Osmoteca, museo y paraíso de perfumes

Fausto Triana

Las fragancias de los mejores perfumes del mundo tienen su templo en Versalles, Francia, pero alejadas del famoso Palacio donde María Antonieta solía realizar sus caprichos derrochadores antes de ser decapitada.

Se trata de la Osmoteca de Versalles, única en el universo, con un archivo de mil 800 perfumes, verdadero conservatorio de aromas excepcionales que atesoran las marcas más reconocidas y algunas con sus esencias originales.

En realidad fue un ensayo de Société Française des Parfumeurs de Francia, que en 1990 decidió abrir este espacio con 400 fragancias, a partir de ciertas herencias especiales que surgieron en medio de la realeza y con algunos toques misteriosos.

Con el auspicio también de la Cámara de Comercio y el grupo comercial Comité del Perfume Francés, la Osmoteca comenzó su colección con la fórmula para Crepe de Chine, una fragancia de 1925 creada por Jean Desprez para Millot.

Versalles es un rico suburbio de París, a 17 kilómetros de la Ciudad Luz, y al margen de la historia de la nobleza, es también célebre por acoger la firma de tratados internacionales, como el de 1919 que puso fin a la Primera Guerra Mundial.

Expertos como Sylvie Polette y Thierry Wasser, resumen la filosofía del concierto de los perfumes: si una fragancia a probar no es ni verdaderamente amada ni tampoco se detesta, el ensayo se abandona.

Tiene que llegar a los polos opuestos para que logre su estado de gracia y luego, el éxito se acompañará de frascos novedosos, el nombre y la publicidad, comentan. Para visitar la Osmoteca de Versalles hay que pedir cita. Es adentrarse a los olores más sofisticados en medio de un ambiente sui géneris.

Las esencias requieren refrigeración, almacenadas bajo tierra a 12 grados Celsius. Para contrarrestar el efecto del aire, que oxida al perfume, cada botella es sellada con un centímetro de gas argón, que es más pesado que el aire.

Más allá de Versalles y fragancias inscritas en una voraz carrera comercial, vale la pena detenerse en los puntos de vista de los científicos de la Universidad de Cardiff y la Sociedad Max Plank.

Afirman haber encontrado en un estudio con peces espinosos (Gasterosteus aculeatus), que los machos con olor corporal particularmente atractivo para las hembras producen pequeños fragmentos de proteínas (conocidos como péptidos).

Para probar esto, los investigadores produjeron un perfume sintético que contenía una mezcla de péptidos.

Manipulando la combinación de éstos en el perfume, el atractivo sexual de los machos podría ser aumentado.

En el experimento, ninguna de las hembras podría ver a los machos.

El resultado fue sorprendente y no pocos hombres despechados quisieran aplicar la fórmula en su piel. Pero no se puede, porque no son peces.

Según la doctora Sian Griffiths, de la Escuela de Biociencias de Cardiff, si los peces espinosos usan las mismas moléculas para comunicar información acerca de su sistema inmunológico que emplean otros vertebrados, este experimento podría extenderse a muchas especies animales, !incluyendo a los humanos!.

Los humanos hemos usado perfumes desde hace miles de años. Sin embargo, parece que nuestra elección del aroma depende de nuestros genes MHC. Quizá estos resultados explican por qué algunos perfumes huelen bien en algunas personas y mal en otras, dice Griffiths.

Durante mucho tiempo se pensó que el ser humano carecía de feromonas y que solo las tribus primitivas le concedían importancia al olor corporal.

No existían los dos pequeños hoyos (uno en cada fosa nasal) llamados órganos vormeronasales capaces de entender el significado de las esencias que emite el cuerpo.

Los científicos se quejan de la poca atención que se le presta al olfato, no obstante su enorme relevancia; y para confirmarlo, recuerdan que el 90 por ciento del sabor de un alimento proviene de su olor.

De vuelta a la Osmoteca de Versalles, conocemos que al menos 500 nuevos aromas salen al mercado cada año, aunque sólo algunos tendrán el éxito deseado.

Finalmente, si bien es cierto que los perfumes franceses gozan de enorme prestigio internacional, las esencias etéreas, volátiles y expansivas fueron las ofrendas adecuadas de los egipcios para comunicarse con sus dioses y rendirles culto.

Los griegos, romanos y hebreos asimismo, fueron precursores del uso de los perfumes con una mística diversa.

En todo caso, desde la Edad de Piedra se cree que los hombres incineraban maderas aromáticas para complacer con humo (per fumum) a sus divinidades.