La opinión de toda una multitud
es más creíble que la de una minoría.
Miguel de Unamuno

Por José Fonseca

Hace ya casi 20 años, el periodista e historiador británico Paul Johnson escribió su Historia del siglo 20.

En ella hace una reflexión que, en el momento actual, vale la pena considerar.

Según Johnson, las dos grandes aberraciones políticas del siglo 20 fueron el fascismo nazi y el marxismo.

En el fascismo, apunta, un pequeño grupo le dice a la mayoría: “Nosotros, unos pocos, somos mejores que todos ustedes”.

En el marxismo, un pequeño grupo le dice a la mayoría: “Nosotros, unos pocos, sabemos más que todos ustedes”.

Insisto en que la reflexión es actual, porque en México las elites están inmersas en una discusión sobre innumerables cambios al sistema político.

Arguyen que el sistema “está agotado”. En este espacio no estamos necesariamente de acuerdo.

Pensamos que quizá se trata de deseos de poder insatisfechos. Del desencanto que la transición democrática le dio el voto a los ciudadanos todos, pero éstos no responden a los fanáticos de la ingeniería social y política con el entusiasmo esperado.

Otra vez, los demócratas de las elites se lanzan por el todo o nada. O se hacen las cosas para corresponder a sus personales proyectos o se descalifica a quienes a ellos se opongan.

Así ocurre con la reelección, por ejemplo. Aunque las encuestas muestran que seis de cada diez mexicanos están en contra, se empeñan en imponerla, bajo el principio de que la mayoría no sabe lo que le conviene.

Es cierto que en la democracia representativa, como la de México, deben tomarse decisiones impopulares, pero suelen ser circunstanciales, coyunturales, medidas temporales para atender problemas cuyo análisis suele ser complejo para los ciudadanos de a pie.

Así, en el pasado reciente, los gobiernos han decidido medidas de austeridad presupuestal que limitan el crecimiento y la prosperidad ciudadana, porque la coyuntura económica así lo exige.

Pero la reelección no es asunto menor. Quizá, como dicen algunos, se trata de un atavismo, pero en realidad las razones expuestas por los reeleccionistas no son suficientes.

Por ejemplo, alegan que al tener reelección legislativa y de alcaldes, ninguno de estos dependerá de los partidos, sino de los ciudadanos.

Sólo una pregunta, ¿entonces se trata de desaparecer el sistema de partidos? ¿O acaso esos candidatos que buscan la reelección no necesitarán de la postulación de sus partidos? Si dejan de tener respaldo de sus partidos, ¿cómo financiarían sus campañas?

Apenas unas pocas de las preguntas resultado de la propuesta de la reelección. Sin responder a éstas o tantas otras que han ido surgiendo, su aprobación sería como un salto al vacío. Un ejercicio intelectual equivalente al deleznable e irresponsable: “Pues a ver qué pasa”.

Una imposición de una elite intelectual y política sobre el sentir de la mayoría de los ciudadanos. Y quizás hasta un gesto de soberbia que encuadra en la definición de Johnson: “Nosotros, unos pocos, sabemos más que todos ustedes”.

jfonseca@cafepolitico.com