Sólo crecen los excluidos

Magdalena Galindo

Ahora que se están cumpliendo los cinco años de la administración de Felipe Calderón, y cuando la atención en el ámbito político se centra en los candidatos y la ya próxima contienda electoral, el balance sobre el comportamiento de la economía es de un total estancamiento. El promedio de crecimiento anual es de 0.6 por ciento, esto es no llega ni a la unidad sino se queda por abajo. Por supuesto que en gran parte, esa mediocre tasa se explica por la crisis financiera que estalló en Estados Unidos en 2008, pero es igualmente cierto que las políticas económicas aplicadas por la administración de Calderón lejos de atenuar los efectos de la crisis, la agravaron, al insistir en las líneas neoliberales que han demostrado su fracaso total para impulsar el crecimiento no sólo aquí, sino en el mundo en su conjunto, y que en cambio han propiciado las crisis financieras recurrentes y el estancamiento de la economía internacional.

En este panorama, resulta interesante la advertencia del viceprimer ministro de China, Wang Qishan, en el sentido de que el mundo se dirige hacia una recesión global a largo plazo, por lo cual su país debe centrarse en los asuntos domésticos. Precisamente lo contrario fue lo que hizo la administración calderonista, o sea la casi total ausencia de medidas dirigidas al mercado interno y, en cambio, sólo buscar atraer a la inversión extranjera, a través de concederle todos los privilegios y abrirle todos los espacios, incluidos los que prohíbe la Constitución, como el petróleo. Insistir en la orientación exclusiva de la economía mexicana hacia el exterior, cuando desde el sexenio de Miguel  de la Madrid, pasando por los de Carlos Salinas, Zedillo y Fox, la economía mexicana no ha logrado retomar el crecimiento y trágicamente sólo ha conseguido ahondar la dependencia y, en consecuencia, dificultar todavía más la salida del subdesarrollo, no sólo es una tontería, sino una perversidad. Con mayor razón, cuando Estados Unidos ha estado padeciendo la peor crisis de su historia y a la que no se le ve solución en el corto plazo. Baste mencionar que en estos días, el Departamento del Tesoro ha informado que la deuda de ese país ha rebasado los 15 billones (millones de millones) de dólares, lo que significa que es mayor que su propio producto interno bruto, o sea todas las mercancías y servicios que genera, en un año la economía más grande del mundo. En esas condiciones, resulta absurdo confiar en que la inversión extranjera será el medio para alcanzar el crecimiento de la economía mexicana.

El resultado de esa orientación de la política económica es el estancamiento como única realidad de estos cinco malhadados años y sobre todo el empobrecimiento de la población trabajadora. Baste mencionar algunos datos. Uno, nuestro país se sitúa en el segundo lugar, sólo superado por Chile (país, por cierto pionero en la aplicación de las políticas neoliberales durante la dictadura de Pinochet) en los mayores niveles de desigualdad. Y otro dato, la existencia en nuestro país de siete millones 800 mil jóvenes que ni estudian ni trabajan, es decir que han sido excluidos de la actividad productiva, a lo que hay que sumar los 13 millones 400 mil que se encuentran en la economía informal, que también constituye una forma de exclusión. Y qué decir del aumento acelerado del desempleo y la pobreza. Frente a estas condiciones sólo se les ocurre inventar campañas publicitarias como el Buen fin, para dinamizar el mercado interno, aunque, como era de esperarse en una población tan empobrecida, el resultado sea mayores ventas para los empresarios, y mayores deudas para los trabajadores.