Gerardo Yong

 

En la Hacienda San Miguel Regla, ubicada en el Valle de Huasca, la celebración navideña es muy emotiva y con características propias de una campiña tranquila y amable

 

El placer de la Navidad puede vivirse en diferentes escenarios. En 1871, el escritor y periodista Ignacio Manuel Altamirano publicó una novela que fue un éxito sobre todo por la forma en que retrataba a la sociedad mexicana celebrando diferentes ocasiones especiales como las fiestas decembrinas. Se tituló “Navidad en las montañas”, un texto que presentaba un cuadro interesante de estos festejos rústicos pueblerinos, alejados de las bulliciosas urbes. La obra muestra cómo la gente de un poblado ubicado en una serranía se desvive por atender a un capitán español asignado a patrullar esa zona remota. El militar destacaba la humildad y alegría del clérigo y los habitantes que, pese a su forma simple de vida, nunca perdían su actitud amable y acogedora. Fue tan grande su emoción que reconoció haber estado en una de las “mejores navidades de su vida”.

Casi un siglo un medio después, esta misma situación pervive en la campiña mexicana, donde lugares como las haciendas, que fueron centros de producción local y regional, permitieron la mezcla de tradiciones populares de los habitantes con los festejos del cristianismo. En la Hacienda San Miguel Regla, ubicada en el Valle de Huasca, la celebración de la Navidad es muy emotiva y con características propias de una provincia tranquila y amable. El lugar fue transformado en un hotel con villas instaladas en un bosque de coníferas y los restos de construcciones históricas. Esta ciudad fue inscrita en el 2001 en  la lista de los llamados Pueblos mágicos, por ser representativos de la cultura mexicana. Se caracteriza por sus casas hechas con piedra arenisca y techos  de parteaguas con tejas rojas que caracterizan a la arquitectura de esa región minera, una de las más antiguas de México.

Huasca fue establecido entre los años 1760 y 1780, siendo Pedro Romero de Terreros el primer conde de Regla, quien se dedicó a la explotación de la plata, con la que logró consolidarse como el hombre más rico de la Nueva España en el siglo XVIII. En sus populares tianguis, cientos de vendedores se aglomeran para vender muebles de madera, hierro forjado, y diversas artesanías como jarras, atuendos y artículos de cerámica y cocina tradicional como molcajetes y cucharas. Los productos regionales navideños también son muy solicitados por los visitantes, debido a que conjugan el estilo provincial con la celebración cristiana.

En su Iglesia, dedicada a San Miguel Arcángel, se realiza la Misa de Gallo a la que acuden fieles de toda la región, dándole características rústicas y autóctonas inigualables. En los parajes de la hacienda tienen lugar “callejoneadas” con estudiantinas que a su paso y al ritmo de guitarras y gritos de júbilo, alegran la ocasión. Previo a la ceremonia religiosa, se encienden fuegos artificiales para recrear a los visitantes que acuden al lugar, a vivir una de las tradiciones más típicas del México mágico.