Al querer recuperar la Presidencia de la República
La sabiduría no se adquiere automáticamente con la edad,sólo las arrugas vienen automáticamente.Abigail Van Buren
Por José Fonseca
Para el priísmo, la elección presidencial del uno de julio de 2012 se ha convertido en el Santo Grial, algo así como la recompensa después de once años fuera de la Presidencia.
Tienen los priístas a dos aspirantes muy fuertes: el ex gobernador del Estado de México Enrique Peña Nieto y el senador Manlio Fabio Beltrones, con una amplia ventaja por ahora para el mexiquense.
Mucho harán sus adversarios panistas y perredistas por descarrilar a lo que las encuestas de hoy muestran como una locomotora tricolor. Igual de feroces serán las acciones, juicios y desinformación de tantos cuyo antipriísmo no es asunto ideológico, ya casi es asunto para un psiquiatra.
En las dos recientes elecciones presidenciales, las de 2000 y 2006, los priístas, quizá como resultado de la orfandad en que los dejó la pérdida de la Presidencia, en palabras de un clásico: se hicieron bolas.
En esas dos elecciones presidenciales los priístas echaron al baúl lo que hasta sus más feroces críticos les reconocían: una formidable capacidad para superar sus diferencias y, no pocas veces, vencer sus propias ambiciones.
En esos dos procesos electorales, sin embargo, ganaron las ambiciones y la mezquindad. A unos porque antes de la elección pretendieron enterrar a sus adversarios priístas. A otros porque el cortoplacismo oportunista los llevó a traicionar a su partido y a su candidato el mismo día de la elección.
Hay muchos, cierto, más maduros, dispuestos a superar sus propias ambiciones y a sumar su capacidad en torno al candidato que sea capaz de sumar los votos para recuperar la Presidencia de la República.
A pesar de todo, los priístas cuentan con la fuerza política más organizada, con estructuras territoriales más sólidas, las cuales unidas han demostrado ser eficaces para ganar elecciones.
Sólo que algunos que escuchen el canto de las sirenas del gobierno y el panismo estén dispuestos, otra vez, a sacrificar la unidad en aras de la mezquina ambición de preservar sus parcelas estatales, se podría descarrilar la locomotora.
Como dice el aforismo del epígrafe de estas líneas, las arrugas son lo único automático con la edad, no la sabiduría.
Los experimentados priístas habrán de impedir que las arrugas sean sólo eso, no grietas destructivas.
Si las ambiciones y la mezquindad socavan la unidad del priísmo, llegará el momento en que los votantes, ahora tan a su favor, podrían repetir aquella escena de La tourné de Dios, cuando le preguntaron a Dios por el diablo: “¡Ah, a ése ya lo dejé por imposible!”, respondió el Señor.
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