Proceso electoral complicado

Bernardo González Solano

Como sea, estas serían las primeras elecciones tuteladas por un ejército que cada día recibe mayor rechazo por parte de los manifestantes que derrocaron al dictador Hosni Mubarak el 11 de febrero pasado, derrocamiento que ahora lo ha puesto frente a un tribunal que lo enjuicia por crímenes en contra de la población durante las revueltas de la plaza Tahrir.

De hecho, las autoridades militares advirtieron el domingo 27 de noviembre que “habría consecuencias extremadamente graves” si el país no logra superar la presente crisis y pidió a los electores que al día siguiente acudieran a las urnas en masa. Por esta razón muchos analistas aseguraron que los comicios no habían sido tan tranquilos y democráticos como aseguraba el Alto Comisionado Electoral.

Aparte que los electores desconfían mucho de los verdaderos propósitos de la Junta Militar que no ha cumplido su compromiso de entregar el poder a los civiles  en seis  meses, tal y como se habían comprometido, el proceso por lo menos se antoja complicado. Por ejemplo, los comicios del 28 de noviembre se limitaron a nueve provincias, entre ellas El Cairo. En  los próximos 43 días tendrán lugar en  provincias distintas.

“Manos extranjeras” en los comicios

De tal suerte, el mariscal Hussein Tantaui, a semejanza de su antiguo jefe, Hosni Mubarak, afirmó que atrás de las revueltas populares en la Plaza Tahrir,  se movían “manos extranjeras” , por lo mismo,  dijo: “No permitiremos a los  agitadores que interfieran en las elecciones… Egipto se encuentra en una encrucijada: o triunfa política, económica y socialmente o las consecuencias serán extremadamente graves y no lo permitiremos”. La verdad es que la gran mayoría de egipcios piensa que el viejo régimen vive por medio de los militares.

Resulta que las baladronadas de Tantaui coincidieron con el retorno de miles de manifestantes a la famosa Plaza Tahrir que exigen que el mariscal y otros generales de la Junta Militar gobernante renuncien inmediatamente a favor del consejo presidencial civil y un gobierno de “salvación nacional”  que maneje los destinos del país hasta que se elija a un nuevo mandatario.

En la euforia de los primeros días insurreccionales surgió una curiosa ilusión, hábilmente difundida por los medios de comunicación de las fuerzas armadas, que consistió en presentar a los militares como los aliados del pueblo y ser los garantes del proceso de democratización. Es verdad que la situación se había degradado en el curso de los últimos años entre el clan Mubarak y el ejército, marginalizado, inquieto frente a las reformas económicas generadoras de un profundo malestar social, a los excesos de la corrupción de ciertos empresarios y a las perspectivas de la transición dinástica.

Cuando el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas dirigió los comandos, rápidamente concentró todos los poderes, suspendió la Constitución, disolvió el Parlamento y extendió el campo de aplicación del Estado de Emergencia.

El poder de los Hermanos Musulmanes

Sin embargo, los militares parecían deseosos de encontrar entre bastidores una posición menos expuesta con la condición que algunas líneas rojas no fueran cruzadas: respeto de sus enormes intereses económicos, inmunidad para sus ingresos, nada de crisis abierta con Israel que pusiera en peligro su estrecha relación con Estados Unidos.  Su gestión de los asuntos políticos y de seguridad será muy pronto escandaloso y poco convincente, suscitando al paso de los meses la creciente hostilidad de los activistas revolucionarios y de los coptos, primeras víctimas de la degradación  del ambiente general  y de las nuevas relaciones de fuerza.

El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas también se empleó en limitar el crecimiento del poder de los Hermanos Musulmanes, que muy pronto apareció como la única fuerza política verdaderamente capaz de aprovechar la apertura democrática. La creación de numerosos partidos islamistas trata de dispersar al electorado y para hacer contrapeso, los miembros del antiguo partido dirigente, el Partido Nacional Democrático, son finalmente autorizados a participar en las elecciones.

