Entrevista a Jorge Medina Viedas/Doctor en ciencias políticas y sociología

Antonio Cerda Ardura

Al grito de: “el PRI ha aprendido de sus errores”, el precandidato presidencial de este partido, Enrique Peña Nieto, plantea a los mexicanos la construcción de un “Estado eficaz”, con tres grandes objetivos nacionales: que los habitantes de este país disfruten todos los derechos plasmados en la Constitución en su vida cotidiana; que México crezca de acuerdo con su verdadero potencial económico, y que también recupere su liderazgo internacional como potencia emergente.

Palabras más, palabras menos, el precandidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, plantea “rescatar el Estado mexicano y orientarlo al servicio de la nación”; cambiar el sistema político, económico y social del país para establecer una “autentica democracia”, y “recuperar el prestigio que México tenía y hacer valer los principios de no intervención, la autodeterminación de los pueblos, la solución pacífica de los conflictos”.

En lo que más preocupa a los mexicanos, que es el tema de la seguridad pública, tanto Peña Nieto como López Obrador se pronuncian por retirar “gradualmente el Ejército y la Marina del combate al crimen organizado”.

Esta similitud de propuestas rumbo a los comicios presidenciales del 1 julio de 2012 no es de extrañar, ya que “la matriz programática política de todos los partidos está fundada en la cultura priísta”, asegura a Siempre!, Jorge Medina Viedas, doctor en ciencias políticas y sociología.

El ex rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa indica que no hay que mirar el pasado como una afrenta, sino recuperar de él lo bueno y convertirlo en un referente.

“Lo que hay que rescatar”, indica Medina Viedas, “es, justamente, el papel protagónico del Estado en la conducción de la vida pública y de de restaurar las políticas públicas de carácter social”.

El también columnista del diario Milenio advierte que a pesar de que la sociedad ha evitado que México se derrumbe, el gran riesgo del nación ante el proceso electoral del 2012 “es que el crimen organizado atente directamente contra las instituciones democráticas en días y contra personas claves”.

PRI o PRD, tendencia clara

Se han resuelto las candidaturas presidenciales del PRI y del PRD. ¿Qué le indican las postulaciones de Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, respectivamente?

Los dos candidatos hicieron rutas de acceso a sus candidaturas a través de los mecanismos y la lógica política de sus partidos. El PRI buscaba un candidato que lo haga recuperar la Presidencia de la República, a partir de una imagen masiva de popularidad, que respondiera, además, a las expectativas de una masa inconforme de gente que se ha venido manifestando en México desde hace tiempo. Eso lo encontró idealmente en Enrique Peña Nieto. En el caso de López Obrador, la lógica responde a una campaña que ya lleva más de seis años. Era muy previsible que a Marcelo Ebrard no le alcanzaran ni el tiempo ni las posibilidades para ser el candidato.

Ambos candidatos llenarían, entonces, el perfil que necesitaba cada partido.

Sí. En pocas palabras, cada partido tiene el candidato que se merece… A su medida.

El PAN parece hecho bolas. ¿Ve alguna definición?

El PAN está en una lógica contraria. En condiciones de rezago busca una posición pública mayor que la de los otros partidos y en esa perspectiva está tratando de que sus candidatos se muestren más ante la opinión pública, pero lo que está mostrando son sus debilidades, no sus fortalezas. Así que esa campaña le puede resultar contraproducente al PAN porque va a reforzar la idea de que va directo al tercer lugar. ¡Es la crónica de un candidato débil anunciado!

¿Con cualquiera de sus tres candidatos?

Con cualquiera. No importa cuál. Hay una tendencia muy clara de que el electorado va hacia una suerte de referéndum entre dos proyectos políticos: el de Andrés Manuel y el del PRI.

Ambos candidatos proponen cosas muy parecidas. Hay quienes piensan que las propuestas de López Obrador se basan un poco en los principios del viejo PRI, y que el PRI está retomando igual sus viejos principios. ¿Qué tanta es esta similitud?

La matriz programática política de todos los partidos está fundada en la cultura priísta que prácticamente tomó las dos terceras partes del siglo pasado. No me parece que eso sea una afrenta. Creo que hay que recuperar del pasado lo bueno y convertirlo en un referente. El pasado se necesita para estudiar el presente y desarrollar la perspectiva del futuro. De lo contrario, estamos perdidos. ¡Imagínese una sociedad sin pasado! No hay que temerle al pasado, hay que temer no hacer las cosas bien en el presente para construir un buen futuro. Y lo que hay que rescatar es, justamente, el papel protagónico del Estado en la conducción de la vida pública. No se trata de restaurar el Estado autoritario, sino de restaurar las políticas públicas de carácter social.

