Carlos Guevara Meza
El estrecho de Ormuz es un pequeño paso de sólo 50 kilómetros de ancho y apenas 60 metros de profundidad por el que tienen que transitar todos los barcos que quieren salir del Golfo Pérsico hacia el océano Índico. Y por ese estrecho entre los Emiratos Árabes de un lado e Irán del otro, por tanto, pasa alrededor de un tercio de todo el petróleo del mundo. La sola posibilidad de que se bloqueara por cualquier razón bastaría para causar pánico en el mercado de crudo, aumentando los precios.
Y eso es exactamente lo que ha sucedido durante la última semana de 2011, cuando la tensión entre Irán y la comunidad internacional, particularmente Estados Unidos y sus aliados europeos, llegó a tal punto que funcionarios iraníes acompañaron sus palabras de amenaza de cerrar Ormuz con el acto de realizar unos gigantescos ejercicios navales en la zona.
Las maniobras iraníes no afectaron de ningún modo el tránsito marítimo, pero a todas luces son una demostración de su capacidad para cerrar el paso (que de todas formas no necesita, por su tamaño, de grandes movilizaciones navales). Y bastaron para escalar el precio del petróleo de 86 a 107 dólares por barril, algo muy preocupante con la crisis económica que está afectando al mundo y especialmente a Estados Unidos y Europa.
El presidente Obama ha debido solicitar una nueva ampliación de su techo de deuda al Congreso (volviéndose a poner en manos de la oposición), mientras la Unión Europea ya vislumbra un 2012 lleno de complicaciones económicas.
Y es que el último informe de la Agencia Internacional de Energía Atómica sobre Irán (presentado en noviembre) da a entender que su programa de investigación nuclear podría tener una finalidad militar, lo que desencadenó condenas y represalias por parte de la comunidad internacional.
El Senado norteamericano pasó una ley que considera al Banco Central iraní como un medio de financiamiento del terrorismo internacional, por lo que se prohíbe a cualquier empresa que tenga negocios con esa institución hacer contratos públicos o privados con Estados Unidos.
Puesto que el Banco Central es el agente de ventas del petróleo iraní, se consideró que esta ley sería la antesala de un bloqueo a las ventas de crudo de Irán, que representan el 80 por ciento de sus ingresos.
Aunque la ley prevé un plazo de seis meses para su aplicación y da margen de maniobra al presidente para que imponga las sanciones previstas e incluso las suspenda a discreción, y el mismo Obama se opuso a ratificarla de inmediato, fue suficiente para desatar la paranoia del régimen iraní (alimentada por la captura de un avión espía no tripulado estadounidense y por sanciones económicas de parte de los británicos) que inició las maniobras navales.
Obama no tuvo más remedio que responder ratificando la ley, lo que ha escalado el conflicto con pruebas de misiles de mediano alcance por parte de Irán y declaraciones de oficiales de la V Flota de Estados Unidos, con base en Bahrein, de que se tomaría cualquier acción necesaria para mantener el libre tránsito por el estrecho de Ormuz.
La situación no puede ir mucho más lejos. Simultáneamente a esto, Irán anunció su intención de retomar las negociaciones con el Consejo de Seguridad de la ONU sobre su programa nuclear, mientras la opinión pública norteamericana y europea está más concentrada en sobrevivir a una crisis que los tiene al borde de la recesión. Algún compromiso se alcanzará en breve, aunque habrá de verse qué tanto se cumple y por cuánto tiempo.


