Desde el templo Potala, se puede admirar hasta el último rincón de Lhasa. Es el principal lugar místico y religioso de Tibet, al que acuden peregrinos tibetanos, chinos y occidentales en busca de iniciar el camino hacia Buda

 

Gerardo Yong

Lasha, Tibet.- Tan sólo verlo desde la plaza principal de Lhasa, capital de Tibet, deja una sensación de majestuosidad, de una extraña belleza que cautiva los ojos de propios y extraños a un grado que nadie puede resistirse a su encanto místico. El templo Potala proyecta el blanco de sus enormes paredes al cielo, sólo delimitada por retoques marrones que evidencian la forma arquitectónica que caracteriza a este recinto tibetano, construido en 1648, como centro de oración para los monjes budistas.

Este palacio-templo, que cuenta con 13 pisos y mide 110 metros de altura, fue construido con piedra y madera. Sus paredes están hechas de granito y en algunas partes llegan a tener un grosor de hasta 5 metros. EN 1994, la Unesco la declaró como Patrimonio Mundial de la Humanidad.

El templo más alto del mundo

Las nubes que se apilan en lo alto de sus edificios le dan un efecto trascendental; al grado que los creyentes tienen la impresión de realizar un viaje espiritual al cielo mismo. La perspectiva desde lejos muestra precisamente esa imagen de ascenso divino que induce a la preparación de los peregrinos, que a diario recorren sus estrechos accesos para lograr favores espirituales. No es para menos, Potala es el templo más alto del mundo. Se encuentra ubicado en la cumbre de la montaña Hongshan, a 3 mil 700 metros de altura.

En realidad se trata de un conjunto de construcciones integradas por el palacio Norbulingka que durante mucho tiempo albergó a congregaciones de monjes y a los Dalai Lama, líderes espirituales del budismo tibetano. También se encuentra integrado el templo Jokhang, que es donde se resguardan diversas representaciones de Buda, así como de monarcas y sus esposas, que han gobernado a esa región autónoma durante siglos. En 2001, estas dos estructuras también se unieron a la lista de la Unesco.

La Casa Roja

Sus escalinatas externas son amplias para permitir que grandes grupos de visitantes y peregrinos puedan transitar sin mayor problema hacia la cúspide del templo. A través de un pequeño túnel se llega a una plazuela ubicada a la mitad del palacio. Este es el último lugar donde el visitante podrá tomar sus fotos, ya que una vez que ingrese por un empinado acceso hacia la parte central del palacio, conocido como Casa Roja, no podrá usar su cámara en respeto a los rituales que se realizan en el lugar. Este nivel es el más importante porque está dedicado a los sutras, que son invocaciones a Buda, realizados en forma de resonancias labiales y guturales.

El recorrido por el interior de la Casa Roja pasa por cuatro niveles. Sus paredes están llenas de dibujos que muestran relatos épicos budistas y que combinan diseños tibetanos tradicionales con los de la etnia china Han. Por momentos, los pasillos se llenan de turistas, visitantes y peregrinos, creando tumultos que impiden avanzar por los desgastados pasadizos de madera. La situación está justificada. De hecho, es como una prueba religiosa que induce a la tolerancia y la paciencia en un lugar de absoluta adoración.

Un mantra para la rectitud

Los peregrinos tibetanos y de la región, ataviados con vestimentas simples, se desplazan portando veladoras, cuyas flamas deben permanecer encendidas durante el recorrido. Todo esto se hace recitando un mantra de seis sílabas: “O ma né pe me hom”, que es una invocación a Buda y a fortalecer el alma en el camino de la rectitud. También es pronunciado para facilitar la meditación y es como una ofrenda de solemnidad al lugar. Los visitantes chinos también muestran un profundo respeto a las imágenes y representaciones al grado que participan del rito budista, aunque ofreciendo sus oraciones con tres bastones de incienso. La oración debe ir acompañada de una donación por parte del creyente como un sello del compromiso hecho a Buda.

Compromisos y votos

Contrario a otras religiones en el mundo, el budismo tibetano se caracteriza porque sus fieles ofrecen compromisos y votos para llevar una vida tan clara como el agua, alejada de la ambición, del odio y el egoísmo; los tres vicios que el budismo identifica como el origen de todos los males y de los cuales recomienda alejarse para iniciar el camino a Buda. La forma en que el pueblo tibetano se expresa del templo Potala es siempre mediante frases de halago y alabanzas que resaltan su belleza arquitectónica. Usa expresiones como: Potala, tin tzé se balá, que significa: “Potala es realmente muy hermoso” o “Potala, nin gia botú”, que quiere decir: “Potala es muy bello”. Esto es porque el creyente tibetano identifica la belleza con un espíritu libre y compasivo.