Entrevista a José Luis Romero Hicks/Politólogo
Antonio Cerda Ardura
Enrique Peña Nieto va a ser presidente de México, porque las simpatías de los mexicanos hacia él son contundentes, afirma José Luis Romero Hicks, consultor legal, económico y financiero de la firma Romero Hicks & Galindo Abogados, licenciado en derecho de la Universidad de Guanajuato, licenciado en gobierno de la Lawrence University y maestro en economía y ciencias sociales del Southern Oregon State College.
En entrevista exclusiva con Siempre!, este politólogo, miembro destacado del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales y uno de los 300 líderes más influyentes de México habla de su aspiración para gobernar Guanajuato, asegura que el pragmatismo de Peña Nieto se impondrá, en las elecciones del 2012, ante el populismo de Andrés Manuel López Obrador, con el 45 por ciento de votos en favor del PRI, 35 por ciento a favor del PAN y 20 por ciento a favor del PRD.
Alternativa en Guanajuato
¿Por qué aspira a gobernar Guanajuato?
Hay varias razones. En primer lugar, porque sí se puede ganar. Después de 20 años de panismo, ningún guanajuatense, de 34 años hacia abajo, recuerda un gobernador del PRI. En Guanajuato, el PAN es sinónimo del partido de siempre, que repite, de hegemonía. En ese sentido, la frescura de un padrón cada vez más joven abre en Guanajuato una expectativa a gente sin partido. Y el 55 por ciento de los integrantes del padrón electoral manifiestan no tener una preferencia partidista. Por otra parte, me parece que ningún partido, ni el PRI, ni el PRD, ni el PT, ni el Movimiento Ciudadano, ni el Panal, ni el Partido Verde pueden ganar solos. Sin embargo, el 18 de noviembre se registró una alianza, a nivel federal, entre el PRI, el Verde y el Panal y yo siento que en Guanajuato se están dando las condiciones para que el PRI negocie algo similar o cuando menos con el Partido Verde. Si nosotros sumamos los votos de las últimas elecciones intermedias en una coalición opositora, el PRI tiene el 28 por ciento, más 14 el Partido Verde, y casi el cuatro por ciento del Panal, hablamos de más de 42 por ciento. Así que sí se puede ganar porque tenemos un banderazo de salida, por llamarlo de alguna forma, de un empate técnico de 42 contra 42.
Otra de las razones por las que me interesa aspirar a la candidatura de mi partido, el PRI, es porque creo que puedo ofrecer a los guanajuatenses la alternativa de una cara que ha estado como empresario, como profesionista independiente y como servidor público. He sido parte de un gabinete presidencial ampliado, como director general del Banco Nacional de Comercio Exterior y supe trabajar con Acción Nacional. Cuando Vicente Fox fue gobernador de Guanajuato, me desempeñé como secretario de Planeación y Finanzas del estado. Creo que puedo ampliar la base lectoral de preferencias más allá de lo que uno normalmente recibiría como apoyo, que, en este caso, sería la coalición opositora, porque todas las encuestas me ubican en los primeros lugares de entre los priístas que aspiran al mismo cargo.
Candidato popular
¿Cómo avizora usted la lucha electoral del 2012? ¿Se polarizará entre Peña Nieto y López Obrador? ¿Qué diferencias y semejanzas encuentra entre ellos?
Tenía ya muchos años que en el interior del PRI no se había dado tal contundencia respecto a una sola persona, en la selección del candidato, sin la influencia del Presidente de la República. Históricamente, el presidente virtual del PRI era el propio jefe del Ejecutivo. Sin embargo, al partido, ahora como oposición, se le presenta la oportunidad de contender por la Presidencia con un candidato realmente popular: Enrique Peña Nieto. Yo fui testigo de esta calidad, el pasado 3 de noviembre, en el Polyforum Siqueiros, cuando la Fundación Colosio presentó las conclusiones del Programa para México, o en el evento del Organismo Nacional de Mujeres Priístasromero, o caminando con él en Dolores Hidalgo (Guanajuato), al escuchar como la gente gritaba, de manera espontánea: “¡Peña Nieto, presidente!”. No encuentro ninguna analogía histórica en la que el PRI entre a una contienda no sólo con un candidato de unidad, sino que cuenta con una gran aceptación y reconocimiento de nombre.
Es tan popular como López Obrador.
