Hartazgo social ciudadano


 

 

…el que es elegido príncipe con el favor popular

debe conservar al pueblo como amigo.

Maquiavelo

 

José Alfonso Suárez del Real y Aguilera

Relegada hasta el 2013, la ciudadanización de las candidaturas de los procesos electorales mexicanos se asomó por la vía de las encuestas y colocó a dos aspirantes a gobernar el Distrito Federal en la cima de resultados.

Ni duda cabe que el triunfo de Isabel Miranda de Wallace y del doctor Miguel Angel Mancera Espinosa son resultado de méritos propios, pero sobre todo de su independencia al no haber militado en ningún partido político, lo que a criterio de la mayoría de los encuestados jugó a favor al momento de responder la encuesta.

Situaciones similares se deben de esperar de priistas y elbistas si deciden abrir sus procesos de selección de candidatos en el Distrito Federal más allá de sus militancias, pues queda claro que la mayoría de los capitalinos aspira a contar con gobernantes y representantes ligados a la comunidad o a causas comunitarias, como expresión de resistencia a los tradicionales partidos políticos.

Es menester reconocer que la apertura del Movimiento Progresista y del PAN a integrar dentro de sus ternas a aspirantes externos es producto de un difícil proceso de reflexión sobre un ánimo electoral de la capital adverso,  corroborando sus proyecciones a través de los resultados obtenidos en sendas encuestas, los cuales además de cimbrar sus viejos esquemas de selección deben haber obligado a sus dirigencias a reconocer el grado de desprestigio que la clase política tiene entre el electorado.

Descrédito, sustentado por la simulación impuesta al quehacer político nacional, cuyos dramáticos resultados acreditan, con creces, la pérdida de confianza de una sociedad que ve día a día mermada su calidad de vida.

Los resultados de las encuestas levantadas en el Distrito Federal por los partidos integrados en el Movimiento Progresista y por el PAN acreditaron a cabalidad un creciente sentimiento de suspicacia hacia los políticos y la urgente búsqueda de identificación del votante con un candidato o candidata espejo.

Este es el meollo de los resultados, las demás explicaciones, lecturas y hasta excusas ¾todas ellas atendibles¾ resultan accesorias al interpretar un resultado a todas luces incuestionable de cara al hartazgo social ante una cultura de corrupción e impunidad atizada a través de escándalos mediáticos.

Entender esta nueva dinámica social es el reto que tienen delante de sí los partidos políticos, cuyas dirigencias pueden caer en el error de simular —una vez más—  la inclusión de candidatos externos a sus formaciones políticas a los puestos de elección popular.

Para aquellos partidos que descalifican a sus adversarios bajo el peregrino argumento de la “ausencia de cuadros”, que les quede claro que la sociedad se decanta ante la alternativa de un candidato ciudadano por sobre el “malo por conocido”.

Y a aquellos candidatos ciudadanos que han recibido el favor popular a través de encuestas deben ¾como sabiamente sentenció Maquiavelo¾ conservar al pueblo como amigo, con todo lo que ello implica, sólo así responderán efectivamente a la simpatía generada durante el proceso.