Gonzalo Valdés Medellín

Las ondas de la Catrina de Eduardo Rodríguez Solís es un texto agradable de interesantes atisbos dimensionales, con tramas bifurcadas hacia un solo punto u objetivo: la crítica a la sociedad mexicana. Costumbrista, con agridulce visión de la mexicanidad vapuleada, carente de idiosincrasia, esta obra del también narrador Rodríguez Solís, arremete en forma desparpajada, lo mismo contra la institución familiar que contra el macho o la dejadez (espiritual, moral) de la mujer, justificando la liberación femenina por medio de lo visceral que detonará la conciencia. Farsa, selección de retablos eslabonados, conducidos por el tema de la muerte y el humor negro, aliado a ello el ánimo crítico de Rodríguez Solís se extiende hacia el cuestionamiento del alcoholismo, la manipulación de los medios de comunicación masiva, el robo, la explotación, la ignominia, la inmoralidad e incluso la ignorancia, sin enarbolar en esto último una actitud prepotente, paternalista o retardataria, pues es precisamente la ignorancia propia del subdesarrollo en un sistema socioeconómico como el que se vive en México. La Catrina de Rodríguez Solís es, obviamente, la misma de José Guadalupe Posada; dicha entelequia motiva una especie de exploración socioantropológica que permite a Solís esbozar fecundamente un mural de la vida urbana en las décadas de los setenta y ochenta, con referencia constante a los años sesenta y un marcado reciclaje nostálgico del lenguaje y la cosmovisión de la literatura de la Onda, el go-go y la sicodelia. Es decir, a pesar de haber sido escrita y representada en 1978 (y publicada en 1987 por la UAM-Xochimilco en su Colección Dame el pie), Las ondas de la Catrina posee una vigencia que asombra por su carácter visionario. Obra en donde todos son castigados, malos y buenos; con anotaciones de carácter ecologista e impulsando una crítica inmisericorde a los medios televisivos y a sus consumidores, amas de telenovelas —como consta en el retablo tercero intitulado “La que murió por aspirar a ser técnico en televisión”, el más logrado de los siete— Las ondas de la Catrina de Eduardo Rodríguez Solís es una interesante y seductora propuesta dramática que cuenta con una villana aún más calculadora, despiadada e indestructible que la mismísima Catalina Creel —otra catrina— de Cuna de lobos (la tremenda y ya histórica teleserie del fallecido Carlos Olmos). Dicha villana: la Catrina que todos percibimos y ninguno vemos (o no queremos ver) haciendo la ronda cotidiana, a no ser por la llegada anual del Día de Muertos, cuando aparece retratada en todos los periódicos, convocada en todos los medios y asesta el parche de su malévola maldad a personajes, espectadores y lectores, matándonos de la risa (autocrítica, reflexiva) en un rato de virtuosismo escénico y buen manejo del ensueño y lo real a la vez, responsabilidad del oficio de un teatrista y escritor iconoclasta como Eduardo Rodríguez Solís autor, entre otros libros, de Primer curso de amor, Actos de Magia, Cógele bien el compás y No es la soledad.