¿Hacia eso caminarían los dos candidatos?

Aún no tenemos muchos elementos para juzgarlos, pero en el proceso de campaña seguramente iremos identificando mejor lo que buscan para México, que es lo importante. Sin embargo, sí hay elementos que nos dan idea de lo que han hecho y representado desde el punto de vista político. A partir de las evidentes antinomias en sus trayectorias políticas, que me parece que son notables en cuanto a sus vínculos políticos con algunas determinadas fuerzas, no siento que haya demasiadas diferencias, en términos del posibilismo político y económico actuales. Antes había factores que influían en las decisiones: los industriales, los empresarios del acero, los empresarios agrícolas, las organizaciones patronales de grandes empresas, por ejemplo de siderúrgicas, etcétera. Ahora solamente hay un poder que domina: el poder financiero. Eso restringe a los países y, por tanto, también constriñe a los gobernantes. Ante ese esquema global que domina al mundo, los gobiernos nacionales han perdido autonomía y son pocos los que pueden tomar otras vías, como la de Chávez, en Venezuela, o algunos países árabes, o China, que se ha movido un poco al margen del capitalismo financiero internacional. Y creo que esos dos candidatos más reconocidos, están identificados por eso. Por ejemplo: pareciera que en momentos se quiere identificar a López Obrador con Chávez. Yo no creo que sea tan parecido ni haya condiciones para ello. Chávez gobierna un país, incluso, con mano mucho más militar que civil.

Venezuela es un país muy distinto a México.

El nuestro es más civilista; no permitiría un Chávez, ni civil ni militar. Así que me parece que en México hay una lucha de elites económicas y políticas.

¿Qué tanto son divergentes sus propuestas políticas? López Obrador mantuvo mucho tiempo su consigna de “al diablo con las instituciones”, y Peña Nieto dice que “hay que reformarlas”. Los dos van hacia reformas institucionales y de la vida política.

Hace seis años, López Obrador hablaba de reformar completamente al sistema político. Ahora ya no habla de cambiarlo por completo. Ahora se refiere a una reforma dentro de las instituciones. Ahí sí hay un cambio cualitativo. En cambio, lo que es evidente de Peña Nieto es que sí quiere cambiar la política del gobierno panista, pero no las políticas de fondo, las económicas. Digamos que Peña Nieto da un paso normal y López Obrador da un paso atrás en su radicalismo. Peña Nieto es un poco Di Lampedusa: “cambiar todo para que nada cambie”. Es decir: quiere reformar también dentro de las instituciones, pero con las mismas políticas económicas, las mismas alianzas de elites económicas, etcétera.

Los dos estarían un poco atados por la inercia mundial.

Creo que ninguno podría hacer ahora reformas a fondo, ni estaría dispuesto a hacerlas, porque, además, tampoco el país está preparado. Y vuelvo al punto: ¿Están dispuestos ambos a convertir al Estado en el guía de la política económica? Creo que no. ¿Está en posibilidades López Obrador? Tampoco lo creo. Tendría rápidamente una fuga de capitales. Imagínese que empezara a aumentar impuestos a los ricos.

 

Un PRI reformador

Una de las divisas de López Obrador es su rechazo al modelo económico neoliberal, que no va a ser fácil de cambiar.

Es el que detenta y gestiona ahora el PAN. El Consenso de Washington dominó el mundo y ahora no hallan qué hacer. Están en crisis, pero no les importa que siga la desigualdad. En ese sentido, yo quisiera ver a un PRI reformador, que se decante de políticas restrictivas de la economía y que no sea obediente y alumno de esa política que viene desde la última etapa de López Portillo y se profundizó con De la Madrid y Salinas de Gortari.

Ese es el PRI, como se afirma de manera coloquial, que reventó el jarrito.

Exactamente. Considero que un nuevo PRI debe reformar justamente esa política. Yo apostaría a que el PRI rompiera con ese modelo y buscara reivindicar al que llevó al país al desarrollo.

El PRI tendría que abandonar el modelo neoliberal.

Tendría que caminar hacia la socialdemocracia. Ellos pertenecen al movimiento socialdemócrata internacional y no han sido consecuentes. ¡Que lo hagan urgentemente! Las políticas socialdemócratas pueden resurgir después de la crisis del modelo neoliberal.

En materia de seguridad, ambos candidatos hablan de regresar los soldados a los cuarteles, pero uno de seguir una política anticrimen similar a la actual.

