Ni con las manos vacías
La esperanza es un empréstito que
se hace a la felicidad.
Antoine Riverol
José Fonseca
En el umbral de 2012, se hicieron muchos recuentos de lo que fue el año que termina.
Algunos, autoflagelantes. Todo lo que dejamos de hacer y la pesada carga de problemas de la república.
México, es cierto, tiene muchos problemas, algunos ancestrales, como la desigualdad y la pobreza que amenazan con ser crónicas; pero hay otros nuevos, la violencia y la urgencia de aprovechar la coyuntura económica representada por la debilidad temporal de los países desarrollados.
Los retos económicos son muchos, porque el ajuste de la política económica de la nación exigirá de un liderazgo fuerte que encauce las fuerzas contenidas por una estabilidad macroeconómica que se ha convertido en estancamiento.
El presidente que elijamos tendrá que establecer políticas públicas que rompan dicho estancamiento, sin alterar la estabilidad económica. Y habrá de resistir las presiones para seguir el ejemplo de las naciones desarrolladas que por la crisis económica empiezan a desmantelar el sistema de seguridad social implantado a mediados del siglo pasado.
Entramos otra vez a una campaña electoral por la Presidencia de la República y la renovación total del Poder Legislativo federal. Del resultado de esas elecciones dependerá la conducción firme e inteligente de los ajustes a las políticas públicas de la república.
Mientras se alcanzan esos objetivos, la sociedad será forzada a atestiguar la natural rijosidad de las campañas electorales, ésas en las que todos tratan de probarle a los votantes que sus adversarios son pillos o tontos.
Esta elección, como las de 2000 y 2006, pondrá a prueba las instituciones y los muchos cambios a que han sido sometidas.
Quienes llevan el luto en el alma intentan convencernos que la nación está perdida, que no tienen remedio nuestros problemas, pero la historia no está con ellos.
¿Pudo México estar en situación peor que cuando desgarrado por las guerras civiles hubo de sufrir dos invasiones extranjeras: la norteamericana en 1847 y la francesa de 1862?
De ambas se recuperó la nación. Ahora, en el umbral de 2012, no sólo hay que contar nuestros males, también hay que contar lo que se ha logrado a lo largo de los últimos sesenta años. No es poco. Es insuficiente, sí, pero no entra la nación en el 2012 con las manos vacías. No empieza de cero.
Así como el año nuevo es siempre una renovación de la esperanza en lo personal y lo familiar, debe ser una renovación de la esperanza para una nación a la cual todavía le esperan tiempos de grandeza y justicia social.
jfonseca@cafepolitico.com