Pretenden en EU imponer las leyes SOPA y PIPA

Bernardo González Solano

La aparente libertad (por no llamarla libertinaje) en el uso del ciberespacio, tarde que temprano tenía que chocar con el Estado. Era demasiado bello para que fuera verdad. No importa el tenor de la ideología. El poder del Estado siempre ha querido ser el principal y casi único.

Así como se ha tratado de controlar la prensa, escrita o electrónica, ahora llegó el momento de “proteger” a la Internet con el sambenito (aunque parezca insólito, legal) por conducto de dos proyectos de ley antipiratería presentados en las cámaras del Congreso de Estados Unidos: Stop Online Piracy Act (SOPA) —alto a la piratería en línea, ante la Cámara de Representantes— y Protect Intelectual Property Act (PIPA) —protección de la propiedad intelectual— en el Senado.

La verdad sea dicha, la industria de la Internet y la de contenidos audiovisuales mantienen una batalla desde hace mucho tiempo. Casi al mismo tiempo, en cuestión de horas, aunque dichos tópicos han estado en proceso de desarrollo durante muchos años, el hecho es que para detener la posible aprobación parlamentaria de las dos leyes, varios importantes sitios web de la Unión Americana dispusieron un “apagón” durante 24 horas y otros apoyaron la protesta por diferentes formas.

Y, menos de 48 horas más tarde, el FBI en una inusual operación contra la piratería en la Internet, intervino Megaupload, una de las más importantes páginas web de intercambio de archivos del mundo, y se detuvo al extravagante propietario, un finlandés-alemán y a otros de sus socios en Auckland, Nueva Zelanda. Tanto una acción, como la otra tuvieron repercusiones. Miles de personas salieron a las calles en Estados Unidos para manifestarse en contra de la llamada ley SOPA y otros hackearon instituciones oficiales y empresas privadas.

En infinidad de portales  —algunas agencias de prensa aseguraron que fueron más de 10 mil— aparecieron leyendas de rechazo a los dos proyectos legales antipiratería estadounidenses. Por ejemplo, Imagine a World Without Free Knowledge (imagine un mundo sin libertad de conocimiento) es la frase que desplegó la versión inglesa de Wikipedia. La enciclopedia on line no estuvo disponible durante 24 horas como acto de protesta por los citados proyectos de ley antipiratería. El buscador Google no desapareció de la red, pero secundó la protesta de Wikipedia sobreponiendo un velo sobre su propio logo. Al querer acceder a la versión en inglés de la citada enciclopedia “en línea de más de 20 millones de artículos publicados en 282 lenguas” (sic), Wikipedia presentaba la frase de protesta sobre una pantalla en negro, sin más.

Google, a su vez, sí daba servicio aunque pedía a sus usuarios a firmar una petición que dice: “urge al Congreso a votar en contra” de los proyectos legislativos, “antes de que sea demasiado tarde”.

Por lo mismo, otro site como Reporteros sin Fronteras, en su versión inglesa, también estuvo fuera un día completo, en su portada reprodujo la siguiente frase: “protestar en nombre de la libertad de expresión en línea”.

La protesta digital originó que algunos legisladores repensaran o pospusieran su voto a favor para lograr mayor respaldo. De hecho, la votación se pospuso para el martes 24 de enero, pero tampoco era seguro que así se hiciera.

No obstante, el promotor de la ley SOPA endureció su postura después de que la semana pasada propusiera congelar su votación en busca de mayor consenso. Además, el presidente Barack Obama indicó que no apoyaría el proyecto Stop Online Piracy Act.

 

Fondo y forma

Es indudable que la piratería de contenidos ha de ser perseguida. El problema es la forma de hacerlo. Los promotores de la ley —los estudios de Hollywood, por ejemplo, tratan de que los internautas paguen lo justo por el usufructo de sus producciones—, en una de sus propuestas más polémicas, plantean el cierre de páginas de Internet que permitan las descargas de contenidos protegidos por derechos de autor, violando la propiedad intelectual. Si el sitio está situado en Estados Unidos podría hacerse aunque su dueño residiera en otro país. Esto legalizaría la competencia de los tribunales estadounidenses, que podrían llevar a la justicia a propietarios de páginas extranjeras que se beneficien de contenido protegido en la Unión Americana.

Asimismo, otra propuesta: los proveedores de la Internet resultarían inmunes en el caso de haber bloqueado el acceso a sitios que después demuestren que no violaron los derechos de autor.

El asunto va para largo. Los intereses son casi infinitos. Por lo que entre los grupos defensores de la libertad de expresión hay organizaciones de derechos civiles e instituciones liberales, como el Instituto Cato que manifiesta: “El problema de SOPA no es el detalle de la ley, es su principio de base que pretende crear una lista negra de los sites de Internet”.

Ambas leyes cuentan con amplio respaldo de la industria cinematográfica y discográfica y las cámaras de comercio —cuyas pérdidas por piratería  suman miles de millones de dólares— que defienden que las medidas actuales no son suficientes para proteger obras de autor. Casi como el nudo gordiano.

