Siria, entre las reformas democráticas y la intervención militar
Juan Barrera Barrera
A diez meses del inicio de la insurrección del pueblo sirio en contra del presidente Bashar al-Assad, el conflicto parece no tener solución en el corto plazo, a pesar de que el mandatario decretó una amnistía general, no es más que un intento por calmar los ánimos de derrocarlo.
La medida se anunció en medio de otra escalada de violencia en donde perdieron la vida al menos 21 personas, situación que llevó al Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, a pedirle a Al-Assad poner fin a la violencia: “Pare la violencia contra su gente, pues el camino de la opresión sólo lleva a un punto muerto”.
La convulsa situación en el país árabe está siendo analizada desde otra perspectiva. El Consejo de la Liga Árabe ha anunciado que en su próxima reunión discutirá la posibilidad de reemplazar la misión de observadores por una fuerza militar árabe, es decir, no descarta una intervención militar para poner fin al baño de sangre en Siria.
La misión de observadores integrada por 126 personas y que inició sus trabajos el 26 de diciembre para verificar que el régimen de Al-Assad cumpla con las exigencias de Occidente de dejar de utilizar la fuerza militar en contra de los manifestantes antigubernamentales, ha tenido un papel muy pasivo y acaso poco creíble en sus conclusiones sobre la situación actual siria.
En medio de esa confusión La Liga Árabe tachó de “falsas” las conclusiones que emitió recientemente uno de sus observadores, quien definió la situación siria como “una catástrofe humanitaria”. Estas diferencias sólo alimentan la confusión en los foros internacionales y podrían retrasar la solución al derrame de sangre que viven los sirios.
Pero desde la llegada de los observadores los ataques se han recrudecido, a decir de los informes de prensa, en especial en Homs donde murió el periodista francés Gilles Jacquier, y en Daraa, ciudades en las que se han registrado las escenas más violentas. Desde que empezaron los disturbios en Siria, la ONU ha documentado por los menos 5 mil muertos.
El problema tiende a agudizarse dado que en los enfrentamientos armados entre seguidores del régimen de Bashar al-Assad y los manifestantes antigubernamentales se han detectado acciones eminentemente de tipo terrorista y esto puede ser un motivo para que el gobierno siga reprimiendo a los manifestantes pacifistas.
La represión ejercida por el gobierno de Damasco contra los opositores ha tenido como respuesta igualmente la fuerza bélica, como una medida desesperada, debido a que después de diez meses las protestas no han sido suficientes para derribar al régimen de Bashar, incluyendo las sanciones impuestas por la comunidad internacional.
Por su parte el gobierno de Bashar al Assad se aferra al poder sobre todo porque sabe que todavía cuenta con amplio apoyo entre un sector clase mediero y espera llegar a la primavera siria, cuando se cumpla el año del inicio del conflicto, con un perfil más democrático.
Al Assad anunció la formación de un comité para redactar una nueva Constitución que permitirá el reconocimiento de más partidos políticos. En marzo será el referéndum (en mayo o junio podría haber elecciones legislativas). Si el gobernante logra que un porcentaje considerable acuda a las urnas fortalecerá su liderazgo político, pero si los opositores logran convencer a la población de no votar, perderá legitimidad y por lo tanto su estancia en el poder peligrará seriamente.