Reabrir heridas del pasado

Bernardo González Solano

Como si España no tuviera suficientes problemas, hoy en día surge —como de ultratumba— una discusión que a algunos les parece bizantina, pero que a otros les importa mucho, pues   lo consideran un asunto de honor, más que de ideología. Los polvos de los lodos de la Guerra Civil  (1936-1939) provocan tolvaneras en la segunda década del siglo XXI. Resulta que los dictadores arrastran en su caída el culto de su personalidad, pero también dejan rescoldos patriarcales en la transmisión del poder alimentados con una violencia multiforme. Corregir las infamias de la historia no siempre es una tarea viable.  Así, hay que decir que el Valle de los Caídos es un parque temático del franquismo, que, según parece, no “todo lo dejó atado y bien atado”.

Elvira Lindo dice que “el problema del Valle de los Caídos es el Valle de los Caídos”, y Maruja Torres: “…tengo una solución perfecta para el Valle de los Caídos: volarlo”.

El Valle de los Caídos se construyó por disposición de un decreto de 1940, un año después de terminar la Guerra Civil de España, con el indudable propósito de celebrar la victoria del generalísimo Francisco Franco Bahamonde,  jefe de las tropas sublevadas en contra del legítimo gobierno de la República. El “caudillo”, con este decreto, quiso vincular su rebelión (que los sublevados llamaron gesta) con la ideología nacional católica y volver héroes y mártires de la también llamada “cruzada”  a los triunfadores de la cruenta Guerra Cvil. Lo cierto es que todo lo que rodea el Valle de los Caídos consagra simbólicamente la dictadura franquista, sin mayores explicaciones. Por lo mismo, la España democrática —desde la muerte de Franco, hace 36 años, que por mera casualidad se cumplieron el pasado 20 de noviembre, día de las elecciones generales en las que el Partido Socialista Obrero Español perdió el gobierno frente al conservador Partido Popular— no puede convivir con un monumento mortuorio que glorifica la ignominia de unos militares y soldados traidores. No se olvide, además, que en el Valle de los Caídos se inhumaron más de 38 mil 847 españoles, tanto republicanos como “nacionalistas”, combatientes y víctimas de los bandos.

Resulta que en 1958, doce meses antes de que la obra franquista se pusiera en servicio,  Franco ordenó que se sepultara en el gigantesco cementerio a los muertos en el enfrentamiento fratricida, fueran leales republicanos o rebeldes. En la estrafalaria obra tomaron parte los presos republicanos, que tardaron cuatro años en terminarla. Cuenta el periodista José María Calleja que “más de cinco millones de teselas componen las inmensa cúpula de la basílica del Valle de los Caídos. Entre otras imágenes, podemos ver en ellas a falangistas de camisa azul y pelo en pecho, requetés de camisas beige y boina roja, curas con sotana  y santos españoles. La bóveda, como todo el siniestro edificio, es un relato franquista de la guerra y de la dictadura, es  una foto de la mentalidad del dictador y del régimen nacional católico que  él inauguró fusilando en 1936 y que terminó fusilando en 1975… No parece sostenible desde el punto de vista democrático que un  dictador que se mantuvo en el poder durante 40 años, con sus días y sus noches, permanezca entronizado como un  héroe. No lo están sus conmilitones, Mussolini y Hitler. Pero resulta además un escarnio que ese dictador comparta lugar con aquéllos a los que ordenó asesinar… me parece bien que se exhumen los restos mortales de Franco y se entierren lejos de sus víctimas y me parece bien que los restos mortales de José Antonio, víctima de la guerra, sigan enterrados allí, pero sin el  trato de favor que hoy tienen”.

Resulta que, tres semanas antes del cambio de gobierno en España, una comisión de expertos (sic), impulsada por el gobierno socialista encabezado por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, recomendó el martes 29 de noviembre pasado trasladar los restos del dictador Francisco Franco Bahamonde de la basílica del Valle de los Caídos. Es decir, que se levante la losa de granito de tonelada y media que cubre la sepultura, exhumar el cadáver para entregárselo a los familiares y lo inhumen donde lo dispongan.

La comisión fue encargada por el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, desde mayo pasado —seis meses antes de los comicios generales— de hacer un plan para que el Valle de los Caídos dejara de ser lo que el “caudillo” quiso que fuera: un monumento a sí mismo y a su victoria en la Guerra Civil. El conjunto arquitectónico se ubica a unos 50 kilómetros de Madrid, coronado por una gigantesca cruz, que  muchos consideran el mayor símbolo del franquismo. Examinadas las recomendaciones de la comisión, no será fácil que se cumplan las condiciones para que el cadáver del dictador salga del mausoleo. O, por lo menos, la posibilidad originará no pocas discusiones.

