La negociación es como partir un pastel de tal manera

que todos crean recibir la mejor parte.

Ludwig Erhard

 

¿Cómo que no hubo pleito?


 

José Fonseca

 

Sorpresivo el anuncio de la disolución de la coalición del PRI con el Partido Nueva Alianza para las elecciones del próximo julio.

Un anuncio que ha desatado mil especulaciones, no todas acertadas. Y todo porque la mayoría de los estudiosos y analistas de la política se niegan a reconocer las circunstancias en que se forjó la coalición, circunstancias que han cambiado.

La coalición se suscribió y se registró ante el Instituto Federal Electoral con una visión estratégica. No tanto por la contribución de votos que haría el partido controlado por la profesora Elba Esther Gordillo, sino para acercarla en un momento en que están casi rotas sus relaciones con el gobierno del presidente Calderón.

Más allá de las leyendas urbanas, el Partido Nueva Alianza contribuye con representantes en las casillas y con voluntarios que movilizan el voto. Ese es su gran capital para una elección.

Sin embargo, la visión estratégica con que se forjó inicialmente la coalición fue frustrada por las tácticas de la profesora Gordillo, acostumbrada a presionar y presionar y luego llegar a un acuerdo.

Así se negocian los contratos sindicales, pero no es así como se conducen los acuerdos políticos.

La profesora no entendió la visión estratégica del CEN del PRI, donde se decidió que las fuerzas reales de cada estado y cada distrito serían determinantes a la hora de las postulaciones de candidatos a diputados y senadores.

Se entercó en hacer candidatos a sus familiares, precisamente en entornos políticos donde los equilibrios eran frágiles.

No entendió las razones esgrimidas por el PRI de Pedro Joaquín Coldwell. Presionó y presionó, como en las negociaciones sindicales, pero la realidad impidió el compromiso que buscaba.

Así, la coalición se disolvió de común acuerdo, pero no significa una ruptura, por más que algunos priistas que ya no tienen edad para declaraciones al bote pronto intentaran presentarlo como tal.

Inútil registrar las declaraciones torpes del dirigente nacional del Partido Nueva Alianza, reflejaban más algunas frustraciones que el pensamiento real de la profesora.

Para los interesados en debilitar a Enrique Peña Nieto fue inútil que Luis Videgaray, coordinador de la campaña del mexiquense y el senador Pedro Joaquín Coldwell explicaron que la separación no pudo ser más amable. ¿Cómo que no hubo pleito? ¡Tiene que haberlo!

Nadie quiere tomar en cuenta que la visión estratégica permitió la disolución de la coalición cuando ya legalmente no puede la profesora forjar otra.

Tampoco toman en cuenta el pragmatismo de las decisiones que caracteriza al PRI de Peña Nieto. Saben que la profesora necesita el acuerdo político. No entienden la diferencia entre un acuerdo electoral y un acuerdo político.

En esta nueva circunstancia la profesora habrá de tomar partido.

Y, la verdad, es demasiado realista para equivocarse.

 

jfonseca@cafepolítico.com