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Megaupload cayó en manos del FBI

Tal y como muchos lo esperaban hace tiempo, por primera vez en la corta historia de la Internet, el gobierno de Estados Unidos convirtió la persecución de las descargas de material ilegal —robado, vulgo: pirateado— en la red, en un asunto policiaco. Justo cuando se debaten en el Congreso de la patria del Tío Sam dos leyes que podrían aprobar, entre varias cuestiones, la clausura de webs con material ilícito, el FBI demostró que no necesita un nuevo marco legal para perseguir con sus métodos tradicionales a los que lucran —hasta lo increíble— con la piratería, actividad que está a la par del narcotráfico, la prostitución y el lavado de dinero en todo el mundo.

Después de una larga operación de años que se realizó en nueve países, el FBI examinó, de forma secreta, los correos electrónicos y las transferencias bancarias de los administradores de Megaupload, con sede en Hong Kong, desde el 10 de abril de 2006 hasta la pasada Navidad. Fue la punta del ovillo. Megaupload atiende 50 millones de internautas diariamente, que en su mayoría descargan o utilizan filmes o música pirateada. No hay manera que esta operación policiaca pueda calificarse como una acción contra la libertad de expresión o a una redada contra internautas incautos. La base del negocio de los directivos de Megaupload era el acervo de obras audiovisuales cuyo acceso y descarga permitían sin tener los permisos correspondientes. En pocas palabras: robo a gran escala.

Para aclarar el asunto, en las demandas de los fiscales estadounidenses se puede leer el fragmento de un correo de uno de los directivos de la empresa cerrada, Mathias Ortmann, en el que dice: “No somos piratas, sólo le ofrecemos los servicios navieros a los piratas”. Tal parece que para el FBI esos “servicios” son un  crimen mayor que la mera piratería.

El jueves 19 de enero, el Departamento de Justicia de Estados Unidos ordenó el cierre de Megaupload y de otros varios sites (como Megavideo) que también controlaba la misma sociedad.

Asimismo, inculpó a siete personas acusadas de haber participado en “una empresa internacional del crimen organizado”. Aparte de una violación masiva de derecho de autor, todas ellas estarían implicadas en un racket y lavado de dinero. Delitos que suponen hasta 20 años de cárcel. Varios dirigentes del site fueron arrestados por el FBI, con la colaboración de por lo menos las policías de ocho países, desde Canadá hasta Hong Kong. La policía estadounidense acorraló hasta Nueva Zelanda, en  Auckland, al fundador finlandés-alemán, Kim Schmitz, igualmente conocido con el nombre de Kim Dotcom (su verdadero apellido), de 38 años de edad, al que se arrestó dentro de un cuarto blindado cuando comenzaba un fin de semana de fiestas por su trigésimo octavo cumpleaños, en una mansión de 18 millones de euros en la que vivía alquilado, y en la que almacenaba 22  coches. El gigantesco y rubicundo Kim no tiene nada que envidiar a los estrafalarios narcotraficantes hispanoamericanos, incluyendo, obviamente, a los mexicanos.

Con un equipo de técnicos mantenía el funcionamiento de Megaupload, pero la parte del león se la llevaba él. Según la FBI, en 2010 obtuvo 32 millones de euros, y estimó las ganancias totales de la empresa desde 2005 en 135 millones de euros. La fortuna de Dotcom, hechas con otros negocios, se calcula en 154 millones de euros.

Fueron inculpados en esta operación, el cofundador de la web, Mathias Ortmann; Finn Batato, el jefe de ventas; Julius Bencko, diseñador gráfico; Sven Echternach, jefe de desarrollo; Andrus Nomm, progrmador de software, y Bram Van Der Kolk, jefe programación. Todos se comunicaban con los usuarios por correo electrónico.

Dotcom se comportaba como playboy de película, casado, con tres hijos, se compara con  Steve Jobs y se hace llamar Kimble, una modificación del apellido de Richard Kimball, protagonista de la famosa serie de TV El fugitivo. Todo un caso.

Como si se tratara de una red criminal cinematográfica, en respuesta a la operación del FBI, a través de Facebook y Twitter, los administradores de cuentas como AnonymusIRC, AnonymousIberoamérica, AnonymousMéxico, AnonymousColombia, AnonHispano, entre otras, desde el mismo día de la operación contra Megaupload, circularon páginas de ataque denominadas hive [colmena] parta saturar los sitios atacados: páginas web del FBI, Departamento de Justicia, Universal Music, RIAA y Motion Picture Association of America, dejándolas sin acceso por varias horas. Los próximos blancos serían los sitios de Paramount Pictures y del Senado estadounidense. El colectivo hacker logró enviar un mensaje: “Hola, mundo, el gobierno ha decidido censurarnos, su injusticia no pasará sin ser castigada”. Se trata, afirman, del “mayor ataque jamás perpetrado de Anonymous”.

Menos de siete horas después de que el FBI informara de su operación, Megaupload fue mencionado 233 mil 637 veces a través de la plataforma de microblogging.

Esta guerra dista mucho de haber terminado. El mundo todavía no se recupera de las publicaciones de Wikileaks y ya estamos inmersos en la piratería de Megaupload. El mundo cibernético no es tan fácil como algunos suponen.