el objetivo del gobierno de coalición es tener una mayoría permanente para gobernar, pero si ya vimos que queda al libre juicio del presidente si se coaliga o no, no solucionamos esa parte. Le hace falta precisar algunos puntos a la propuesta, es como si estuviéramos haciendo un pastel y a éste le falta la harina o los huevos, no queda bien, algo le falta, pero no sabemos qué, sin embargo se decide aventarla así como está a ver qué sale”.
“No creo que pase la iniciativa y si pasa le harán muchas modificaciones, porque  ¿cómo me protejo de que el Senado no me imponga al gabinete? Ahí, como fracción parlamentaria diferente al PRI, sí le veo ventajas, pero también le veo riesgos; ¿cómo exorcizar esos riesgos?, pues presentando mi propuesta de modificación y en función de cómo la modifique cada una de las fracciones parlamentarias, puede ser aprobada; pero en los términos en que está ahora, así tal cual, partiendo de esos dos párrafos que  leí,  así no pasa”.