De visita por México

 

La  diplomacia te saca de un

problema del cual el

tacto te hubiera evitado meterte.

Brian Bowling

 

 

José Fonseca

El pasado 13 de enero, recibió el presidente Felipe Calderón a una delegación de diputados norteamericanos encabezada por el líder de la mayoría en la Cámara de Representantes, John Boehner.

Pudo ser una simple visita protocolaria, de legisladores estadunidenses interesados en conocer por el presidente de México la realidad política, social y económica de nuestro país.

No pasa inadvertido, sin embargo, que casi todos los legisladores visitantes son republicanos, activamente dedicados a socavar el gobierno del presidente Obama antes del 6 del próximo noviembre, cuando los norteamericanos decidirán si reeligen o no al actual inquilino de la Casa Blanca.

Ellos, los republicanos han hecho gran escándalo por las operaciones encubiertas de la ATF, operaciones encubiertas que han significado trasiego de armas hacia territorio mexicano.

Han armado escándalo no porque estén tan interesados en proteger a los mexicanos y a su gobierno, sino porque es un tema con el cual cumplen dos fines.

Uno, descalifican acciones del gobierno de Obama. Dos, desprestigian a la agencia ATF —encargada del control de armas—, asunto contra el cual están los republicanos, dispuestos a defender la tenencia hasta de armas de guerra por cualquier ciudadano.

Por eso escucharon complacientes el discurso de reproche del presidente Calderón. Estaría de alguna manera en sintonía con sus objetivos en Washington.

No es que el gobierno calderonista no tenga razón en reprocharle a Estados Unidos por el trasiego de armas y el flujo de dinero del narcotráfico.

Sin embargo, no se pueden confundir los escenarios. El discurso del trasiego de armas, contra el que poco puede hacer la Casa Blanca, empata con la estrategia republicana de acusar al presidente Obama por las operaciones encubiertas de agencias dedicadas precisamente al control de armas, tan detestado por los republicanos.

Quizá fue un riesgo calculado, pero sin duda que en Los Pinos reciben la información enviada por el embajador mexicano en Washington. Esa información debe reflejar que a poco menos de diez meses de las elecciones presidenciales norteamericanas la opinión pública está todavía dividida. E indecisa.

En pocas palabras, nada garantiza al gobierno de México que el presidente Obama vaya a reelegirse, pero tampoco nada garantiza que no se vaya a reelegir.

En esa encrucijada, la diplomacia ayuda. El no comprometerse con ninguno de los bandos que se disputan desde ahora tan encarnizadamente la Casa Blanca.

Es inaceptable que México corra el riesgo de una reelección de Obama y que nuestro gobierno parezca haberse alineado con sus adversarios.

Las consecuencias ya no las sufrirá el presidente Calderón, pero sí le crea a su sucesor una situación innecesariamente complicada.

Después de todo, a once meses de entregar la Presidencia, debería pensar en que el país que reciba su sucesor debe tener las menos complicaciones posibles, salvo las inevitables. Y esta es evitable.

Esa es su responsabilidad.

 

jfonseca@cafepolitico.com