Objetivo consciente de las políticas neoliberales
Magdalena Galindo
Al dar a conocer los datos más importantes de un estudio realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, su director, el ex secretario de Hacienda de México, Angel Gurría (al que la vox populi llamaba el ángel de la dependencia) destacó que la desigualdad en los países del grupo está en los niveles más graves del último medio siglo y advirtió que hay una tendencia “políticamente explosiva”. No es para menos. Resulta que en el conjunto de países del conocido como “club de los ricos”, el 10 por ciento de la población más adinerada recibe ingresos nueve veces más, o lo que es lo mismo 900 por ciento más altos, que el 10 por ciento de la población más pobre.
Nuestro país tiene un deshonroso segundo lugar, sólo después de Chile, en la mayor desigualdad, pues aquí el 10 por ciento más rico percibe un ingreso anual 26 veces más alto que el 10 por ciento de los que se encuentran en el fondo de la escala social. En términos absolutos, los privilegiados, es decir poco más de 10 millones de personas, reciben en promedio 228 mil 900 pesos, mientras los más pobres apenas sobreviven con 8 mil 700 pesos al año. Con razón, Gurría proponía, entre otras políticas, reformas fiscales que pongan el acento en el uno por ciento más rico de la población, pues, como usted comprenderá, en el 10 por ciento de la población con mayores ingresos todavía hay muchas diferencias, ya que es obvio que los grandes millonarios con los que contamos en México, varios de los cuales han conseguido ser enlistados en la revista Forbes, no perciben un escuálido para ellos cuarto de millón de pesos al año, sino en varios casos más de un millón de dólares diario.
El aumento de la desigualdad en el mundo, y en México en particular, no es una desgracia que les ocurra a los países a la manera de un cataclismo natural, sino producto directo de las políticas neoliberales aplicadas desde los años setenta. Y a su vez, tampoco se trata de un daño colateral, esto es, que el neoliberalismo en su supuesta búsqueda del crecimiento económico, haya generado ese efecto no deseable de aumentar la desigualdad. Al contrario, el aumento de la desigualdad es el objetivo consciente y buscado por las políticas neoliberales. Al estallar la crisis económica estructural al principio de los años setenta, los grandes empresarios buscan proteger sus ganancias y el medio fue aplicar una estrategia de los países altamente industrializados contra los subdesarrollados, por un lado, y por otro, una estrategia contra las clases trabajadoras. Se empezaron así a eliminar todos los subsidios a los asalariados, se redujeron los gastos gubernamentales en salud, educación, vivienda, transporte, etc. Se despojó a los trabajadores de los fondos de pensiones, se redujeron los salarios reales, se eliminaron casi todas las prestaciones laborales. Se desmanteló, pues, el llamado Estado del bienestar. Se consiguió, así, lo que perseguían las políticas neoliberales: una transferencia masiva de recursos de los pobres y de las llamadas clases medias, hacia los capitalistas. Y de esa manera se llegó al aumento de la desigualdad.
En efecto, como señaló la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, la desigualdad tan notable crea una tendencia políticamente explosiva, como lo han demostrado las tumultuosas y multiplicadas manifestaciones de los que se llaman “indignados” o se presentan como el 99 por ciento de la población que carece de los privilegios del uno por ciento. A pesar de que la semana pasada tanto los “Ocupa Wall Street”, como los “Indignados” han sido desalojados por las policías respectivas, es obvio que la protesta no terminará ahí y que la creciente desigualdad seguirá propiciando la realidad política explosiva.