Las evidencias del fracaso de la política de seguridad en la lucha contra el crimen son evidentes. ¿Por qué? Porque se equivocaron. Recientes diagnósticos hablan ya de narcoterrorismo, que es la respuesta de ciertos  grupos criminales, con acciones aisladas, pero efectivas, golpeando de manera contundente y generando inestabilidad en la sociedad, miedo y, lo más grave, lesionando las instituciones democráticas. Por otra  parte, no veo cómo, en las condiciones actuales, se pueda combatir el crimen sin la presencia de soldados. Lo veo muy difícil, sobre todo por la capacidad de fuego que ahora tienen los maleantes. Tampoco existe una Policía Nacional, especializada confiable. Con todos los defectos que tengan, el Ejército y la Marina son más confiables que las policías actuales. Entonces, no veo otra vía por la que se pueda combatir a la delincuencia, independientemente de que la estrategia frontal de usar más la violencia que inteligencia haya ocasionado ese gran problema que Diego Valadés llama la “desconstitucionalización de la vida política y social”. Esto quiere decir que la gente está ahora contra los propios preceptos constitucionales. Y vea sólo un dato: tres de cada diez mexicanos aprueban el uso de la tortura, la violencia y el ejercicio irregular de la policía para combatir el crimen. ¿Qué nos dice eso? Que nuestra cultura está cambiando. Gracias a esa política, estamos quitándoles vigor y fuerza a las instituciones democráticas.

Esto tal vez haga descarrilar el Estado de derecho.

Absolutamente. Hacia eso vamos.

¿Cómo vería el futuro del país a través de las dos vertientes: el Ejército en las calles o en los cuarteles?

Como todo, hay políticas que se agotan y llegan a un punto en el que su eficacia se degrada. Aprovechando la experiencia vivida, la alternativa es buscar nuevas formas de combatir al crimen. Nadie está en contra de que Calderón combata a la delincuencia. Lo hizo cuando debió de hacerlo. Nadie reniega de eso, sino de la estrategia y del fracaso de esa estrategia. No se puede hablar impunemente ni reaccionar de la forma en que Calderón lo hizo cuando se le dijo que era una afrenta la muerte de 50 mil mexicanos. ¡Es completamente ilógico! ¡Es antipolítica en su más pura expresión! Por más que Calderón diga que va a dormir tranquilo, no va a poder. ¿Va a contar  ovejitas en el futuro, junto a sus hijos y sus nietos? ¡Va a contar muertos! ¿Cómo va a dormir tranquilo con esa situación? Si no se lo deseo a un ser humano, mucho menos a un Presidente que tiene tantas y tan diversas responsabilidades. Pero él se lo ha buscado y es terco.

 

La sombra del crimen

¿Cómo avizora la contienda por la Presidencia, con la polarización que usted advierte entre dos candidatos: Peña Nieto y López Obrador?

La sociedad es la que determina más que el imaginario intelectual de los periodistas. Creo que algo que sí ha logrado la democracia es que la sociedad esté más preparada y politizada en muchos sentidos. Tenemos una sociedad muy madura, a la que hemos menospreciado. Pese a todo, a las malas maneras, a la insensibilidad política y a la falta de calidad democrática que miden muchos especialistas con mucha pedantería, si no fuera por esa sociedad, México ya se habría derrumbado. Nada más piense cómo vivimos en la Ciudad de México. Si no fuera porque de vez en cuando establecemos la cordialidad, ésta fuera el Reino de los Salvajes. Así que esta sociedad va a saber aquilatar el proceso electoral. El gran peligro es que el crimen organizado atente directamente contra las instituciones democráticas en días y contra personas claves.

O contra los candidatos.

Ese sería el gran riesgo. Pero estoy convencido de que la sociedad está lista para defender a las instituciones democráticas y quiere democracia. Esa es la realidad. La sociedad está lista para soportar, tolerar y apoyar a sus candidatos. El proceso electoral va a ser polarizado, porque no hay contiendas democráticas que no sean polarizadas.¿Qué es la democracia? Justamente contradicción, discusión, debate, y hasta excesos. La democracia es escándalo, o es comodidad y frescura. Se intercambian adjetivos, debates e ideas… Ese es el chiste de la democracia.

No estamos para especular, pero nadie desdeña el riesgo del asesinato de un candidato.

Eso no lo deseo ni lo desea nadie. No quiero imaginar lo que pasaría, porque habría una crisis muy fuerte de las instituciones del Estado mexicano. Sería muy peligroso. La dimensión de las cosas no está como para que ocurra eso. No quiero ni pensar que esa situación se llegara a producir.