Yazmín Alessandrini

Justo hace una quincena, días más, días menos, ocurrió lo inimaginable, lo imposible, lo inaudito: en horario prime-time y “en vivo y a todo color a toda la República Mexicana”, Andrés Manuel López Obrador, el ahora candidato único de las izquierdas mexicanas para contender por la Presidencia en el próximo proceso electoral federal, dejó de ser el flemático, el vociferante, el retrógrada, el aferrado y, de manera inexplicable, enarbolando preceptos como la reconciliación y el amor, le extendió su mano amiga (?) al periodista Joaquín López Dóriga, titular de El Noticiero del llamado canal de las estrellas.

¡¡¡¡¿¿¿¿What????!!!!

¡No puede ser posible! Que alguien me pellizque para saber si estoy despierta o si tan dantesca escena sólo está ocurriendo en mis oníricos desvaríos. Ciertamente pensé que mis ojitos jamás verían el día que El Peje haría acopio de cordura para tender puentes de interacción con aquellos de los que no hace mucho todavía se expresaba como “los que se robaron la elección”, refiriéndose a los comicios que arrojaron como triunfador al panista Felipe Calderón Hinojosa hace casi cinco años y medio.

Supongo que no debe ser fácil llegar a Televisa y ocupar algunos minutos del horario estelar de la programación del canal de televisión más visto de México y mostrar una actitud humilde (y hasta cierto punto sumisa) para proponer un “nuevo comienzo desde cero”, aun cuando el mismo López Obrador abiertamente le dijo a López Dóriga que tanto él, como la empresa para la que trabaja el comunicólogo, ya habían echado a andar su poderosa maquinaria mercadotécnica para que el priísta Enrique Peña Nieto sea el próximo presidente de la república.

Sin embargo, el tabasqueño aguantó vara y dio el primer paso en pos de limpiar un poco el tiradero que dejó hace casi seis años en una elección que prácticamente tenía ganada, pero que echó por la borda con sus bipolares actitudes, dilapidando una gigantesca ventaja en las encuestas.

Parece que es el turno de la “república amorosa”…

La “demencia” de Andrés Manuel tuvo su segundo lapsus la semana que recientemente concluyó, cuando el martes próximo pasado acudió a un desayuno convocado por el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard Casaubón, y al cual también acudieron las cabezas principales de las tribus más duras y rijosas (todas antagónicas a López Obrador) del partido del sol azteca y, de manera inusitada, todos, ¡absolutamente todos!, fumaron la pipa de la paz y acordaron apoyar incondicionalmente la candidatura del tabasqueño para 2012.

Entre sonrisas y palmaditas en la espalda, los Chuchos (Jesús Ortega y Jesús Zambrano), Dolores Padierna, Alejandro Encinas y los ya referidos López Obrador y Ebrard Casaubón decidieron olvidar los agravios que durante los últimos años se prodigaron entre ellos mismos y al grito de Peace AMLOve mandaron al olvido todas las diferencias que los habían distanciado.

A lo que yo me pregunto (aunque sé que el “hubiera” no existe): ¿qué hubiera pasado si en la dichosa encuesta que aplicó el PRD hace unas semanas para determinar a su candidato a la Presidencia el ganador hubiera sido Marcelo y no El Peje? Seguro a esta hora ya tendríamos otro megacampamento sobre Paseo de la Reforma.

 

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