No son criminales ni gente sin escrúpulos
René Anaya
La Organización Mundial de la Salud y muchas otras organizaciones consideran que los alcohólicos y los drogadictos padecen de una adicción, pero en la práctica esos adictos son tratados como criminales o como gente sin escrúpulos ni fuerza de voluntad que no pueden dejar el alcohol o la droga.
Efectivamente, son personas que dependen de esas sustancias y no tienen fuerza de voluntad porque en su cerebro existen algunas alteraciones que los conducen a beber o consumir sustancias para obtener satisfacción o placer que de otra manera no pueden encontrar.
Un padecimiento complejo
Eso no significa que todo se reduzca a reacciones bioquímicas en el organismo, que pudieran ser tratadas con medicamentos. Se debe recordar que el ser humano es un ente biopsicosocial, es decir que sus actitudes, conductas y pensamiento están influidos tanto por su estructura biológica, como por su constitución psíquica y ambiente familiar, social y cultural en que se desenvuelve.
Hasta hace pocos años, los problemas de conducta y ciertas alteraciones mentales se trataban únicamente con medidas restrictivas como reclusión o aislamiento, psicoterapia y, en ocasiones, acciones para modificar el ambiente del individuo. Pero gracias a los avances en la investigación neurocientífica, ya es posible también restaurar algunas funciones o regular la producción de ciertas sustancias (neurotransmisores) en el cerebro.
Por ejemplo, algunos medicamentos antidepresivos actúan directamente en la producción y regulación de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, para modificar el estado anímico de los pacientes y combatir su depresión. En algunos casos basta con la administración de esos medicamentos; en otros, es necesario combinar la psicoterapia y técnicas de reinserción social para ayudar a los pacientes a superar su afección.
En los adictos al alcohol, los doce pasos del grupo de Alcohólicos Anónimos logran la desintoxicación y modificaciones en la conducta de algunas personas, pero en muchas otras no es suficiente, por lo que hay recaídas frecuentes.
El ambiente social también influye. El doctor Howard L. Fields, profesor de Neurología e investigador de la Universidad de California de San Francisco (UCSF), ha señalado que una persona muy impulsiva (característica que eleva el riesgo de alcoholismo) puede estar libre de esa adicción si forma parte de la comunidad mormona, que rechaza el alcoholismo; pero si vive en un ambiente permisivo, probablemente pueda llegar a ser alcohólica.
Por lo tanto, se requiere de una terapia que también corrija las alteraciones cerebrales. Se conoce desde hace muchos años que en adictos, el alcohol estimula ciertos neurotransmisores como la dopamina, que está relacionada con el sistema del placer; de ahí el impulso de beber para poder experimentar gozo y sentimientos de satisfacción.
Una liberación peligrosa
Lo que se acaba de descubrir es que en un principio ─al parecer─ son otros los mecanismos por los que se produce placer. En un trabajo publicado en la revista Science Translational Medicine, investigadores de la Clínica Ernest Gallo y de la UCSF informaron que el receptor µ (Mu) liberador de endorfinas (opioides producidos por el organismo) es estimulado por el consumo de alcohol, y que esas endorfinas se acumulan en el núcleo accumbens y la corteza orbitofrontal del cerebro, la cuales están relacionadas con el centro del placer y la sensación de bienestar y satisfacción, es decir “de sentirse bien”.
Los investigadores, dirigidos por Jennifer Mitchell, analizaron el funcionamiento cerebral de 13 personas con mucho consumo de alcohol y 12 que no bebían de manera habitual. Por medio de la tomografía por emisión de positrones encontraron que en ambos grupos tomar alcohol inducía la liberación de endorfinas en el núcleo accumbens y en la corteza orbitofrontal, que aumentaba la sensación de placer, pero con una diferencia significativa.
En los grandes bebedores fue mayor la liberación de endorfinas en la corteza orbitofrontal, lo cual incrementó su sensación de bienestar, lo cual probablemente los induce a beber más. “Esto indica que el cerebro de los bebedores excesivos cambia, de manera que es más probable que encuentren placentero el consumo de alcohol y puede ser una pista sobre cómo esto se vuelve un problema”, ha señalado la doctora Jennifer Mitchell.
Esa sensación de placer podría explicar la adicción posterior y las modificaciones cerebrales, por lo que se ha planteado que la utilización de bloqueadores de los receptores Mu de las endorfinas, podría coadyuvar a controlar el alcoholismo.
Este mismo principio puede ser semejante en las adicciones a las drogas, por lo que la prohibición de tráfico y consumo no desalienta a los adictos, pues las requieren para lograr su anhelado equilibrio anímico.
Por lo tanto, las medidas restrictivas por sí solas no logran combatir con eficacia su tráfico y consumo, pues se trata de un problema de salud pública que debe tratarse de manera integral en el ser humano, un ente biopsicosocial.
reneanayas@yahoo.com.mx
