Intolerancia a quienes piensan distinto

 

No temo a las computadoras, lo que

temo es no tenerlas

Isaac Asimov

 

José Fonseca

 

El episodio libresco de Enrique Peña Nieto viene a mostrar la importancia de las redes sociales para las campañas políticas modernas. Paradójicamente, no se puede depender plenamente de las redes sociales, pero tampoco se puede prescindir de ellas.

Las redes sociales, particularmente Facebook y Twitter constituyen un novedoso medio de comunicación y una herramienta para la comunicación política.

Como lo escribió esta semana el maestro José Carreño Carlón, no son espacios químicamente puros, ajenos a la maldad y sinrazón políticas.

El episodio libresco de Peña Nieto ha demostrado que en el laberinto de las redes sociales habitan no sólo quienes las emplean para comunicarse o ampliar sus relaciones amistosas. No, en ese laberinto ya están instalados grupos ideológica y políticamente comprometidos, dispuestos a cortarle la cibernética garganta a cualquiera que disienta de ellos.

Es una paradoja, pero en el libérrimo espacio de las redes sociales de la internet prevalece una apabullante intolerancia a quienes piensan distinto; sería magnífico que las diferencias de puntos de vista, de perspectivas de vida, y hasta la diversidad de opiniones políticas pudieran debatir inteligente y razonablemente en ellas.

Lamentablemente la mayoría de las discusiones en las redes sociales degeneran en intercambios de insultos y descalificaciones, casi todos lanzados desde el anonimato de la internet.

Esta maravillosa herramienta de comunicación tiene, empero, utilidad para las campañas políticas. No suple a los medios masivos, por supuesto, pero sí obliga a los actores políticos a montar equipos especializados que atiendan la comunicación en las redes de la internet. Deben ser equipos permanentes, porque los temas en las redes sociales tienen la singularidad de su inmediatez, la exigencia de atención hoy y ahora.

Dicen los expertos que un buen equipo de especialistas en la red de la internet puede diseñar la difusión de lo que cada campaña considera importante, se puede desmentir información inexacta apenas aparece, se da respuesta inmediata a las agresiones. Se pueden segmentar los mensajes, advierten los especialistas.

Pero también las redes sociales, como se vio en el episodio Peña Nieto, desde su anonimato, pueden utilizarse para despiadadas campañas de linchamientos, para la guerra sucia entre los actores políticos.

La intolerancia de los cibernautas, manifestada en el caso Peña Nieto, es la mejor expresión de la viscosidad de la narrativa de la campaña por la Presidencia.

Son las redes sociales una realidad. Deben integrarse a las estrategias de campaña.

Contra lo que se piensa, nadie puede ganar sólo con la utilización de las redes sociales; pero si se ignoran, bien puede perderse una elección.

 

jfonseca@cafepolitico.com