Pésima conducción de la empresa

Por Félix Fuentes

Cuantiosas pérdidas registra Pemex por la reducida refinación en sus seis plantas, lo cual incide en la importación de por lo menos  50% de  gasolinas que se consumen en el país.

En tanto, el director general de la empresa, Juan José Suárez Coppel,  concertó un crédito por mil 600 millones de dólares para la  compra de acciones de la petrolera española Repsol y favorecer a la  constructora hispana Sacyr, que está a punto de quebrar debido a sus deudas.

Detenida la construcción de la refinería de Tula, Hidalgo —sólo le han levantado  paredes “protectoras”— los trabajos de exploración están de hecho suspendidos y los de mantenimiento no pasan del 20%, de acuerdo a los programas de la propia  empresa.

A causa de la pésima conducción de la empresa han disminuido los volúmenes de producción, principalmente de gasolinas y combustóleo. Esto obliga a elevar  compras de combustibles en el extranjero.

Todavía tiene márgenes de ganancias Pemex porque si vende, por ejemplo, 100 millones de dólares de petróleo crudo, destina alrededor de 60 millones, también de dólares, en adquirir  gasolinas  para cubrir la demanda nacional.

En esto se recurre a una maniobra detestable. Al extranjero es enviado  petróleo ligero, el de buena calidad, y a las refinerías de aquí se les surten del crudo pesado, de refinación lenta y complicada.

Otra cosa sería si en los 11 años de panismo se hubiesen construido nuevas refinerías y fuese dado el mantenimiento adecuado a las existentes. De esa manera se habría refinado el mejor petróleo en México, sin recurrir a las cuantiosas importaciones actuales. Pero es como pedir peras al olmo.

Sobre la transacción con la constructora Sacyr, ésta sufrió millonarios quebrantos en la crisis inmobiliaria del 2008 y en el propósito de reponerse buscó socios para elevar su capital de 20% en la principal petrolera de España, Repsol, sin encontrar respaldo de ninguna empresa europea.

Abrumado, el propietario de Sacyr, Luis del Rivero, vino a México y encontró sin problemas a quien lo sacara del barranco, el director general de Pemex, Suárez Coppel. Lo convenció sin esfuerzos para adquirir un préstamo por mil 600 millones de dólares en Crédit Agricole de Francia, y destinar ese dinero a la compra del 5% de  acciones de Repsol.

Suárez Coppel aceptó, ni tardo ni perezoso, y así Pemex incrementó sus acciones de 4.8% a 9.8% en la petrolera hispana. Pero con el 20% de Sacyr no se llegó al 30%, como pretendió Luis del Rivero, lo cual le hubiese dado oportunidad de adquirir el total de las acciones de Repsol.

Suárez Coppel no batalló para concertar el préstamo con Crédit Agricole porque este es el principal de 40  bancos con los cuales  Del Rivero tiene un adeudo de 5 mil 175 millones de euros y a las instituciones acreedoras les convino meter a Pemex en ese laberinto.

Debido a las maniobras de Del Rivero, Pemex no puede zafarse de ese cochupo porque firmó un contrato a 10 años con Sacyr, renovable cada 5, y ya debe  pagar intereses de los 1.600 millones de dólares obtenidos.

Al quedar al descubierto la maniobra de Del Rivero, de elevar su capital en Repsol con la participación de Pemex y cobrar elevados dividendos para pagar sus deudas, en la petrolera española se pretende sacar de su consejo a Sacyr y a Petróleos Mexicanos.

Es la clase de negocios turbios realizados al amparo de la principal industria de México. Se espera que en el Consejo del próximo día 14, explique  Suárez Coppel el enredo en que metió a la empresa y diga por qué firmó el convenio con Sacyr un tal Ignacio Quezada, ex coordinador de asesores del ex secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, quien anda en campaña porque quiere ser presidente de la república.

Se espera que en esa  junta de  Consejo no se queden callados los consejeros externos ni los cinco representantes del sindicato petrolero.