Gerardo Yong 

Este maravilloso acontecimiento, no sólo fue el resultado de una profecía largamente esperada por los hombres o la causa que dio inicio al Cristianismo como una religión, sino el conteo del tiempo y de la medición histórica. Con la llegada de Jesús vino la salvación a la humanidad, la cual estaba condenada por los pecados cometidos por Adán y Eva, en quienes recayó el peso de la eterna vergüenza, al sucumbir a la tentación maligna.

Dimensión en la historia

El Nacimiento (o también llamada la Natividad) de un humilde niño en un oscuro establo (porque sus pobres padres, María y José, no pudieron encontrar un lugar donde pasar la noche, debido a que les fueron cerradas todas las puertas de las posadas en Belén), abrió una dimensión en la historia, un portal en los límites de la temporalidad. Ese día es el inicio del tiempo, el recuento de la esencia de Dios como medida cronológica, tras su llegada en forma humana. El mundo se dividió en un antes y después de Jesús, un proceso que marcó definitivamente cada suceso en un recuerdo indeleble y perenne.

Cada momento que se inició a partir de entonces, es decir, desde hace 2011 años se ha tomado como referencia a Jesús, en un hecho que ha dado características especiales a cada acontecimiento en el desarrollo de la humanidad, que aún perdura gracias al sacrificio del Mesías.

El futuro conocido

Cada segundo que ha pasado desde el momento del milagro del establo y la estrella que lo anunció, ha sido un instante para revivir, para honrar la salvación como un tiempo que tiene, en Jesús, un proceso de construcción espiritual que conlleva al único futuro conocido. Cada segundo es una partícula temporal en que la humanidad puede entender el misterio de la redención, desgraciadamente termina siendo opacado por otras actividades que difieren del agradecimiento al perdón divino.

Historiadores, científicos, analistas y expertos en las más diversas especialidades humanas han reconocido la importancia de Jesús, al grado que se le ha tomado como innegable referencia de lo material e inmaterial. Es como un sistema de identificación de hechos dedicados a Dios, buenos o malos; una victoria divina por encima de la muerte histórica.

Los últimos, los primeros

El mismo Jesús hace mención al tiempo en la Biblia como un instante de salvación, cuando dice que “el Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña” (Mateo 20,1-16). Tras haberlos contratado en diferentes momentos, los últimos trabajadores recibieron, por sólo una hora, el mismo pago ofrecido a los que laboraron la jornada completa. De ello, se desprende que todo segundo es un proceso que lleva a la salvación, cada segundo puede ser el definitivo para elevarse por encima de la muerte. Seguramente “los últimos serán los primeros”, pero los que han vivido en el tiempo de Dios, han disfrutado más de su amor pese a que su esfuerzo haya implicado sangre, sudor y lágrimas.

Con una belleza inusitada, el Eclesiastés nos orienta en medio del bosque diciendo: Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora: Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; (este versículo inspiró la letra de una canción del grupo The Byrds en 1965 bajo el título: Turn Turn, Turn).

El dilema del tiempo

El dilema del tiempo se arrulla en el mismo pesebre en que nació Jesús. El mismo libro, en su tercer capítulo, lo expresa de la siguiente manera: “Todo lo hizo hermoso en su tiempo; también ha puesto eternidad en el corazón de ellos, de modo que el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin. Aquello que fue ya es, y lo que ha de ser ya fue. Dios recupera lo que ya pasó.

Todo segundo, minuto y hora es un hecho que ha surgido por la humildad y sencillez de un Nacimiento que marcó cada partícula del tiempo absoluto.