En las últimas encuestas, tanto Andrés Manuel López Obrador, como Enrique Peña Nieto, tienen un reconocimiento de nombre de más del 93 por ciento de la población encuestada. Es muy raro en cualquier país que antes de iniciar formalmente las campañas (para los comicios del 1 de julio de 2012, en México comienzan en abril) se cuente con dos personas de tan alto reconocimiento de nombre. Como politólogo sé que una persona que tiene buena popularidad y bajo reconocimiento de nombre, normalmente tiene mucho potencial para crecer. A medida que más gente le conoce, evidentemente que crecerá en una proporción parecida a la que ya tiene entre la población que ya le conoce. En el caso de Peña Nieto y de López Obrador ya no hay mucho más que puedan hacer para que se les conozca, porque ya los conocemos más del 93 por ciento de los mexicanos.
Tal vez el potencial para crecer lo hubiera tenido Marcelo Ebrard, por ejemplo.
Es el caso de Ebrard. De acuerdo. De manera que si con un reconocimiento de más del 93 por ciento, menos del 24 por ciento de los mexicanos estarían dispuestos a votar por López Obrador, yo dudo mucho que se mueva esa marca. Y de la misma manera, con más del 93 por ciento de reconocimiento de nombre, Enrique Peña Nieto cuenta con alrededor del 50 por ciento de las preferencias electorales. Así que en realidad tampoco tiene mucho que moverse, más que un poco hacia arriba. Esto es lo que nos dice la teoría de las encuestas, aunque siempre es peligroso pronosticar a esta distancia: que Peña Nieto va a permanecer prácticamente en los niveles que tiene y que López Obrador ya no tiene margen para crecer o, en todo caso, va a disminuir. Esto se debe a que al tabasqueño lo conoce mucha gente, pero tiene mucha carga negativa.
En el caso de Acción Nacional, como sabemos, ya concluyó el registro de los tres aspirantes a la candidatura presidencial. Según las encuestas que se han publicado, si el PAN decidiera quién tiene mayor popularidad y aceptación entre la población abierta y entre quienes dicen ser filopanistas, o amigos del PAN, seguramente Josefina Vázquez Mota ganaría la candidatura.¿Qué están pensando los 1.8 millones que integran el padrón de militantes y de adherentes? Nadie lo sabe. Así que, literalmente, la moneda está en el aire. Se dice que Ernesto Cordero tiene el apoyo del status quo del grupo gobernante en este momento. Pero Josefina también ha sido parte de este gobierno y del anterior, a nivel de gabinete, lo mismo que Santiago Creel, que fue secretario de Gobernación en la administración de Vicente Fox. Pero, insisto, si los panistas escogieran con base en las encuestas, indudablemente la candidata sería Josefina.
¿Deberíamos pensar que al PAN le va a dar mucho trabajo alcanzar, digamos, el nivel de popularidad que tienen López Obrador y Peña Nieto. ¿Será el PAN la tercera fuerza?
Manejemos el escenario de que Josefina gana la candidatura, que, hoy por hoy, se antoja como lo más probable, sobre todo si los 1.8 millones de panistas deciden perseguir la teoría del voto útil, ¿Por qué escoger a un candidato que no goza de la mayor popularidad? Esa sería la pregunta en los últimos tres metros de las urnas, antes de la votación interna del PAN. Con Josefina abanderando al PAN, mi pronóstico sería que Enrique Peña Nieto gana la Presidencia de la República y que ella queda en segundo lugar. Aunque Josefina no tiene el mismo nivel de reconocimiento ni de popularidad, el PAN tiene bases y presencia prácticamente en todos los distritos de la república. En ese contexto, tiene un sector leal de seguidores que le darían un piso mínimo de un 22 ó 23 por ciento, que son porcentajes superiores a los que tal vez obtendría, incluso, López Obrador. En teoría, prácticamente cualquier candidato del PAN debería de recibir más votos que López Obrador, según lo que se muestra en las encuestas. ¿Suficiente para llegar a la mayoría relativa, que es lo que requiere nuestro régimen constitucional, que no tiene segundas vueltas? Lo dudo mucho. Quitando los votos nulos y todo lo que se tiene que hacer para depurar la elección, y sumando el cien por ciento de los sufragios, seguramente Peña Nieto recibiría alrededor de 45 por ciento, López Obrador un 20 por ciento y el PAN 35 por ciento.
Un México moderno
¿Cuáles serían los factores que influirían para que Peña Nieto se convirtiera en el próximo presidente de México?
