Ante The New York Times
Por Félix Fuentes
Los mentirosos abundan en política y se curan en salud por los supuestos de que un pueblo no debe saber todas las verdades mientras los problemas urgentes prevalezcan o debe haber secretos en seguridad internacional y local por el bien común. Pero el régimen calderonista ha llegado lejos con las falsedades y su credibilidad es de cero.
Es a diario, en discursos, spots de radio y televisión o a través de presuntos periodistas incrustados en los medios. Nadie imaginó que el presidente Felipe Calderón formulara semejantes imputaciones a sus adversarios, apoyándose en los “yo creo”, “yo supongo” o “ellos piensan que…”
En sus diarias intervenciones, el primer mandatario deriva a confusiones hasta rayar en lo absurdo. Durante sus viajes en el extranjero emite ataques a mansalva o recurre a la prensa internacional para denostar a los priístas, como lo hizo en entrevista con tres reporteros de The New York Times.
En sus respuestas al rotativo más influyente del mundo quedó claro que Calderón se empeña en involucrar al PRI en el narcotráfico y se vale de expresiones sesgadas, sin consistencia. Afirmó que muchos priístas “piensan” que los tratos del pasado con el crimen organizado “funcionan ahora”.
No dijo el Ejecutivo federal cuáles son esos tratos y quiénes los pactaron. Pero cree saber cómo piensan los militantes del partido tricolor porque “ésa es la mentalidad que tienen” y “coinciden en privado”.
Además de temeraria, la imputación sobre presuntos arreglos de priístas con individuos del narcotráfico es arbitraria porque no aporta ningún elemento de prueba, no señala quiénes son los responsables y en un intento de rectificación recurrió Calderón a la clásica de que el periódico “sacó de contexto sus palabras”.
Luego de los airados reclamos del PRI, en demanda de pruebas o la retractación presidencial, de Los Pinos se ordenó al líder panista, Gustavo Madero, responder a los tricolores. Y el hombre que aún pretende ser como su tío abuelo, hasta en el corte de barba, “salió en defensa del presidente”.
Según Madero, Calderón no se equivocó y, al contrario, “fue resultado de la preocupación del Ejecutivo”. ¿Le preocupa hacer acusaciones sin pruebas?
Bajo la catarata de mentiras, el “Maderito” albiazul afirmó que su jefe “fue muy preciso” y “esta revelación ha sido denunciada en múltiples ocasiones” —vaya pleonasmo— y “lo dicho por Calderón no es un descubrimiento, pues insistentemente, con datos precisos, algunos espacios informativos y columnas periodísticas abordan el delicado panorama de inseguridad que viven algunos del país”.
Alguien debiera enseñar a hablar al frustrado líder y exigirle en cuáles espacios periodísticos leyó la relación del PRI con la delincuencia organizada. Ha sido al revés. Si Madero no sabe leer que le extracten los contenidos del libro Los Señores del Narco y allí va a encontrar nombres familiares. O que pida los artículos de Proceso sobre el tema.
Es trágico para la nación que día a día escuchemos sólo mentiras y no se reconozca lo dicho por Javier Sicilia al presidente, a quien manifestó: “Sus decisiones, además de generar más violencia y terror, están provocando el surgimiento de grupos paramilitares que, en esta atmósfera enrarecida y atroz, se sienten autorizados para seguir asesinando, impunemente, a más mexicanos…”
A ése y a otros cuestionamientos respondió Calderón que “no es autoritario, ni represor, ni asesino”. ¿Aplaudimos?
El secretario de Gobernación, Francisco Blake, fue otro de los que salió “en defensa” del presidente y recordó que el ex gobernador de Nuevo León, Sócrates Rizzo fue quien mencionó los supuestos nexos de priístas con narcotraficantes. Pero no dijo el brillante conductor de la política interior de México que el mismo ex mandatario bocón se retractó inmediatamente después y se justificó como todos, que habían sacado sus palabras de contexto.
