Son quienes rompen primero los hábitos que proponen
Por Guadalupe Loaeza
Cuando terminé de leer el libro de Víctor Javier Figueroa Garciadiego, ¿Educas o malcrías?, con todo el dolor de mi corazón me dije que llevaba años malcriando, no nada más a mis hijos, sino especialmente a mis nietos.
Me preocupé al mismo tiempo que lamenté que este ensayo-narrativo no hubiera sido publicado en la época en que mis hijos eran aún pequeños. ¿Y ahora qué hago? ¿Cómo podré reparar tantos errores cometidos por una absoluta ignorancia?
Conforme leía los diferentes capítulos dirigidos sobre todo a los padres y abuelos, no pude evitar acordarme de los métodos con los que yo misma fui educada.
Según el autor, existe una llavecita que nos abrirá muchas puertas, ésta tiene una inscripción sumamente sencilla, la cual nos permitirá llegar hasta el fondo de su corazón: emociones, según sean negativas o positivas, es innegable que “alteran tu estado de ánimo ante lo que te sucede
diariamente. Cada emoción te regala un mensaje. Si te sientes malo si perjudicas a otros, te hablan: «corrige tu comportamiento». Y si te sientes bien te dicen: «sigue haciendo lo que haces»”.
De todas las secciones del libro ¿Educas o malcrías?, la que más me gustó fue “Tips paro papás y abuelos”. ¿Por qué? “Porque son los primeros en romper los hábitos que proponen”.
¿Resultará realmente muy negativo tener una abuela que malcría por el solo hecho de cumplirles a los nietos todos, todos, sus deseos? No obstante, nada me hubiera gustado más durante mi infancia y adolescencia que el haber tenido una abuela tan consentidora, como resulto ser yo.
Si de verdad no queremos malcriar a nuestros hijos, nietos y alumnos, y deseamos que estén preparados para un mundo cada día más adverso, complejo e incierto, los padres, maestros y abuelos tenemos la obligación de reeducarnos y leer con atención y con el corazón bien abierto, el maravilloso y aleccionador libro de Víctor Javier Figueroa Garciadiego.
¿Educas o malcrías? no es nada más un libro de autoayuda, sino una herramienta fun-da-men-tal para comprender a cabalidad nuestras emociones, pero sobre todo, las de nuestros hijos y nietos.
Gracias a padres, abuelos y maestros más educados e informados, estoy segura que las nuevas generaciones serán más felices y, por ende, contribuirán para que su país sea más libre y mucho más justo.