No hay libertad sin límites

Marco Antonio Aguilar Cortés

Michoacán.- México es, y debe seguir siendo, un Estado laico. Como tal, en nuestra Carta Magna hemos establecido la libertad religiosa, y la libertad para practicar el culto correspondiente a ella; claro, con sus limitantes.

Porque no hay ninguna libertad que no tenga límites, física, económica y jurídicamente. Por ejemplo, tenemos la libertad de trasladarnos personalmente a Moscú en un minuto, a partir del Distrito Federal, pero ello físicamente no es posible, al menos ahora. Tenemos la libertad de comprar los castillos de Alemania, pero nuestra falta de dinero es un límite.

Con la libertad religiosa no se permite aquélla que, al practicarla, nos haga cometer un delito, o generar faltas penadas por la ley. Una religión que practique sacrificios humanos no es permitida, pues con ella cometeríamos homicidio.

Obvio que la libertad de creencias religiosas incluye la libertad para no creer en ninguna; y, garantizada por el artículo 24 de nuestra Constitución federal esta libertad, la educación en nuestro país es, y debe ser, laica, como todo el Estado mexicano.

Lo anterior constituye parte substancial del renacimiento, tanto educativa, religiosa y políticamente. Y el renacimiento es la etapa histórica que vivimos, la que comenzando en el siglo XV, aún no concluye su pleno desarrollo.

Polvos y lodos de la Edad Media, y del esclavismo, rigen aún en algunos países, y perviven en muchos rinconcillos de las conciencias de una buen cantidad de seres humanos. La intolerancia es uno de sus síntomas, junto con el dogmatismo. Y con esas dos actitudes negativas se distorsionan los problemas del mundo, y al mundo.

Pero a los intolerantes y dogmáticos no debemos aplicarles nuestra propia intolerancia y dogmatismo, pues seríamos iguales a ellos. Con humanismo tolerante debemos estudiarlos, auxiliándoles inteligentemente, en la medida de lo posible, a superarse.

El que Felipe Calderón Hinojosa, con su esposa e hijos, vaya a orar por la paz y la reconciliación en México, y tomen la hostia para comulgar, en la Basílica de Guadalupe, y ante el cardenal Norberto Rivera Carrera, no me molesta ni me incomoda, ya que se encuentran en el ejercicio de su libertad de creencia y culto ceremonial.

Si hubiese algún problema, en inicio, sería para él, como titular del Poder Ejecutivo Federal de un Estado laico, y en el ejercicio de sus delicadas funciones, al haber protestado guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Pero el mismo problema de congruencia tendría si en lugar de ser católico fuese protestante, o budista, o mahometano. Y siendo difícil, no es imposible: pensar, expresarse y actuar, conforme a su conciencia religiosa como camino escogido para su libertad personal e íntima; y, pensar, expresarse y actuar, como un representante de un Estado laico. Y ésa es su responsabilidad y su tarea, en la inteligencia de que, los príncipes de la paz somos todos los hombres de la Tierra.

Por la paz y la reconciliación en México podemos, debemos y queremos, luchar todos, independientemente de creencias religiosas, o de estar ajenos a ellas. Todos deseamos la paz, la que no únicamente es ausencia de guerra, o de violencia.

La paz apetecida es aquélla en donde haya trabajo para todos y en donde no se permita que nadie se apropie, para hacerse multimillonario irresponsable, de la plusvalía de los esfuerzos laboriosos de los mexicanos.

Tenemos que forjar una paz en donde tengamos acceso a la educación pública de calidad, de verdad laica y auténticamente gratuita. Curiosa y dialécticamente pagada por nosotros, a través de nuestros impuestos, teniendo trabajo productivo y aceptablemente remunerador.

Una paz que nos permita desarrollarnos a todos, para resolver nuestros problemas, comprendiendo, primero, las causas de esas dificultades.

Por ejemplo, si con tolerancia, pero con espíritu crítico y visión científico, analizamos lo expresado por el cardenal Rivera sobre “la situación que vive México, asolado por la violencia y por tantas formas de odio; la que se debe a que como nación nos hemos separado del camino que marca la fe católica”, tenemos que decidir si esto es cierto, o si su decir resulta un error.

Necesitaríamos, antes que nada, saber cuál es ese camino que marca la fe católica, no vaya a ser que no nos conduzca ni a la paz ni a la reconciliación en México.

Sin embargo, cualquier alto dignatario de la religión judía, o de la confusionista, podría manifestar algo similar: “la situación que vive México, por la violencia y el odio, se debe a que como nación nos hemos separado del camino que marca la fe judía”, o la confusionista, o la taoísta. Incluso cualquier partido político, o cualquier grupo  ideológico, podría tomar esa frase como propia para crear proselitismo.

Históricamente hubo una fe católica que llevó a nuestros antepasados, mediatos e inmediatos, a la violencia y al odio.

A pesar de lo anterior, todos queremos la paz y la reconciliación, de hecho, y no sólo de palabra.

Por cierto, feliz Navidad para todos.