Reporte de investigadores españoles

René Anaya

A pesar de que la tercera parte de la vida transcurre en el sueño, ese visitante nocturno (casi siempre) todavía es un desconocido que cotidianamente interrumpe la vigilia. Los neurofisiólogos, psicoanalistas, religiosos y escritores, entre otros, han intentado comprender los sueños desde diferentes perspectivas, sin resultados concluyentes.

Recientemente, un grupo de científicos informó del resultado de una serie de investigaciones, que probablemente contribuya a determinar el proceso neurofisiológico de los sueños y, además, permita el tratamiento de algunas enfermedades, como el parkinson.

 

La integración del sueño

El sueño, que alterna con la vigilia, no es una actividad única, pues está compuesta o integrada por cinco fases, la más representativa e intrigante de todas es la de las ensoñaciones, que se produce durante la fase de Movimientos Oculares Rápidos (MOR), pero para llegar a ella se deba pasar por cuatro fases previas.

De la vigilia se pasa a la fase I en la que el durmiente todavía puede responder a estímulos externos; de ahí se puede regresar a la vigilia (frecuentemente llega a suceder, cuando se dormita) o pasar a la fase II, entonces a la pregunta que hacía León Felipe (“¿he escapado de un sueño/ o navego hacia un sueño?”) se puede contestar afirmando que el durmiente viaja al sueño.

De la fase II se pasa a la fase III y a la IV, estas dos últimas se conocen como sueño de ondas lentas. De la fase IV el durmiente regresa a la fase II y de ahí pasa a la fase MOR o sueño paradójico; para entonces ya han transcurrido 90 minutos desde el inicio del viaje a las regiones del sueño.

Después de 20 o 30 minutos de permanecer en sueño MOR, el durmiente repite la travesía una y otra vez con ligeros cambios: en la primera mitad de la noche es mayor el tiempo que se pasa en el sueño de ondas lentas, mientras que en la segunda mitad se presentan más episodios de sueño MOR.

En esta última fase, llamada también sueño paradójico por la actividad del organismo humano: el trazo electroencefalográfico se parece mucho al que se obtiene de una persona despierta; aunque hay gran actividad cerebral, los músculos están laxos, flácidos; las frecuencias cardiaca y respiratoria aumentan o disminuyen de manera irregular, en contraste con lo que ocurre en el sueño de ondas lentas en que disminuyen y son regulares; además, dentro de la flacidez o atonía muscular, súbitamente se presentan contracciones, especialmente de las extremidades.

En esa etapa, en el sistema nervioso central una “chispa de sueño” recorre las estructuras y modifica las funciones cerebrales, es la actividad ponto-genículo-occipital (PGO), que recibió ese nombre porque se encontró primero en las estructuras cerebrales llamadas puente, núcleo geniculado lateral talámico y corteza occipital, pero que ahora se conoce se encuentra también en otras estructuras cerebrales.

 

La chispa del sueño en humanos

La actividad PGO se descubrió en la década de 1980 en gatos y ratas, en los que se observó que aparece de 30 a 60 segundos antes que cualquier otro componente del sueño paradójico, por lo que se considera que es el reflejo del mecanismo que lo echa a andar; asimismo, la “chispa del sueño” es responsable del contenido emotivo de las ensoñaciones, por lo que podría decirse que los sueños están hechos de actividad PGO.

Sin embargo, no se había podido demostrar su presencia en el cerebro humano. No fue sino hasta hace dos años cuando un grupo de investigadores del Hospital Universitario Central de Asturias, encabezados por el doctor Fernando Fernández-González, publicó un trabajo en el que informaron que habían identificado y caracterizado por primera vez la presencia en humanos de la actividad PGO.

Los investigadores demostraron que durante el sueño paradójico “el patrón de ritmos beta estaba inducido por la descarga de salvas de ondas PGO de origen pedúnculo-pontino”, las cuales siempre precedían a los movimientos oculares rápidos y a la pérdida del tono muscular. Además, la actividad PGO está relacionada con los movimientos imaginarios, la consolidación de la memoria y el aprendizaje.

Como la actividad PGO también está involucrada en la conformación del sistema de planificación del movimiento, el doctor Fernández-González y sus colaboradores estudiaron la vía de transmisión de la actividad PGO para encontrar el lugar idóneo donde deberían insertar unos electrodos, con el fin de tratar los trastornos del movimiento, como la enfermedad de Parkinson. Encontraron que en una estructura minúscula, el núcleo subtalámico, es la más indicada para esa cirugía.

Al mismo tiempo, pudieron demostrar que también en el ser humano se encuentra la “chispa del sueño” o actividad PGO, la cual está involucrada en la producción de las ensoñaciones.

reneanayas@yahoo.com.mx