Gonzalo Valdés Medellín

Adaptación del cuento de la escritora bajacaliforniana Virginia Hernández, “La pequeña Tijuana” (2000), en versión libre para títeres del talentoso director y actor Austin Morgan, La niña de Tecún se presenta en la Unidad Artística y Cultural del Bosque, con la advertencia, de ser un teatro para adolescentes y adultos; y resulta así un caso interesante sobre la terrible vida de una niña guatemalteca de Tecún Umán —frontera con México-Guatemala— que remite inevitablemente a los dramas inmediatos del abuso a los menores. El color localista de sus pasajes, el tenor mexicanista de su forma se abren a una representación con muñecos movidos por actores quienes hacen gala de talento vocal y tonal en el diferente manejo de las voces, con humor, ritmo y buen sentido.

De esta manera, retrata la obra el sufrimiento de una niña indígena.

La niña de Tecún es un correcto libreto ideado originalmente dentro de un contexto académico por estudiantes y egresados de la Facultad de Teatro de la Universidad Veracruzana, contando con asesoría del dramaturgo Martín Zapata y, en la técnica de animación de objetos y manipulación de títeres, del maestro Carlos Converso, hombre de teatro por los cuatro costados.
El espectáculo se torna cargado de elementos emocionales que proclaman y reclaman la atención sensible del espectador, reincidiendo en dos temas, la prostitución infantil y la disolución de la familia “infuncional”.

El aplauso —y muchas lágrimas de indignación o impotencia ante la cruda denuncia social— surgen ante el virtuosismo de los actores y eso es innegable.