De tal suerte, la revolución egipcia entró en una fase críticas. Cuando faltaba una semana para el inicio de las elecciones parlamentarias, la violencia volvió a hervir en El Cairo y el gobierno interino, abrumado por la brutalidad policial y por el creciente número de víctimas mortales, presentó su dimisión al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, con lo que ponía en suspenso el futuro del país.

Mientras tanto, los manifestantes que el lunes 21 de noviembre volvieron a concentrarse en el centro cairota, exigieron a los militares en el poder desde el mes de febrero pasado, que vuelvan a los cuarteles y permitan el establecimiento de un gobierno civil libre de tutelas. El hecho es que soldados y policías realizan una represión durísima en la plaza de Tahrir y sus proximidades: han muerto 22 personas, aunque algunas fuentes médicas aseguran que son 33, y más de mil 700 resultaron heridas en tres días de protesta.

Al escribir este reportaje no se conocían los resultados de las elecciones, pero los analistas adelantan que la victoria correspondería a los Hermanos Musulmanes por ser el partido más fuerte y mejor organizado, amén que su eficaz servicio de orden aseguraría además que los electores islamistas acudirían a las urnas sin riesgo de intimidaciones. Otros electores —simpatizantes de partidos laicos, liberales o izquierdistas— no dispondrían de esas garantías. Por lo mismo, los Hermanos Musulmanes y su principal representación, Libertad y Justicia, han convenido un acuerdo tácito con los militares, para mantenerse alejados de las protestas. Su propósito es lograr el control del futuro Parlamento, que podrían llenar. El resultado electoral, en cualquier caso, aún está lejos; el proceso apenas se abrió el lunes 28 de noviembre.

Descrédito de Tantaui

La realidad impone algo innegable:  el pueblo ya no cree en Tantaui. No hay que olvidar que el ejército es la columna militar egipcia desde la revolución de Gamal Abdel Nasser en 1952 , y por ello aún goza de respeto y crédito entre amplios sectores de la población. Pero su prestigio decae día a día; es innegable que bajo el mando de la Junta se han deteriorado la economía y el orden público.

Por ello, detener la represión,  dejar inmediatamente toda tentación de perpetuarse en el poder y acelerar al máximo la institucionalización del país de los faraones son las obligaciones inexcusables de la deslegitimada Junta Militar para evitar que el país pueda incendiarse.

Por otra parte, los economistas no olvidan los problemas que sufren todos los países que están inmersos en la “primavera árabe”, pues, en su generalidad, todos ellos sufren fuerte caídas en su crecimiento económico. En contraparte, el mismo fenómeno sociopolítico de la zona ha permitido a los países petroleros del golfo enriquecerse un poco más.

Según un gabinete de consultoría en Londres, Geopolicity, el costo de esta oleada de manifestaciones populares que han derrocado ya a varios gobiernos, es de 55 mil millones  de dólares. Los dos países que han sufrido y sufren aún los conflictos más sangrientos, Libia y Siria, padecen lo más pesado del bulto, con pérdidas respectivas evaluadas en 27 mil millones de dólares y 14 mil millones de dólares. Egipto se encuentra en tercera posición  (diez mil millones de dólares), seguido por Túnez, Bahrein y Yemen.

Según el Fondo Monetario Internacional, Egipto apenas alcanzaría a fines de año un crecimiento de 1.2 por ciento, contra 5.1 por ciento en 2010. Este país de 80 millones de habitantes sufre del abandono del turismo internacional —que apenas hace un año le representaba uno de sus principales ingresos—, de los inversionistas mundiales, todo, como resultado de la “primavera árabe”.

Mientras tanto, gracias al aumento del precio del crudo en los últimos meses —31 por ciento de alzas desde 2010—, Arabia Saudita, Koweit y los Emiratos Arabes Unidos han aumentado su producción petrolera para compensar la falta del crudo que producía Libia. Así, la economía saudí crecerá este año 6.5 por ciento (contra 4 por ciento en 2010). Koweit 5.7 por ciento, y los Emiratos Arabes, 3.3 por ciento. Y Qatar, que aún no ha desarrollado su producción de gas líquido, su tasa de crecimiento alcanzará, este año, 18.7 por ciento (16.6 por ciento en 2010).

Y la “primavera árabe” todavía no termina.

Foto AFP