Hay, por ejemplo, dos postulados casi diametralmente opuestos. Para hablar de las coincidencias en el proyecto de nación, los dos grupos de trabajo y los dos candidatos, Peña Nieto y López Obrador, han hablado de mejorar la competitividad del país a través de la eliminación de los monopolios y oligopolios que predominan en los principales mercados mexicanos, ya sea en materias como telecomunicaciones o telefonía. Sin embargo, la diferencia entre el mexiquense y el tabasqueño es muy clara: es el pragmatismo contra el populismo. En su reciente libro, Peña Nieto ha esbozado la búsqueda de un México más moderno, más competitivo, más productivo, mejor educado y con una economía de vanguardia. También plantea que debe dejar de ser un país maquilador y convertirse en uno de conocimiento, más innovador, con inversión en ciencia y tecnología, más incrustado en el concurso de las naciones, y más a la ofensiva que a la defensiva. Es decir, una nación más pro activa y menos reactiva. Por el otro lado, lo que hemos escuchado de López Obrador es más de lo mismo del 2006: ocurrencias.
Ahora salpicadas de amor.
Con un poco de república amorosa, con cuestiones más sentimentales. El mes pasado, por ejemplo, habló en Quintana Roo sobre la pertinencia de que haya un tren bala en la Riviera Maya. Me parece una idea sensacional, pero no es original. Ya ha sido planteada.
Desde hace tiempo se supo, por ejemplo, de la propuesta de Aeropuertos del Sureste. Otras empresas francesas y japonesas están interesadas en financiar el proyecto.
Sin embargo, a la hora de las preguntas: “Oiga, ¿y de dónde se va a pagar?”, “¿Quiénes son los inversionistas?”, “¿Por qué correría el tren a 300 kilómetros por hora y no a 200?”, no hay respuestas. López Obrador resulta así un candidato de ocurrencias. Creo que la sofisticación del electorado mexicano está permitiendo distinguir lo que es una propuesta seria y de vanguardia, como la de Peña Nieto, quien plantea, por ejemplo, dar el siguiente paso en las grandes reformas de México; revisar el papel de Pemex y modernizar la inversión del sector privado en esa empresa; poner al día al sector eléctrico; y revisitar las reformas laboral, hacendaria y educativa. Como lo ha dicho el propio ex gobernador, esos son los tipos de reformas que sólo el PRI puede volver a hacer y que ha intentado el PAN, pero sin que se haya tenido la sabiduría política para llegar al consenso. Lo de López Obrador, además de la república amorosa, es simple populismo. El dice que quiere transformar el país sin subir los impuestos y bajando los salarios de los funcionarios del gobierno, como si realmente fuera algo que se puede cumplir de la noche a la mañana. El electorado ya vivió ese populismo en el 2006 y por eso sólo el 20 por ciento de los encuestados está dispuesto hoy a darle su voto, a pesar del reconocimiento de nombre que tiene.
Distancia cómoda
¿Ve usted un triunfo del PRI cuestionado, como fue el de Calderón, a quien siempre se le calificó de Presidente ilegítimo y espurio, o ve un triunfo holgado?
Creo que el triunfo de Calderón, con alrededor de 300 mil votos de diferencia, no fue sólo personal, sino de la democracia mexicana. La elección fue la más vigilada de la historia de México, con una institución ciudadana como el IFE y observadores y medios de comunicación de más de cien países.Quienes leemos este tipo de información, supimos primero que había triunfado en las encuestas no de salida, sino de conteo rápido, que son diferentes, en las que ya mostraba ventaja con márgenes de error mínimos. En realidad en todo el proceso del cuestionamiento de la elección no hay ningún medio de comunicación de vanguardia, nacional e internacional, que ponga en duda el triunfo de Calderón, incluido el PRI. A la izquierda mexicana quizás le faltó sofisticación en métodos de información, y hasta el propio López Obrador se sintió engañado, porque al final del mismo día de la elección, los datos ya se tenían. Creo que debemos de estar muy orgullosos del sistema democrático mexicano, por lo menos el día de las elecciones. El PRI, por otra parte, es el partido que le dio a Calderón la posibilidad de tomar posesión cuando llegó a San Lázaro por la parte de atrás. El PRI reconoce que en la democracia cada sufragio cuenta y que los 300 mil votos fueron 300 mil razones para reconocer el triunfo de Felipe Calderón. En cuanto a la elección que se aproxima, a mí me parece, reitero, que el PRI debe ganar con cuando menos diez puntos porcentuales al final de la elección. No puedo hacer un pronóstico muy científico, pero, con una suma de cien, creo que el PRD tendría alrededor de 20 puntos, el PAN unos 35 y el PRI 45. Será una distancia muy cómoda. Creo que en 2012 habrá una victoria muy contundente del PRI, lo que le va a ayudar mucho a México, porque ya nos hace falta un Presidente con un mandato muy claro de la ciudadanía. Enrique Peña Nieto va a ser presidente, y no lo digo de manera aspiracional, sino en forma analítica.