Algunos analistas opinan que el dictamen de la Comisión llegó muy tarde, pues según las asociaciones de defensa de la memoria de la Guerra Civil, dudan que el gobierno conservador de Mariano Rajoy, que entrará en funciones antes de  Navidad, respete las recomendaciones de la comisión creada por Rodríguez Zapatero. Razón por la cual, el propio Ramón Jáuregui  pidió el 30 de noviembre a Mariano Rajoy  “que no entierre en el cajón” el informe de la comisión, porque se trata de “un acto de justicia que por lo menos se merecen los enterrados” allí. Otros, como el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, Emilio Silva, replicó: “El gobierno tuvo siete años para sacar a Franco de allí. No teníamos necesidad de una comisión sino de una decisión”.

Además, el Partido Popular (de derecha), que acaba de recuperar el poder en España, se alista para gobernar  y siempre ha considerado que las disposiciones sobre la “memoria histórica” ordenadas  por el  gobierno socialista de Rodríguez Zapatero —las estatuas ecuestres y de otro tipo del “caudillo” retiradas de las plazas públicas, calles rebautizadas, la ley de 2007 rehabilitando las víctimas del franquismo— no sirven más que “para dividir a la sociedad” y para “reabrir las heridas del pasado”.

Para el gobierno, el Valle de los Caídos debe convertirse en un “lugar de memoria y de reconciliación”. Así las cosas las siguientes son la síntesis de las recomendaciones de los “expertos” para llevarlas a cabo:

Dignificación del cementerio y memorial. Sobre los columbarios donde reposan los restos de aproximadamente 34 mil difuntos se ha filtrado agua, lo que ha ocasionado que los huesos se mezclen y no puedan identificarse uno por uno para entregarse a los familiares que los reclamen. Los “expertos” proponen dignificar el lugar en la medida de lo posible y que pase a ser público. Asimismo, proponen levantar un memorial con los nombres de todas las víctimas que puedan identificarse.

Centro de meditación y centro de interpretación. Se recomienda construir un centro de meditación de “carácter cívico” para que los parientes de los allí inhumados, no católicos, puedan acudir al recinto sin ninguna clase de presión religiosa, y un centro de interpretación donde se explique a los visitantes, cuándo y por qué se erigió el Valle de los Caídos. Al respecto se convocaría a un concurso internacional que no se constriñe al idioma castellano.

Reconstrucción del conjunto. Los expertos debatieron en serio la posibilidad de que el Valle de los Caídos quedara tal y como está actualmente, casi en ruinas, “para que fuera una metáfora en sí misma de las ruinas de la dictadura”, según dijo el historiador Ricardo Vinyes, miembro de la comisión. Sobre el particular, un informe de Patrimonio Nacional asegura que serían necesarias obras por un monto de aproximadamente 13 millones de euros para arreglar el deterioro del complejo y la reconstrucción de los grupos escultóricos.

Nombre. Se propusieron varias posibilidades, que incluían las palabras “reconciliación” o “memoria”, y al final se decidió que continuara llamándose Valle de los Caídos, a semejanza de otros lugares similares como el centro de tortura de la Escuela Superior de la Marina Argentina en el país austral que no han cambiado de nombre al convertirse en museos.

De Fundación a Patronato. La comisión de “expertos” propone convertir la Fundación de la Santa Cruz, del Valle de los Caídos, fundada en 1957 por la dictadura franquista para administrar el valle, en un Real Patronato, lo que requeriría un nuevo convenio con la Iglesia católica.

Sobre este último punto, la autorización de la jerarquía eclesiástica —que por cierto fue invitada y se negó a participar en la comisión de “expertos”—, al ser requerida por su opinión, la Conferencia Episcopal Española se remitió al arzobispado de Madrid, cuyo portavoz respondió: “No tenemos ningún comentario que hacer”. Francisco Ferrándiz, antropólogo miembro de la comisión piensa que la Iglesia podría acceder al traslado: “Si se oponen, pese a la voluntad del gobierno de sacarlo, la Iglesia se convertiría en el custodio del dictador”.

Carmen  Franco, hija del generalísimo, manifestó a los dos presidentes de la comisión, el catedrático de filosofía del derecho, Virgilio Zapatero, y el rector de la Universidad Rey Juan Carlos, Pedro González Trevijano, que su padre nunca había dicho que quisiera ser enterrado en el Valle de los Caídos y que había sido el gobierno de Arias Navarro el que había tomado esa decisión. En fin, pidió que los restos de su progenitor permanezcan en donde se encuentran.

Más allá de la actitud que puedan manifestar los monjes benedictinos —más papistas que el Papa—, no es fácil que en la agenda gubernamental de Mariano Rajoy, que empezará a funcionar antes del 24 de diciembre, tome la decisión —un día tendrá que tomar una— de trasladar el féretro de Francisco Franco según lo recomienda la dichosa comisión de “expertos”.