Desastres en el Distrito Federal
Por Félix Fuentes
La primera pregunta para crear un gobierno de coalición presidencial es de si en el actual periodo de sesiones sería aprobada la reforma constitucional respectiva, después de que los diputados no lograron ponerse de acuerdo para nombrar a los tres consejeros del IFE ni han aprobado la reforma política que contempla la ratificación de miembros del gabinete.
Entre quienes claman por esa figura de gobierno, jamás realizada en México, destacan los que ya se dan por perdidos para la contienda del 2012, como el jefe de Gobierno del Distrito Federal y el panista Santiago Creel. No podía faltar Manuel Camacho Solís, cuyas ilusiones de ser candidato presidencial se quedaron en el limbo.
Marcelo Ebrard, presunto catedrático de la política, dice que hay dos caminos ante los próximos comicios, el de un gobierno de coalición o el regreso del PRI, “el viejo régimen… lo cual sería un desastre para el país”.
Como renegado del PRI, al igual que su mentor Camacho Solís, Ebrard no podrá ingresar en Los Pinos, si pretende que con el pequeño PRD de los Chuchos se cuelguen de un régimen coaligado. Carecen de fuerza si han agredido a su principal sostén, Andrés Manuel López Obrador.
Los Chuchos, Jesús Ortega y Jesús Zambrano, voltean otra vez hacia el PAN en busca de salvación. Se dicen de izquierda, pero los haría felices una alianza con el partido de extrema derecha. Sin embargo, el mismo Ebrard les desbarata esa ilusión al reconocer la imposibilidad de que él pueda ser candidato blanquiazul.
Dolores Padierna ya se pronunció contra la coalición propuesta por los 46 “intelectuales”, gobernadores y legisladores. Es claro que esa orden provino de López Obrador, quien rechaza las alianzas y los gobiernos de coalición.
Los presuntos intelectuales, algunos sin autoridad política y tampoco social, no pueden imponer su voluntad a 500 diputados y 128 senadores, elegidos por millones de ciudadanos para que legislen por voluntad propia, y bajo los lineamientos de sus partidos.
Lucidos estarían los legisladores si aceptan presiones, fuera de sus respectivos ámbitos, para hacer leyes o modificarlas a capricho de unos cuantos, entre ellos los perdedores en elecciones o en el interior de sus partidos. El Poder Legislativo es soberano e independiente. Ni diputados ni senadores pueden ser reconvenidos y son inviolables en su desempeño, como lo señala la Constitución de la República.
Ebrard, quien como priísta disfrutó de cuantiosos presupuestos en el Distrito Federal, incluidas las millonarias cuotas de la Policía Auxiliar, afirma ahora que el regreso del PRI a la Presidencia “sería un verdadero desastre”, sumándose así a la expresión del escritor Mario Vargas Llosa, otro renegado de la política que en Perú fue vapuleado como candidato presidencial por el nipón Alberto Fujimori.
Desastre es el causado por Ebrard en la ciudad de México, la cual está hecha pedazos por la serie de obras que, por ser realizadas al aventón, como es el caso de los segundos pisos, la población padece embotellamientos de horas. Sin que haya uniformados para dirigir el tráfico, los conductores de vehículos están atrapados en la histeria general.
Desastre es el provocado por vehículos de ruleteo y microbuses, cuyos propietarios pagan onerosas cuotas a la secretaría de Armando Quintero para no ser multados y convertirse en propietarios de calles y avenidas, atropellando y matando gente.
Desastre es que en Paseo de la Reforma sean sembradas flores —hoy toca turno a las de días de muertos—, y no pague el Gobierno del Distrito Federal 98 millones de pesos que desde 2007 debe Ebrard a los floristas.
Vergüenza es que Ebrard pose con su nueva esposa, en un beso forzado de corte hollywoodesco y aparezca en las primeras planas y páginas de Internet. Es el presidenciable snob, aterrado del viejo PRI.
