Ricardo Venegas

Voz ineludible de su generación, Verónica Volkow ha publicado varios libros de poesía: La Sibila de Cumas (1974), Litoral de tinta (1979), El inicio (1983), Los caminos (1989), Arcanos (1996), Oro del viento (2003), con éste último mereció el Premio de Poesía Carlos Pellicer de ese año. Escribió también Sudáfrica; diario de un viaje (1988), crónica sobre la vida cotidiana en el apartheid. Es crítica de artes plásticas y autora de La mordedura de la risa, un estudio sobre la obra gráfica de Francisco Toledo en México (1995). Su libro de narrativa es La noche viuda (2004). Es doctora en letras, profesora universitaria, ha sido tutora de la Fundación para las Letras Mexicanas y miembro del Sistema Nacional de Creadores.

—¿Cómo ha sido la convivencia con tus contemporáneos?
—En general soy solitaria, me la paso estudiando. Y convivo muy bien con poetas como Elsa Cross, David Huerta… Me gustan los poetas que tienen una gran trayectoria espiritual, aquellos de los que puedo aprender, los que me pueden dar claves para el camino interior: Dante Alighieri, Petrarca, Rilke…
Fui arrebatada por el dios de la poesía, en una circunstancia me topé con la poesía de los Contemporáneos, con Muerte sin fin de Gorostiza me sentí literalmente elevada, inmersa en la profundidad de lo inefable, una enorme profundidad que prometía y me resultó fascinante, en ese momento descubrí que era lo mío, me transformó leer a Gorostiza. Fui como Ganímedes con Zeus.

—¿Al escribir llegas a ese punto?
—Siento que la poesía era importante porque me manifestaba una dimensión espiritual, era una experiencia epifánica, el que siempre estuviera brotando, el que me fuera misteriosamente accesible hablaba de una conexión con una dimensión espiritual; desde muy joven opté por ese camino, era garante esa dimensión, no estaba presente ni en la ciencia ni en el pensamiento político, a mí me llamaba más la atención esta necesidad espiritual.

—¿De qué manera te referirías a la poesía en un primer contacto con ella?
—La poesía nace de una dimensión muy vivencial, no es un pensamiento abstracto desencarnado, nace de lo vivido, nunca la puedes desencarnar, nace de las propias emociones. Cuando eres un poeta joven se atraviesa por lo sensorial y lo amoroso, pues cuando se es joven el cuerpo y el amor son muy importantes, es un camino de la exploración que casi todo mundo atraviesa, pero cuando te desarrollas y maduras, la poesía pasa a través de la experiencia de lo espiritual y de la lenta integración de una vasta tradición cultural.

—Al pensar en la sensualidad que nos hereda el induísmo y en las exploraciones que hizo sobre esta cultura Octavio Paz, ¿qué puedes comentar de tu cercanía con este gran poeta?
—Octavio Paz nos dio una gran guía, sobre todo para pensar la cultura, es un pensador muy crítico y a la vez muy universal, con una cultura muy vasta, creo que sus pensamientos son verdaderos; por ejemplo, la relación que establece entre la poesía y la Revolución es sobresaliente: el pensamiento crítico nacido de la tradición poética misma y el pensamiento crítico del pensamiento revolucionario, social, es un diálogo que se da en la obra de Paz, es muy esclarecedor.

—¿Seguimos en la “tradición de la ruptura”?
—Creo que sí. Sobre todo cuando eres poeta joven es más fácil subirte en el barco de la ruptura, sin embargo, el trabajo de la continuidad es muy complejo, requiere de un trabajo muy profundo, hay que leer a la tradición (no se adquiere por ósmosis), T.S. Eliot decía que la tradición requería de un trabajo profundo, sistemático, disciplinado, ¿de qué manera vas a aportar una semilla de innovación respecto a esa tradición?; a veces es más fácil hablar del posicionamiento demónico del que habla Harold Bloom, ese posicionamiento te permite una postura de superioridad cuando eres muy joven, pero el trabajo de la continuidad, de integrar la tradición, es la del poeta maduro, requiere de mayor esfuerzo y en el fondo de mayor heroicidad y paciencia.

—¿Con cuál de tus libros te sientes más feliz?
—Te diría que con mis últimos poemas: “Oro del viento”, si vas teniendo una acción del cosmos y te vas transformando, entonces tienes que obligar a tu poesía a que vaya transmitiendo esas visiones que tienes como persona y como ser espiritual.

—¿Qué expectativas ves en la poesía mexicana respecto de otras tradiciones, cómo la ves en el exterior?
—Creo que es una tradición muy poderosa, con una enorme vitalidad y un enorme interés, tenemos una veta de oro. Para hacer un trabajo creativo e innovador necesitas mucho estudio, el trabajo académico es importante porque se puede conjugar con el poético, y el objetivo es que ambos sostengan la misma calidad.